El arte de amar

Las lecciones, sean dadas por la sabiduría clásica o se deban a campañas orientadas, han de cuidar qué se aprende

¿sería políticamente correcto -política y corrección aparte- preguntarse ahora sobre cómo y dónde conseguir el amor de una mujer, de qué manera mantener el amor logrado o cuál es la mejor forma de seducir las mujeres a los hombres? Acaso no se acudiera al socorrido atributo de "fachas", puesto a quienes tales cuestiones interesaran, quizás no se libraran estos del coscorrón de "machirulos", pero tales preguntas son materia de erudición clásica, ya que ocuparon los tres cantos del poeta romano Ovidio, publicados entre los últimos y los primeros años de la era cristiana (entre el 2 a. C. y el 2 d. C.), de Ars amandi, El arte de amar. Es de suponer que los creativos de la campaña "Ahora que ya nos veis, hablemos" no hayan leído la obra de Ovidio con objeto de encontrar fundamentos sobre la educación sexual para la igualdad que pretende el Ministerio de Igualdad. Aunque el poeta romano no ocultó su pobre condición: "Soy el poeta de los pobres porque amé siendo pobre, y como no podía brindar regalos, pagaba con mis versos". De modo que se considera autorizado para ofrecer un consejo a propósito: "El pobre ame con discreción, el pobre huya de la maledicencia y soporte resignado muchas cosas que no toleran los ricos". Mas, hecha esta recomendación a los de su clase, advierte asimismo a los no muy entrados en años: "Excesiva confianza pone en las gracias de su persona el mancebo que espera que la mujer se anticipe al ruego". La determinante cuestión de la iniciativa, ya se ve, que tantas historias no es que deje inacabadas, sino que impide su comienzo. Y esta otra recomendación se ocupa de preservar precisamente lo que sí haya podido iniciarse: "Si tienes verdadero empeño en conservar tus relaciones, persuádela de que estás hechizado por su hermosura".

Ahora bien, sean lecciones clásicas de Ovidio o eslóganes ilustrados de una campaña sobre determinados intríngulis de la sexualidad, importan no poco, y suelen desconsiderarse, los efectos resultantes de esas "ilustraciones". Se deban a una antigua sapiencia o surjan de la orientada gestión de las políticas públicas. Ya que circulan despropósitos inauditos, confusiones pasmosas, asimilaciones improcedentes, como productos de una enseñanza desatinada en la que no se sabe qué importa más, si aprender o desaprender.

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