Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

Las miradas de Garci

Garci nos descubrió lo grande que era el cine: lograba que su mirada se convirtiera también en la nuestra

Garci, José Luis Garci, cumple 80 años y anda haciendo bolos y dando entrevistas. El otro día le hacía a Braulio Ortiz en este periódico un balance preciso: “No he hecho ninguna obra maestra, pero tampoco ninguna película mala”. No le falta razón. Nada de Garci se puede colocar a la altura, por no salir de España, de El verdugo o de Los santos inocentes. Aunque fuera el primer español en recibir un Oscar, por la olvidable Volver a empezar, y tenga una de las carreras más sólidas y ricas de la cinematografía que se ha hecho en el país. Él retrató como nadie las expectativas de los que vivieron la Transición, desde la ilusión al desencanto, en una trilogía cuya visión, todavía hoy, sirve como un documental preciso. No sobre los hechos de su época, pero sí sobre los sentimientos. Asignatura pendiente, Solos en la madrugada y Las verdes praderas, estrenadas entre 1977 y 1979, explican mejor que muchos libros de historia a los españoles que se sacudían como podían la caspa de la dictadura e intentaban recuperar el tiempo perdido, pero que muy pronto comprobaron que todos sus fantasmas seguían vivos.

Luego vino El crack, dos entregas de cine negro a la española en las que rescató al Alfredo Landa que estábamos acostumbrados a ver –calvo, bajito y cejijunto– persiguiendo suecas por Torremolinos en un detective privado –también calvo, bajito y cejijunto– con la fuerza en la mirada que sólo da el fracaso, en medio de un Madrid triste y apagado que no lograba iluminar las luces de navidad de El Corte Inglés. Luego vino mucho más, pero ya con otras lentes. Desde El abuelo, con unos Fernando Fernán Gómez y Rafael Alonso fijados para siempre en la retina de quienes la vieron, a You’re the one, desde Tiovivo c. 1950 hasta Luz de domingo. Y en todas dejó un sello personal que las hace reconocible desde el primer fotograma y escenas por las que merece la pena volver a ellas.

Pero para mi generación, para los españoles que vivíamos la adolescencia mientras el país se adentraba en tiempos nuevos, Garci será para siempre el que nos enseñó lo grande que era el cine. Cada lunes por la noche, en la Segunda Cadena, descubría un clásico y lo envolvía en un coloquio que era una clase magistral que no se daba en ninguna facultad. Por allí pasaban sus grandes mitos, que pasaron a ser también los de los que pos poníamos delante de la tele. Hitchcock, Ford, Wilder... Logró, con sus compañeros de tertulia, que su mirada fuera, ya para siempre, también la nuestra.

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