Reencuentro de los hijos e hijas de Alhama de Almería que vivieron el ocaso de los parrales
Alpujarra
Un pequeño grupo del más de medio centenar de niños y niñas de la generación del 80 se han dado cita en su pueblo natal casi medio siglo después para recordar los lazos que les unen
Comida cultural de ‘El Eco de Alhama’ para celebrar sus 30 años
Dice 'La última canción', tema que cierra el miniLP 'El Duelo', disco de despedida de Duncan Dhu como formación allá por 2013, "que los recuerdos envejecen con arrugas bellas". Y sin que influya el hecho de que la banda de pop rock español de Mikel Erentxun y Diego Vasallo sea mi grupo favorito, debo confesar que tiene tanta razón como humanidad porque el devenir vital, esa alocada e imprevisible carrera por vivir y disfrutar de la estancia en este planeta llamado Tierra el máximo tiempo posible, te lleva a experimentar vivencias con multitud de personas que terminan marcándote y forjando tu personalidad.
Y ese lento e inexorable languidecer se traduce en arrugas que comienzan a acompañarnos mientras acumulamos recuerdos. Las mismas que he podido percibir en las caras de los niños y niñas con los que crecí en Alhama de Almería en los años ochenta, una década dura e implacable en muchos aspectos, y con los que he tenido ocasión de volver a departir, reír, recordar y soñar en un emotivo y necesario reencuentro. 'El Totó', 'El Perolo', El Koki, 'El Zombi' o 'El Lagarto' no les sonarán de nada. Son los motes de algunos de los niños con los que crecí en ese pueblo que es puerta de la Alpujarra Almeriense y que sigue siendo el hogar de muchos de ellos. Otros andan a caballo de Oviedo y Retamar como mi Marifrancis o por Jaén pero con residencia en nuestro pueblo como mi querida maestra Jenny. Con otros comparto hasta gentilicio de roquetero, como Juanma. Aquí o allá pero siempre con Alhama en el corazón. Con nuestros recuerdos a maestros que supieron enderezar ese arbolito que no paraba de crecer como Doña María Teresa o Don Cecilio y con las vivencias de aquella adolescencia marcada por la calle, las Derbi Variant y la nula (y bendita) ausencia de los teléfonos móviles. Nuestros recuerdos están en nuestro imaginario, no en pantallas OLED de smartphones tan grandes y versátiles que amenazan con acabar con esos abrazos y besos.
Los mismos que nos hemos dado este sábado algo más de media docena de aquellos hijos e hijas de Alhama que vivieron el ocaso de los parrales. Porque la historia de Alhama de Almería no se entiende sin esa uva de Ohanes (conocida como "uva de barco") que a finales del siglo XIX permitió a esta localidad convertise en un importante centro de producción para la exportación internacional. La calidad de esta uva para resistir largos viajes marítimos la hizo famosa en mercados de todo el mundo, como Nueva York y Londres. Sin embargo, la competencia de nuevas tecnologías (frío industrial) y la falta de adaptación del sector provocaron su declive hacia finales del siglo XX, momento en el que los nacidos en el ochenta ya empezábamos a abandonar la adolescencia para convertirnos en hombres y mujeres anclados a responsabilidades.
Muchos llevábamos más de dos décadas sin vernos y hasta ha costado reconocernos porque a algunos la melena se le fue al otro barrio demasiado pronto y los golpes de la vida causan efectos colaterales que atraviesan el alma. Pero al recordar los nexos que nos unieron en parvulitos y las vivencias de los lustros siguientes hemos disipado de golpe esas lagunas. También ha habido momentos para, esta vez sí con los smartphones, presumir ya de las fotos de nuestros hijos e hijas, de sueños y proyectos alcanzados, y como no, de los recuerdos vividos décadas atrás que siguen pululando por nuestro imaginario y haciéndonos reír como si los estuviésemos viviendo en este mismo instante.
Allí estábamos, en el antiguo Paradise, ahora convertido en un restaurante italiano, en el que algunos se bebieron sus primeros copazos y que ahora no podían acabar con el último trozo de la pizza cuatro quesos. Algunos carpinteros, otros banqueros, otros docentes, otros funcionarios. Todos bregando para seguir viviendo y lo mejor, que nadie de aquel ramillete de alhameños y alhameñas de 1980 se ha despedido de esta aventura. Aquí seguimos y seguiremos. Dentro de un lustro tocará celebrar que somos cincuentones. Ojalá en vez de 15 seamos medio centenar. Las obligaciones y los compromisos pueden y deben aparcarse por un día para volver a estar con aquellos con los que crecimos, jugamos a los trompos, a las canicas, nos destrozamos las rodillas en la grava del Parque Nicolás Salmerón, corrimos por los pasillos del CEIP Inmaculada Concepción y nos dimos los primeros besos furtivos en la Cascada. Salud y energía para celebrar esos cincuenta, paisanos.
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