Comunicación (im)perinente

Francisco García Marcos

Las dos españas (versión lingüística)

Estos días atrás, María Teresa Cabré reclamaba la recuperación del prestigio de la lengua catalana. Me parece algo incuestionable, al margen del éxito que quepa augurarle entre la maraña de la política lingüística internacional. Pero eso no fue lo que más llamó mi atención. De estas cosas se ocupan en Cataluña personas como Cabré, referencia indiscutible de la terminología a nivel internacional. La figura del especialista gestionando lenguas me recordó la etapa de normativización del euskera; una tarea complejísima. Se registraron discusiones de peso, en las que estuvieron implicadas, de nuevo, sociolingüistas reconocidas, prestigiadas y solventes. El éxito actual del batúa en Euskadi no ha sido fruto del azar. La Real Academia Galega cuenta desde hace décadas con un Seminario de Sociolingüística que ha producido trabajos enormes, fundamento de un desarrollo sólido de la actualización normativa de esa lengua. Por supuesto, una vez más, por allí han transitado sociolingüistas más que reputados. Las palabras de Cabré han coincidido en el tiempo con la creación de una Oficina del Español en Madrid. La presidenta Díaz Ayuso ha confesado su propósito de convertir a Madrid en la capital europea del español. No sé en qué punto exacto me he perdido. El español europeo, según mi creencia, es el de España, cuya capital, hasta donde sé, es Madrid. No capto a qué aspira exactamente Ayuso que no exista ya. Para llevar a cabo esa tarea ha situado al frente del nuevo organismo a Toni Cantó, cuya capacitación profesional en lingüística es, como todos sabemos, el conjunto vacío. Estos días también la RAE, por boca de su presidente, ha recomendado evitar los tecnicismos, por su propensión a importar términos ingleses. Muñoz Machado no ha reparado, como es obvio, en que esos términos designan realidades nuevas y, por tanto, solo quedan dos opciones: o no trabajar en ellas, o acudir a los términos que la designan, sean extranjeros o vernáculos. La RAE es una institución curiosa. En lugar de modernizar el lenguaje técnico que necesita una sociedad avanzada, se dedica a incluir en los diccionarios normativos vulgarismos tan manifiestos como "almóndigas". Claro que, salvo honrosas excepciones, los profesionales del lenguaje brillan por su ausencia en la docta corporación. Su presidente es catedrático de Derecho Administrativo. Por fortuna, en su día leí a Pierre Vilar. Sí, hay dos Españas, la periférica y la mesetérica. Hay una España que se organiza, acude a profesionales reconocidos y obtiene resultados eficientes. Frente a ella, la otra España va a impulso de ocurrencias y chuscadas, para las que se recurre al primer amigo suelto, lo que garantiza un ridículo sin disimulo que ni fija, ni brilla ni da esplendor. No me extraña que los independentismo estén en la periferia. Es como para huir de esto.

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