El soneto de Quevedo que empieza¨"Yo te untaré mis obras con tocino / porque no me las muerdas, Gongorilla", se dedica entero a acusar de judío a su rival Luis de Góngora, quien también se despachaba a gusto con la poesía y la vida de Quevedo, incluso con defectos físicos como su cojera. Como todo el mundo sabe, la religión judía prohíbe -entre otros muchos comestibles- la carne de cerdo. Y el tocino, claro, que es lo que está más bueno y quizá por eso lo usa Quevedo. Los musulmanes también tienen prohibido comer cerdo; al fin y al cabo el Islam se deriva del Judaísmo. Pero también el Cristianismo procede del Judaísmo y se produce la rareza de que los cristianos no tienen tal tabú, mientras que el Islam, que llegó bastante después del Cristianismo, retoma la prohibición judía del gorrino. Con lo rico que está. Y no digamos el jamón, culmen técnico y gastronómico del aprovechamiento del cerdo.

Viene a cuento este exordio para comentar la noticia que acabamos de leer (sábado por la mañana) en este Diario nuestro. Dice que los vecinos de algunos cortijos de La Cañada, han colgado huesos de jamón en las vallas que rodean sus propiedades, dicen que para evitar los robos que, según sabemos, se están produciendo con harta frecuencia de un tiempo a esta parte. La virtud de estos huesos jamoneros para evitar los robos no se debe a ningún sortilegio esotérico ni a que incorporen unos modernos chips diseñados en Silicon Valley. Dicen los vecinos consultados por este rotativo que creen que el jamón espanta a los ladrones dado que en la religión musulmana el cerdo es un animal prohibido. Lo cual significa que los vecinos creen que los ladrones son musulmanes. Que pueden serlo, pero como no han capturado a ninguno, que sepamos, la cosa entra en el terreno de la especulación. Quevedo al menos especulaba con los rasgos fisionómicos de Góngora: "¿Por qué censuras tú la lengua griega /

siendo sólo rabí de la judía, / cosa que tu nariz aun no lo niega?". Claro que, según el refrán, las apariencias engañan.

Parece que ha calado ese mensaje de que la mayoría de los delitos los cometen los emigrantes (dato que las estadísticas desmienten) y, en este caso, moros y negros musulmanes. Y, aunque lo sean, queda otra cuestión: ¿y si son moros ateos, tampoco se acercarán al hueso de jamón? En cualquier caso, a ver si pillan a los ladrones y salimos de dudas todos.

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