Francisco Bautista Toledo

La razón Monárquica

Reflejos

22 de mayo 2024 - 00:00

Cuentan que el general De Gaulle, tras acceder a la Presidencia de Francia en 1958, estuvo tentado en restaurar la monarquía en su país. En ese intento se fijó en el Conde de París, heredero del rey Luis Felipe de Orleans. Mas no llegó a convencerse del todo, sea por no querer identificarse este aristócrata con los principios que iban a sustentar el nuevo régimen, por su indecisión, o el estado de la opinión pública sobre esta forma de gobierno, percibido por el astuto general francés.

Otra idea similar surgió en la mente del socialista portugués Mario Soares, aunque no en forma de restauración, sino como incorporación de un símbolo histórico en las instituciones de la República lusa, cuando se acercó a don Duarte Pío de Braganza, otorgándole un significado especial en las instituciones, delegando funciones circunstanciales de relaciones culturales internacionales con el mundo lusófono.

Y así son muchos los ejemplos que se observan en repúblicas que tuvieron reyes, donde se les da un trato especial de respeto, y reconocimiento, a los herederos de los tronos desaparecidos.

Actualmente la Monarquía no supone el ejercicio efectivo del gobierno de una nación, su misión es representativa, de boato y prestigio en algunos países, en todos de unidad e identidad nacional. El monarca moderno no decide en cuestiones de Estado, ni dispone medida de gobierno alguna, es una referencia, un símbolo.

La Monarquía constitucional y parlamentaria, significa la pervivencia de la continuidad histórica de una comunidad, identificada con un territorio o nación. Es una identificación de un pueblo con sus antepasados, gestas y sufrimientos, sustento de la razón de su unidad. El verdadero poder recae en el Primer ministro, Presidente de Gobierno en España, quien es el que ejerce el poder ejecutivo, con todas sus responsabilidades. En realidad actúa como Jefe de Estado temporal del Reino, acompañado por la figura simbólica institucional del Rey. El protagonista de la actividad política, y poder ejecutivo de un Estado, es el Primer ministro, que responde, y está sometido, ante el Parlamento, y al igual que el Monarca, a la Constitución. Ambos, como todos los ciudadanos, deben acatar los principios constitucionales, procurar hacerlos cumplir en el caso del Primer Ministro, y en el del Rey, utilizar su influencia moral de referencia para los poderes del Estado que denuncien su incumplimiento.

Una república presidencialista constituye una Jefatura de Estado que ejerce el poder efectivo, y en algunos casos casi autocráticos, aunque sea de forma temporal. Carece de un contrapeso.

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