La tribuna

El rey emplazado

El rey emplazado

No se trata del rey Juan Carlos –al que suele otorgarse el carácter de emérito, si bien la regulación legal le concede vitaliciamente, de modo honorífico, el título del Rey, con el tratamiento de Majestad–, ni de su hijo Felipe –título de Rey de España, con el mismo tratamiento de Majestad–, sino de Fernando IV, de la dinastía Borgoña, cuyos monarcas se sucedieron desde 1126 hasta 1369, año en que Pedro I fue asesinado por su hermano bastardo Enrique II, que instaura la dinastía Trastámara.

Transcurrió el reinado de Fernando IV, con mayoría de edad, de 1301 a 1312, aunque la muerte de su padre, Sancho IV, el 25 de abril de 1295, hizo que Fernando fuese rey niño, con minoría de edad, cuando tenía nueve años, pues nació el 6 de diciembre de 1285. Las tutorías del rey, hasta su reinado efectivo, fueron causa de repetidos e intensos enfrentamientos, en los que hubo de intervenir frecuentemente doña María de Molina, madre del monarca. Algunas razones de esas disputas derivaban un conflicto sucesorio.

Alfonso X el Sabio, abuelo de Fernando IV, tuvo como hijo primogénito y heredero al trono a Fernando de la Cerda, que murió con diecinueve años, en 1275, en una batalla frente a los invasores benimerines. De acuerdo con el derecho castellano sostenido en la costumbre, fallecido el primogénito, los derechos sucesorios correspondían al segundogénito, que era Sancho IV, padre de Fernando IV. Alfonso X, sin embargo, introdujo en la regulación de Las Siete Partidas, a estos efectos, el derecho romano privado, por el que la sucesión debía corresponder a los hijos de Fernando de la Cerda, el mayor de los cuales fue Alfonso de la Cerda. Buena parte de la nobleza, las ciudades y la Iglesia apoyó, en cambio, a Sancho IV, que fue coronado el 30 de abril de 1284. Y Alfonso de la Cerda, su sobrino, participó en los levantamientos que tuvieron lugar durante la minoría de edad de Fernando IV, su primo.

La historia, entonces, se configura con evidencias incontrovertibles, pero asimismo influyen hechos no tan evidentes, que conducen a interpretaciones más o menos juiciosas, e incluso a leyendas, atractivas en su relato y poco fehacientes. Tal es el caso de la muerte de Fernando IV, que, en el último año de su reinado, 1312, dispuso la ejecución de dos hermanos, apellidados De Carvajal, por haber asesinado, en Palencia, a Juan Alonso de Benavides, privado del propio rey, cuando salía de una posada y aparecieron, de manera sorpresiva, dos hombres embozados que lo apuñalaron. Probablemente, los hermanos De Carvajal fueron acusados por algún enemigo, sin pruebas evidentes de la autoría del crimen. El modo de darles muerte consistió en encerrar a cada uno en una jaula de hierro, con muchas puntas afiladas y cuchillas en su interior, y arrojar las jaulas desde la cumbre de la Peña de Martos, donde está situado el castillo, para que rodaran por la ladera, entre riscos y peñas. Los hermanos, convencidos de su inocencia, de la que ponían a Dios por testigo, emplazaron al rey para comparecer ante el Tribunal de Dios en el plazo de un mes.

Tras el ajusticiamiento, el 7 de agosto de 1312, el monarca, que pretendía acudir al cerco del Alcaudete, se encontró bastante mal y decidió ir a Jaén, donde falleció el 7 de septiembre, aunque nadie lo vio morir, con veintiséis años, un mes después de disponer la muerte de los hermanos De Carvajal y ser emplazado por estos ante la justicia divina. Reaccionó el rey con cólera tras el asesinato de su cercano Juan Alonso de Benavides y le bastó la sospecha para dar muerte a esos dos hermanos, que eran caballeros de la Orden de Calatrava y vivían en Martos, cuyos vecinos lloraron su ejecución en el llano donde se congregaron ante las jaulas que contenían los despedazados cuerpos de los De Carvajal –un monumento, la Cruz del Lloro, lo recuerda en esa localidad–. Si bien el rey mejoró, para descrédito de los agoreros, de la enfermedad que lo llevó a Jaén, el día de su muerte no despertó de la siesta a la que se echó cumplido el mes.

Leyenda parece, pero la historia puso título de Emplazado al rey Fernando IV.

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