Ya escribí sobre la utopía de lo imposible, y recibí improperios, incluso ofensivos. El estado de bienestar, un intento loable de las democracias occidentales, tiene una tara congénita, su supervivencia se basa en la recaudación procedente de los impuestos directos e indirectos a los ciudadanos, ya que las cotizaciones empresariales, terminan por ser insuficientes - decir lo contrario, en mentir a sabiendas – y el impuesto directo tiene siempre un límite y muy diferente según el país en que se aplica; pues su cuantificación, depende de los avatares de la economía en razón a la situación sociopolítica del país sometida, tanto a la inflación como a las crisis económicas del comercio mundial, máxime en un mundo globalizado cual el actual. Y aun, cuenta con un problema más, toda democracia, tiende a que la espiral de los impuestos es como un tornillo sin fin en el que el número de vueltas de la rosca helicoidal que recorre el vástago del tornillo que se aloja en el seno de la tuerca siempre tiende al infinito; y por muchas vueltas que le añadamos, siempre continuará enroscándose, mientras la tuerca lo admita. Y eso, aunque sea una cuestión debatida a diario, siempre que manda la izquierda parece que no tiene fin. La capacidad impositiva tiene un límite, al llegar un momento en el que el ciudadano ya no puede soportar más carga y que las empresas dejan de ser competitivas y la inversión decae hasta desaparecer; y en ese momento, solo cabe una posibilidad ¡la inflación! que es la única forma de aumentar la recaudación, llegando con ello a la inflación galopante que ocasionaría el crack de la economía del país. En tal situación, es necesaria una fuente de ingresos que no tenga su origen en el trabajo del individuo (IRPF) y se pueda obtener de la nada sin coste; hablamos de un ingreso cual el maná bíblico en que la materia prima no implique más coste que la extracción, los ejemplos más claros son: el turismo y la riqueza del subsuelo; ambas por no tener costo material, sino solo de explotación o extracción. El estado del bienestar, está igualmente sometido a dos tendencias históricas, la disminución de la natalidad y las jubilaciones anticipadas, dos problemas más con los que se encuentra el equilibro impositivo necesario para su cuantificación pues el ciudadano, cuanto mejor vive, más tiempo exige para el ocio y admite menos obligaciones como significan los hijos; y para la creación de riqueza donde radica la base impositiva, el país necesita de la inmigración y un tiempo para adaptarla, pues la preparación del inmigrante es siempre inferior a la del país receptor, lo que exige una carga impositiva adicional para preparar a los recién llegados en un país donde ya existen unas cargas pasivas improductivas y onerosas que previamente se han ganado el derecho. Eso la mayoría de las veces, exigirá la ampliación de la edad laboral. Ahora Alemania, uno de los fundadores del invento, se ha dado cuenta y el 1 de septiembre el canciller Friedrich Merz declara insostenible el actual estado de bienestar, nombrando una comisión estatal que habrá de formular antes de fin de año, una propuesta que permita financiar las prestaciones, reformando la SS, el paro y las pensiones. La única condición que se ha impuesto a la comisión es la de que no haya aumento de impuestos a las empresas pequeñas y medianas, lo cual es utópico. Fuera de la salud, la jubilación y la enseñanza, el resto de ventajas que ofrece el estado del bienestar, cambia según el país y sus circunstancias y, para conseguirlas, los gobiernos en manos de una izquierda irresponsable, se han endeudado hasta cifras imposibles de atender. España, endeudada hasta el 112% del PIB, es un ejemplo en el que los ignorantes que creen en los falsos profetas de la izquierda, se obnubilan cuando les ofrecen un paraíso ilusorio y le ocultan un futuro desastroso para sus descendientes. Y así, mientras unos prometiendo lo imposible, gozan de jets privados, palacios y lacayos, sus tontos útiles, han de arrastrarse soñando con que un día, podrán volar en alfombras mágicas pues ignoran que: “Sapientia semper stulto prohibita erat”.