¿Por qué nuevas elecciones?

El hartazgo por la incompetencia del actuar de la clase política dirigente, y más concretamente de la nacional, es ya mayúsculo

Leía la entrevista que hicieron a Pérez Reverte con motivo de su nueva novela, "Sidi", y, en ese mismo instante, conocíamos todos -más bien constatábamos, tras los previos y previsibles "colloquium interruptus" de la investidura- la nueva convocatoria de elecciones generales. Nos obligan a pasar otra vez por las urnas, y hablo de nosotros, no en tercera persona del plural, porque los perjudicados y damnificados por dicha decisión se vive en primera persona, es decir, nosotros. De repente, como "revertiano" lector que soy, me vino a la mente un pasaje de otra de sus obras, "El pintor de batallas". No aquél en el que se dice que sobrevivir donde otros no lo consiguieron implica cierta clase de vileza, no, sino aquél donde comparaba la fotografía de guerra con el ajedrez, afirmando que donde algunas personas ven lucha, dolor, belleza o armonía, otros solo contemplan enigmas combinatorios. Pedro y sus combinaciones, pudiera ser. Estas votaciones no son, como siempre gusta decir, la fiesta de la democracia. El hartazgo por la incompetencia del actuar de la clase política dirigente, y más concretamente de la nacional, es ya mayúsculo. Lo repito a menudo, y seguiré haciéndolo. Sufrimos las incomprensibles, insoportables e inaceptables actuaciones de los "párvulos" de dicha clase. No saben hablarse, escucharse, comprenderse, negociar o acordar una simple elección de Presidente, cuando se supone que el arte, secreto y único quehacer de la política es, precisamente, eso, no hay más. Las pruebas los delatan, son incontestables. No hay nada más que oír a Sánchez hablar de sus desvelos nocturnos cuando pensaba en un gobierno de coalición con Podemos -dixit-, aunque fue él mismo quien se lo ofreció, progresistamente, por supuesto. Otra evidencia, y continuando ese idilio progre, es el despechado Iglesias, ambigüedad pura entre sus palabras y hechos, entre su teórica ideología y su práctica diaria. O, también, la escucha de Rivera, cuando, en tiempo de descuento enmienda la plana de su "no es no" a Sánchez, queriendo tapar las vergüenzas de su rechazable cerrazón de los últimos meses (¿dónde quedó su centrismo?). Metan a Casado y compañía en el saco, porque me quedé sin espacio en estas líneas. Termino hablando de democracia, y lo hago comprando el razonamiento hecho pregunta días atrás por el economista Bryan Caplan: ¿por qué hay tanta ineptitud en la política si los votantes somos tan listos? Les pillé, ¿verdad?

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