El triunvirato impostor

El galerista es personaje de poder absoluto, que usa al artista y estafa al comprador incauto

En la escena oficializada del arte contemporáneo actual hay un trío de actores –galerista, artista y coleccionista- que mueven los hilos del poder de un mundo ideológico fundamentalista, impermeable y antidemocrático. El galerista, figura evolucionada y degenerada del antiguo marchante decimonónico, es el personaje de poder absoluto, que usa al artista complacido y estafa al comprador incauto. Suele presentarse a sí mismo como una suerte de mecenas o filántropo -que protege a sus artistas, difunde y posiciona sus obras- y como un vendedor responsable que asesora honesta y culturalmente a los coleccionistas, para venderles obras de valor que a no dudar perdurarán y se convertirán en legados fundamentales para la sociedad. Al desaparecer los certámenes públicos de libre concurrencia como las Exposiciones Nacionales y otros, donde los artistas presentaban sus obras y eran seleccionados y premiados por jurados competentes del gremio, algunos galeristas supieron acuñar un nuevo espacio donde ellos tienen todo el poder de decisión. Las ferias de arte, ingenuamente institucionalizadas a la postre por el poder político, son el coto privado de estos vendedores, el cortijo particular donde se reservan todo derecho de admisión. En España, ARCO es el ejemplo paradigmático en las últimas décadas. Los galeristas que a ella pertenecen suelen ponerla como el filtro indispensable para distinguir lo bueno de lo malo, lo contemporáneo de lo desfasado, lo lícito de lo impostado. Su discurso legitimador manifiesta a las claras que al margen de su feria no existe arte reseñable y que el coleccionista o institución que no les compre a ellos obras de los artistas a los que representan está tirando el dinero, dilapidando tontamente su patrimonio y quedando en ridículo ante las próximas generaciones. Los compradores que aceptan el aparato oficial y creen este discurso perverso –y se rascan habitualmente el bolsillo tras ser asesorados por estos médiums “infalibles”- suelen recibir premios “institucionales” de este gremio de galeristas mafiosos, haciéndoles creerse personas importantes, cuyos nombres serán recordados en el palmarés del coleccionismo patrio, salvadores del arte de una época. Los artistas seleccionados, los que han sido admitidos al interior del círculo cerrado, están aleccionados y encantados, muy conscientemente, de pertenecer al grupito corrupto y totalitario, y no dudan en producir servil e impostadamente una obra con las características de “modernidad” y “concepto” dictadas por el vendehumos.

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