Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
Se ha dicho que ha sido el peor pregón de la historia dedicado a la feria de Almería. No sabría decirles si es así, no he escuchado los anteriores, por lo que no me atrevo a avalar que estamos ante el peor, o el más malo de los dedicados a las fiestas de Almería. Las comparaciones son odiosas, y los que nos dedicamos a escribir lo sabemos. He buscado el pregón en Interalmería, y lo he escuchado un par de veces. ¿Me ha gustado? El pregonero estaba nervioso durante los primeros minutos, seguro que el pánico escénico que a todos nos ha entrado en algún momento antes de entrar en materia lo sentía en toda su plenitud.
La imagen que nos ofrecía Vicente ante la puerta del real era la de un joven al que le podía la responsabilidad. No estaba ante su público, el que forma una juventud que vive, piensa y se mueve como él, estaba ante una multitud de ciudadanos, la gran mayoría de cierta edad, a los que los nuevos modelos de humor no les hacen demasiado tilín, como me decía una amiga que estaba presente y que no aguantó más de diez minutos. No era el clásico pregón de unas fiestas, en el que todo son alabanzas y loas a la ciudad, a la gente, a la historia y a las costumbres. Y, sin embargo, si las analizas, Vicente estaba hablando, en el nuevo lenguaje de nuestra juventud, del amor que él siente por esta tierra, la suya, por el orgullo que tiene por ser de Almería. Pero es su manera de decirlo, son sus palabras, no las nuestras y las que hemos escuchado en otros oradores cuando se referían a Almería.
Vicente me pareció una persona entrañable, con cierta candidez a la hora de expresar sus sentimientos, con nervios, errores como humano que se ve ante cientos de personas que están pendientes de lo que dice, y por qué no, con el miedo a los focos y a las cámaras que lo siguen y lo van a ofrecer al resto de los almerienses. No es el pregón que esperaba de la feria. Los que vestimos muchos años de almanaque no estamos acostumbrados a las palabras de Vicente Martínez, y el pregón nos deja algo perplejos cuando lo oyes por primera vez. Tienes que acercarte a la imagen de Vicente, a sus manos y sus ojos cuando habla de lo que siente por su tierra para darte cuenta de que este joven almeriense no solo la quiere, sino que también se siente orgulloso de ella. Soy de los que no entienden el actual humor, lo siento y lo reconozco, no tengo ni idea del kebab a las cinco de la mañana, ni sé a qué venía, pero debe tener alguna explicación.
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