La tribuna

Feudalismo y absolutismo, cada vez más cerca

Feudalismo y absolutismo, cada vez más cerca
D.A.

Cuando en los años cincuenta íbamos al cine, recuerdo aquellas terrazas de verano, con los asientos mojados, alguna que otra chinche y, sobre todo, con aquellos bocadillos de jamón, observábamos con atención a la vez que, con jolgorio, cuando le “sacudían” al bufón (casi siempre un enano), porque el condesito, había hecho alguna putada. Era la época en la que se nos empezaban a hablar en la escuela del Museo del Prado; y algunos, - realmente pocos - comenzábamos a interesarnos por el arte en una época en la que la necesidad de la cuchara, en algunas capas de la sociedad que aún no había logrado despegar, superaba con creces a la de la brocha. Accedimos a conocer los cuadros del Prado en unas láminas que, desde el ministerio de Educación Nacional - entonces se llamaba así - habían enviado a las escuelas donde, unas veces iban directas al cajón y allí dormirían el sueño de los justos; y otras, cuando el maestro tenía inquietudes, se abría un futuro de imaginación y cultura para los – pocos desgraciadamente – que queríamos seguir entre libros muchos años. De esa forma, descubrimos a la enana “Maribárbola” (María Bárbara Asquín) y a Nicolasito Pertusátulo, cuando observando “Las Meninas” de Velázquez, nos decían que era el cuadro más caro del mundo. De esa forma, tuvimos acceso visual – en láminas, obviamente – a los bufones de Velázquez, “Calabacillas”, Sebastián de Morra “El Primo”, “Barbarroja”, El niño de Vallecas y Diego de Acedo “El Bufón con libros”, todos ellos de la corte de Felipe IV y uno muy famoso incluso por su tamaño, cual es el denominado cuadro del enano “Bartolillo”, pintado por Juan de Van der Hamen, que debió de pertenecer a las cortes de Felipe III y su hijo Felipe IV; todos ellos pintados en cuadros individuales permitiendo observar cómo eran aquellos personajes, a veces, importantes en la corte, desde los albores de la Edad Media, hasta la llegada de los Borbones que, con Felipe V, acabaron con la costumbre. Pues bien, a todos estos personajes, desconocidos la mayoría, que comenzaron en toda Europa a finales del siglo XV reinando en España los Reyes Católicos, y a los que se llamó en el argot de la villanía, sabandijas palaciegas, en un claro error de concepto pues fueron, sin duda, personajes de importancia a partir del siglo XVI. Y bien, algunos de Vds. se preguntarán: ¿A qué viene hogaño, tanto preámbulo, sobre cuestiones de ataño? Pues viene a que si observamos lo que está acaeciendo recientemente en la corte madrileña – no la real, sino la plebeya, vamos, ¡la que corta el bacalao! – la historia se repite, al haber personajes, de gran importancia – temporal, que no perenne – a los que se está enviando al trullo, cuando hace, apenas unos meses, eran agasajados por el señor feudal e incluso disfrutaban de prebendas, dinero y licencias de uso y disfrute propios de las bacanales romanas, alternando los despachos oficiales con los Paradores de Turismo que Fraga incluyera en el patrimonio nacional, a los que convirtieron de vez en cuando en el Mesón de las Ofensas (que dijera Quevedo) o en garitos como la Venta de Viveros, con traslados previos del puterío, en furgonetas y no en carros (según dicen). Naturalmente, el señor feudal, ante el trasiego intrascendente, pues el golferío, considerado ya como habitual en esta España deshonrada y putrefacta por la corrupción que la aqueja, es inocuo, la ha tomado con todos los personajillos de la corte plebeya; no de la noble, hoy afortunadamente reformada, aunque hasta hace bien poco se había destacado por el hábito desmesurado en el uso de la cama y la escopeta, que a lo largo de la historia, ejercitaran los Borbones; y aun siendo de estatura normal y no actuar, - en teoría - de bufones, aquellos, están pagando el pato; y no porque sean inocentes, sino porque para evitar la ampliación de las responsabilidades, están siendo usados como “Capaputas” que es lo que se solía hacer en el siglo XIX e incluso principios del XX, para tapar los excesos, debilidades o devaneos del amo; unas veces, casándolos con las extraviadas y otras, comprándoles una casita en el pueblo de al lado. Y ahora, adjudicándoles el “marrón” en exclusiva, los están enviando al trullo y que se busquen la vida, con una manta, un cartón de Ducados y una palmadita en la espalda, ¡Hasta luego Lucas! ¡AY! Con este PSOE; Lo que nos vamos a reír.

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