Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
Almería, de la que tanto nos enorgullecemos, se encuentra a la cabeza de Andalucía en lo que a denuncias de odio se refiere. El galardón no debe hacernos demasiado felices, pienso. El saber que estamos entre las diez primeras provincias de España en ese apartado nos debería hacer pensar que en algo nos hemos equivocado. No es fácil de explicar ese odio que dicen las estadísticas tenemos los vecinos de esta provincia, pero esconderlo, no hablar de ello, no nos hace ningún bien. A los problemas hay que plantarles cara, saber por qué se han producido y quién los ha creado, si es que a alguien podemos echar la culpa. El silencio sobre el odio no nos ayuda, esconder la realidad de lo que se está viviendo en la provincia tampoco. Y no creo que sea para sentirse orgullosos de la medalla que nos han colgado a los almerienses. Llevamos desde el año dos mil no queriendo ver lo que ocurre a nuestro alrededor. La sociedad está cambiando, y nos está obligando a nosotros a hacerlo con ella. Lo que no sabemos es si ese cambio que se viene produciendo especialmente en barrios, pueblos y localidades agrícolas, es para bien o para mal. Nadie puede alegar que el ciudadano almeriense ayer no odiaba, y que de la noche a la mañana se ha convertido en el más odiador de toda la sociedad, estando a la cabeza en lo que a denuncias se trata en ese nada agradable capítulo; reitero, y habrá que hacerlo siempre que se pueda, estamos entre las diez provinciales de España y somos la primera de Andalucía. Lo que no deja de ser un duro galardón. No creo que todos los denunciados por odio sean de los llamados fachas o de extrema derecha. Sería dura una conclusión así, por lo que no estaría mal que los padres de la patria, en vez de esconderse en tópicos más o menos manidos, hablaran claramente de las causas que están llevando a que se esté produciendo ese canal de denuncias que nos lleva a puestos de la comunidad y de la nacional que no nos llenan de orgullos a los ciudadanos de esta provincia. Cerrar los ojos ante esa realidad que se está viviendo no lleva a esta sociedad a puerto alguno, y menos, seguro. Y deberían ser los políticos de todos los partidos los que se tomaran en serio los datos conocidos. Alguien dijo que hablar de un problema suele acabar con una parte importante de él. Si es así, hablen pues, señores dirigentes, y háganlo sin miedo, sabiendo que tienen enfrente a gente que cada vez se va dejar manipular menos, que quiere conocer la verdad de lo que viene sucediendo y lo que le está llevando a ese odio del que se le acusa.
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