El fascismo de Cataluña

Fue irritante ver cómo se pararon las Universidades de toda Cataluña porque a los hijos del procés les salió de los pantalones

Alo Antonio Orozco, pido de antemano perdón por el modo en que usaré una palabra en esta columna. Y es que, en contra de lo que he manifestado en alguna ocasión, utilizaré indebidamente -tanto en su contexto histórico, como en su significado- el vocablo fascismo. Me han obligado. La perversión del lenguaje por los demás me ha obligado a participar de su manipulación obscena, pudiendo así explicarme mejor, y espero facilitar el que me entiendan. Resulta indignante comprobar cómo unos pocos individuos en Cataluña -CDR, tsunami, o quienes diantres sean- condicionan a su antojo el quehacer diario del resto de vecinos, cómo dirigen la sociedad catalana sin sonrojo o vergüenza para sus dirigentes políticos. Lógico, si la complicidad entre ellos es manifiesta. Y, más concretamente, irritante fue ver cómo esta semana se paralizaron las clases en las Universidades de toda Cataluña porque a los hijos o discípulos del procés les salió de sus pantalones. Y, ¿el derecho a la educación? Eso qué es, ¿no? A unas decenas de iluminados universitarios, pongamos que unos cientos, deciden impedir el curso normal en las aulas con motivo de la providencia divina del santo procés -con la connivencia de rectores y algunos profesores-, y aquí no pasa nada. Al resto de alumnos, que les den (y clases, precisamente, no). Es decir, en Cataluña se fomenta y premia la dictadura ideológica en detrimento del libre pensamiento, y tampoco pasa nada. Se conculca el derecho legítimo de los jóvenes catalanes a estudiar, y de sus responsables políticos solo reciben silencio, incluso complicidad, tan reprobable como el ideario independentista extremista que les califica. Y me pregunto yo, no estando de acuerdo con dicha práctica, ¿cómo gusta tachar últimamente, en la calle y parlamentos, a cualquier extremismo que pretende imponer ideas no respetando los derechos reconocidos en la Constitución? Fascismo. Y, ¿a aquellos que lo hacen? Fascistas. Siguiendo este argumentario, podríamos concluir que, desgraciadamente, el fascismo existe hoy en Cataluña, y lo encarnan esos independentistas catalanes que impiden el libre ejercicio de derechos a los demás y les imponen, a la fuerza, su ideología extrema. ¿Y qué pasa con aquellos dirigentes políticos que callan o disimulan esa situación? Paradójico que vean la paja en el ojo ajeno, y no la viga en la suya. En estos tiempos, este fascismo, ni vencerá ni convencerá.

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