Si sé se preguntara al profesorado sobre si la escuela es verdaderamente inclusiva, atiende al alumnado con necesidades especiales, se atienden los intereses, ritmos y necesidades del alumnado… la respuesta creo que sería bastante clara: no. El sistema educativo español está muy lejos de tener un grado aceptable de inclusividad. Se sigue considerando la educación obligatoria como una carrera de obstáculos, una especie de «concurso de méritos», en vez de un derecho universal e inalienable. Cabe añadir, además, que no se trata de una apreciación personal ni una simple opinión. Son numerosos los estudios que lo han puesto de manifiesto, entre el que destaca el realizado por el Comité sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, de de la ONU.

¿Significa ésto que estamos al mismo nivel que hace 20, 30 o 50 años? Sin lugar a dudas: no. Quienes hicimos las etapas obligatorias en la «dorada EGB» (según afirman algunos nostálgicos) de los años 80, veíamos cómo los chavales de educación especial (que en aquel momento llamábamos abiertamente «subnormales») pasaban por delante de nuestras narices sin mediar palabra, no sabíamos sus nombres ni sus edades, entraban a un aula lejos de nosotros y jamás se mezclaban. Por otra parte, el gitano, el pobre… dejaban de asistir muchas veces en 6º curso (equivalente a 6º de Primaria) y nunca más se sabía de ellos. En aquellos «maravillosos» años (siempre en terminología de «profesaurios»), era muy habitual que al menos un tercio del alumnado no llegara a pisar el Instituto (equivalente a 3º de ESO). Si a esto sumamos que cada vez hay más profesorado a título individual, más centros y más proyectos, programas e iniciativas que apoyan la inclusión, podemos considerar que se ha avanzado bastante. Muchas veces sucede que es más a nivel de discurso que de realidad. Como en tantos otros ámbitos (la igualdad de género, por ejemplo), se hace necesario profundizar en una inclusión real.

¿Llegará el momento en que podamos considerar que se ha conseguido la plena inclusión? Sin lugar a dudas, tampoco. La inclusión, como la democracia, la justicia, la libertad o la igualdad no son productos acabados. Son utopías hacia las que caminar sin descanso. Todo no es inclusión solo porque digamos que el sistema educativo es inclusivo. Definamos claramente el camino y sigámoslo sin descanso. Seremos una mejor sociedad, seremos mejores personas.

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