Desde mi experiencia

José Miguel Ponce

¿Cómo son los amigos verdaderos?

Siempre está presente la disposición de acudir para acompañar, ayudar, consolar al amigo verdadero

"Algo se muere en el alma cuando una amigo se va". Estas sevillanas del amigo reflejan muy bien el dolor que se siente cuando un amigo verdadero desaparece porque fallece o cuando por otros motivos, se rompen las relaciones de amistad. Mi experiencia es que, si las dos partes lo desean, es posible recuperar los amigos perdidos. San Bernardo, para recomponer lazos rotos o que están a punto de romperse, aconseja: «cuando veas algo malo en tu amigo, no quieras juzgarlo al instante; por el contrario, procura excusarle en tu corazón; excusa la intención, piensa que lo ha hecho por ignorancia, por sorpresa o por desgracia». La amistad crea fuertes vínculos de confianza y lealtad. Para el pensamiento clásico, la amistad es la relación humana natural por excelencia, pues en ella se dan las condiciones para un trato libre y recíproco. Por esta razón, es considerada una condición sine qua non para la vida feliz. Según Aristóteles, la amistad es lo más necesario para la vida; de modo que, "el hombre feliz necesita amigos".

El amigo verdadero no abandona en las dificultades, no traiciona; nunca habla mal de su amigo ni permite que, ausente, sea criticado, porque sale en su defensa. Amistad es sinceridad, confianza, compartir penas y alegrías, animar, consolar, ayudar. La amistad verdadera es desinteresada, pues consiste más en dar que en recibir; no busca el provecho propio, sino el del amigo; exige renuncias, rectitud, intercambio de favores, de servicios nobles y lícitos. Para que haya auténtica amistad es necesario que exista correspondencia, es preciso que el afecto y la benevolencia sean mutuos. La amistad tiende siempre a hacerse más fuerte: no se deja corromper por la envidia, no se enfría por las sospechas, crece en la dificultad. Entonces se comparten con naturalidad las alegrías y las penas. ¿Cuántos buenos amigos tienes? Dedícale a cada uno el tiempo que necesite. La buena comunicación, el tiempo y los afanes compartidos, las mutuas confidencias, el aprecio creciente, la admiración y respeto por ambas partes crean poco a poco lazos fuertes entre los amigos verdaderos que no rompen ni la distancia ni el silencio ni el tiempo. Siempre está presente la disposición de acudir para acompañar, ayudar, consolar al amigo verdadero. Y todo sin interés, por pura generosidad que no se detiene ante la dificultad. Los amigos de verdad son esas personas que te levantan cuando otros ni si quieran se han enterado de que te has caído

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