Tribuna

Rubén Martínez Reche

Profesor de Lengua Castellana y Literatura

Mirar con nuevos ojos

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Mirar con nuevos ojos

Adiós, pequeño" es una celebración de la vida y una historia de amor. Decía el poeta austriaco Rilke que "la verdadera patria del hombre es la infancia" y precisamente lo que el escritor y periodista Máximo Huerta pone en nuestras manos con su nueva novela es un viaje de vuelta a su infancia en busca de unas señas de identidad propias, y por extensión en busca de las claves identitarias de toda una generación de posguerra.

La obra, galardonada con el Premio de Novela Fernando Lara 2022, está calificada por el propio autor como su mejor novela (Máximo Huerta tiene nueve novelas publicadas que constituyen excelentes trabajos como "La noche soñada" o "Firmamento", por citar alguna). En esta ocasión nos presenta una novela única que, según el propio autor nos advierte: "no podré volver a escribir".

"Mi madre habría sido más feliz si yo no hubiera nacido". Así comienza con desgarradora sinceridad el testimonio de alguien que se enfrenta a una durísima verdad, la de su propia vida. A la vez que cuida de su madre que está enferma, el pasado se entremezcla con el presente, y la memoria aflora con sensaciones encontradas, con grandes momentos y también con silencios y con vacíos que son difíciles de llenar. Todo ello con un gran talento para la observación ("Todo lo que se mira con intensidad se hace interesante" afirma Gustave Flaubert en una cita recogida en la novela).

La trama argumental se desarrolla en Buñol, la localidad valenciana donde se desarrolla su infancia, y está acompañado como "confidente" por su vieja mascota, una perrita leal y encantadora. A través de la narración seguimos al autor en un flashback para conocer la génesis de su vida y la de su familia "que intenta ser feliz a pesar de todo". Nos encontramos con unas memorias en las que también hay que leer entre líneas para comprender secretos y episodios sin resolver.

"Adiós, pequeño" son unas memorias marcadas por situaciones en ocasiones dolorosas, por silencios que evidencian muchas realidades, por temas prohibidos pero sobre todo encontraremos implícito mucho amor por la vida.

Todo ello con un estilo que desborda sensibilidad, belleza y que hace que nos emocionemos con una historia tierna, sincera y profunda, escrita con una prosa elegante y desnuda de artificios que cautiva al lector desde las primeras líneas.

En definitiva, es una novela que rezuma verdad y ternura. Un viaje al pasado que, en la secuencia de los recuerdos, deparará revelaciones impactantes. Una reconstrucción de su infancia, una revisión de la relación que tuvieron sus padres entre ellos mismos y también sobre la relación que el propio autor tuvo con sus padres. Máximo Huerta nos presenta la historia de una felicidad frágil, de un pasado puesto en tela de juicio donde no todo es lo que parece: "Los paraísos, son muchísimo más bellos en la imaginación. Eso nos salva" (p. 239)

Por todo ello, recomendamos la lectura de esta novela en la que encontraremos la magia de lo cotidiano donde el autor desnuda su intimidad y nos obsequia, con belleza y ternura, construyendo el retrato de un país y una época desde su propio universo familiar. Esta gran historia estaba muy cerca, muy próxima. Se encontraba en la propia piel de Máximo Huerta, y sólo ha tenido que pararse y hacer una introspección con ritmo lento y excelentes dotes de observación. Porque, tal como dice una cita de Marcel Proust que cierra el capítulo 82 de la novela "El único verdadero viaje de descubrimiento consiste no en buscar nuevos paisajes, sino en mirar con nuevos ojos".

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