Todos los productores musicales o manager de turno hablan entre bambalinas de los egos de algunos de los artistas a los que representan. Caprichos en camerinos o escenarios creados por el éxito rotundo con su público. Esto mismo se puede plasmar con nuestro 'querido' y 'amado' presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Se ha convertido en una estrella de la política y ya se plasma él mismo como una referencia para la sociedad española. Menos mal que existe la ironía en la palabra. Lo digo porque el jefe del Ejecutivo barre a quien le pase por al lado o le pregunte. Ahora sus respuestas escupen palabras que se están convirtiendo en las de los jefes de la izquierda populista latinoamericana. La última ha sido la siguiente: "Yo exhumé al dictador del Valle de los Caídos". Para colmo, y con sonrisa socarrona, afirma que él pasará a la Historia por ello. El nivel de egocentrismo que tiene este señor ha superado al que fuera el rey del Rock, Elvis Presley. Ha llegado a un nivel que es normal que se lo crea. Recuerden que fue expulsado como secretario general de los socialistas y ha llegado a la Moncloa como el Ave Fénix. Eso le dio ya su punto y luego su equipo que le rodea. Un equipo que solo puede comulgar con lo que él diga y sin que haya peleas con los socios morados. Sino, miren cómo terminó Carmen Calvo por chinchar a Irene Montero o el exministro de Justicia, Juan Carlos Campo. Y es que Sánchez es así, como el gran Julio César. Lo vimos en el Congreso de los Diputados la semana pasada con la reforma del delito de sedición. Un voto a mano alzada pedido por el PP para ver qué diputados socialistas se negaban. Finalmente, el resultado fue ver una bancada unida por pasión y por la vida de Sánchez, mientras él dejaba entre ver en sus mejillas una pequeña sonrisa de poder. Imagínese quién se ha atreve a decir 'No' y levantarse. Sabe perfectamente que en horas está en la calle. Por eso no entiendo por qué no extrañamos de que Sánchez se crea el mejor, es normal. Tenga en cuenta que él no tiene enemigos y si los hay, los hace desaparecer (acuérdense de Tomás Gómez, exsecretario general del PSOE de Madrid, como acabó). Miren, creérselo muchas veces llama al éxito. Pedro cae bien en Europa y conseguirá su puesto en Bruselas. Fíjense lo feliz que es ahora siendo el jefe supremo de la Internacional Socialista.

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