La cuarta pared

El gramaje del cartón

No existen normas que regulen el gramaje del cartón, la superficie mínima de los solapes o el grosor de la manta

En estos fríos meses de invierno, en los que casi todos nos pasamos el día deseando llegar a casa para pegarnos a la estufa, el radiador, la mesa camilla o la manta de algodón de turno, el confort en el hogar se manifiesta con especial relevancia a pesar de tratarse de uno de los temas principales de la vivienda. Aislantes térmicos de lana de roca, sistemas activos de climatización, estrategias de diseño enfocadas a orientar los huecos a las fachadas perfectas para conseguir la luz ideal en invierno y en verano, cubiertas vegetales con una capa de tierra de 60 cm que, por sí sola, resuelve toda la inercia térmica necesaria para cualquier cerramiento, y un sin fin de soluciones constructivas y múltiples estrategias de arquitectura que hacen de la vivienda una máquina de habitar.

Ahora bien, todo este compendio de condiciones, amablemente recogidas en el Código Técnico de la Edificación con una cantidad ingente de normativas que buscan el bienestar del usuario, se convierten en papel mojado, incluso con agua fría, para aquellos que sus prestaciones térmicas se ven reducidas a un cartón tirado en el suelo. En estos casos, no existen normas que regulen el gramaje del cartón, la superficie mínima de los solapes o el grosor de la manta. En estos casos, todo vale.

Es curioso ver cómo la mayoría de administraciones, preocupadas únicamente por su propia responsabilidad en el cumplimiento normativo, solo prestan atención a lo que pone en un papel obsoleto redactado en 1998 sin preocuparse por la realidad física de cada situación. Los promotores, solo miran cada céntimo que puedan ahorrar en la construcción para ajustar sus márgenes de beneficios. Las constructoras buscan soluciones sencillas y baratas que no les provoquen problemas. Y las aseguradoras, a pesar de enviarte una amplia póliza por correo, siempre buscan la excusa perfecta para echar balones fuera y no reparar una gotera en el muro que llena de humedad el ambiente del salón. Pero a ninguno le interesa el gramaje del cartón de aquel que, lamentablemente, tiene que dormir en la plaza más céntrica de la ciudad. Nadie va a sacar dinero de esta persona, así que, su confort térmico no le importa a nadie. Solo a él que, a falta de cuatro paredes y un techo para calentarse, termina optando por vino tinto de cartón y colillas de cigarros recogidos del suelo para pasar las frías noches de diciembre acompañado lomo con lomo con su mascota.

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