Un nocevo pictórico

Sl norte del país galo, en la zona de la vieja Normandía, encontraran esa pasividad agradecida, tan saludable...

En una colina escarpada de Trouville se escucha un rumor incesante, a modo de suave acantilado, y sentado sobre la tierra seca de la tarde, la brisa que lanza el mar acaricia el rostro. Al fondo se vislumbran los colores de la arena. Y el agua llega hasta el horizonte. Un cálido marrón, azul y amarillo. La hierba bajo los pies y, algo más allá, sin apenas levantar la vista, una pequeña cabaña en la que asoman dos chimeneas. Un paisaje digno de admirar durante un largo instante, tanto como cuando se busca tranquilidad.

Si viajan a la villa cuyo nombre arranca en estas líneas, al norte del país galo, en la zona de la vieja Normandía, encontraran esa pasividad agradecida, tan saludable y comestible. No obstante, si el tiempo no les deja, o el yugo de la economía se lo impide, reconfórtense reviviendo esas mismas sensaciones, idéntica estampa impresionista, en un cuadro del pintor Monet.

Esta entrada pictórica ayuda a introducir, desde la lejanía y salvando todas las distancias posibles, y aquellas otras imaginables por mentes perversas, un pensamiento, o tal vez un sentimiento de aquietamiento, similar en origen al antes descrito y que acompaña desde hace semanas, como musiquilla acompasada y cadenciosa, cada vez que aterriza cualquier noticia -leída, vista o escuchada- sobre la pesada, interminable y adulterada posición del gobierno de la Generalidad de Cataluña que nos ha colonizado, y nos contraría, desde hace unas semanas.

Invade nuestra conciencia, cuan vasto silencio, una perenne idea de apatía hacia los ciudadanos catalanes, huérfanos de una real gobernanza sin sonrojo del "más honorable". Nos embriaga de los miembros del "Govern" tan grande remanso de contradicción, incoherencia y pasividad democrática, la pasmosa inactividad que inunda su actuación resulta tan incomprensible como reprochable. Al final, y por donde se mire, es su culpa, su única culpa. Está acongojado hasta el más digno portador de horchata en sangre, asustada hasta la sombre del destripador, el malvado Jack. Y el común de los mortales, aquí seguimos divisando, cual prodigio cervantino, el cadente trote hacia no se sabe dónde, divisando las aspas mortíferas de la rebelión, maldiciendo a la sinrazón de dirigentes que toman el poder sin filtro alguno, mucha osadía o locura, e indolentes ante el mal que esparcen. Tal vez sea el nocevo lo que nos lleve a decir lo dicho, o puede que no.

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