El café de las contradicciones

En el momento del café, no dejaron títere con cabeza. También en Navidad. Pura contradicción.

Perdónenme hoy por este relato reflexivo. Pero aún creo en la bondad de los desconocidos, a pesar de todo. Ese último es un pensamiento, tal vez una frase estereotipada, que estos entrañables días navideños me han regalado junto al calor de un café, y quisiera compartirlo. Y es que el amor rebosa por doquier. En las calles, en las personas, en toda partícula viviente que nos rodea. Amor comprensivo, servicial y no envidioso. Porque el amor no presume, no es maleducado, ni egoísta. No se irrita, no lleva cuentas del mal, como dice la epístola a los Corintios. No se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Sabe disculpar, esperar y aguantar sin límites, porque el amor no pasa nunca. Se supone que tampoco en Navidad.

Esas palabras mencionadas son para algunos, o muchos, el caldo de cultivo propio de un cuento de nieve, como los de Dickens. Otro más. Si no, díganselo a los dos vecinos de mesa con los que compartí -involuntariamente- el momento del café matutino de ayer, colocados a escasos centímetros, gracias al aprovechado espacio de la terraza. Su género, me lo reservo. El lugar, uno de los míticos del Paseo, el más dulce obrador donde los haya. Me levanté de la silla satisfecho en la gastronómico, pero, exagerando un poquito, diré que dubitativo en lo existencial, pensando que en esta época se enfrenta la realidad y lo divino. Las historias y relatos de un presente, con la vida imaginaria de un periodo de advenimiento divino.

Más allá de la meditada vestimenta que portaban, armoniosa con la epifanía, o el minucioso acicalamiento que les ataviaba, lo más destacable fue el contenido de la escasa conversación que mantuvieron, exigua por su adictiva interacción "esmarfónica". Tan insignificante como la sensibilidad mostrada en el coloquio, o la profundidad de sus inquietudes, las cuales rebotaban de lo banal a lo insustancial. Perdón nuevamente, esta vez por decir la verdad. Ese presupuesto amor fraternal y acaramelado que, como indicábamos, embriaga el ambiente de estas jornadas, brillaba por su ausencia en las punzadas lingüísticas. Lástima no poder detallar vocablos y gestos, por falta de espacio. No dejaron títere con cabeza. Solo las risas daban descanso a la escabechina. Pero me gusta creer que no pensaban lo que decían. Aunque, de no ser así, eso es la vida, ¿no? También en Navidad. Pura contradicción. Feliz Noche Buena, de corazón.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios