El ataud de la discordia

"Desentonan ciertos sectarismos y aprovechamientos ideológicos que han aparecido en escena con ocasión de la exhumación"

Terminó el capítulo de la exhumación de Franco. Era hora. Respeto que para algunos este asunto pudiera ser relevante, una cuestión de Estado. Pero, sin perjuicio de opinar que lo mejor para una sociedad como la nuestra es limpiar de la vida pública cualquier vestigio de dictaduras (no obstante, la historia sigue ahí, es la que es), al final, y efectuado el traslado del finado caudillo, como se ha comprobado, la vida sigue igual. Aunque lo que sí ha permitido comprobar este episodio es algo que no concibo, la exacerbación y radicalismo que ha mostrado parte de la clase política y de la población, cuando realmente la mayoría, yo mismo, vivimos en otra onda.

En lo político, entiendo y así lo digo, es puro electoralismo, conveniencia para llenar el vacío absoluto que existe de propuestas y proyectos que mejoren nuestra existencia, en todos sus segmentos (economía, trabajo, fiscalidad, servicios sociales, etc.). Como acuñó Toffer, fruto de partidos ómnibus obsesionados por ampliar base electoral, sin más. Si se adoptó el acuerdo de la exhumación tiempo atrás en el Parlamento, porque la sociedad de hoy así lo quiere, lo queremos, entonces desentonan ciertos sectarismos y aprovechamientos ideológicos que han aparecido en escena con ocasión de la exhumación (y aquí culpemos a más de uno), porque, con la tranquilidad y serenidad que nos dan las más de cuatro décadas de madurez democrática que nos caracterizan, el proceso que ha terminado con el traslado del ataúd del dictador podría -y debería- haberse dirigido y materializado de otro modo por el Gobierno.

Respecto al radicalismo del pueblo, presente aun siendo de poco impacto, resulta difícil explicar cómo en una sociedad que se califica moderna, urbanita y digitalizada; que dice apostar por la tecnología y la innovación; que se enorgullece de estar formando a jóvenes que serán los adalides de la más y mejor versión nunca vista, si eso es así, cómo es posible que en este país se estén escuchando soflamas pueblerinas y revanchistas, de un bando y otro (usando su mismo lenguaje arcaico), que lo único que demuestran es rencor y cerrazón mental, ignorancia supina. De la Guerra Civil, como de cualquier guerra en la historia, se aprende. Preston, Gibson, Chaves Nogales, Eslaba Galán, Viñas y otros tantos escritores. Tras leerlos se sabe huir fácilmente de los discursos y gestos cavernícolas como los tenidos lugar estos días.

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