El Almería, a tres puntos del cuarto y con el pesimismo instaurado entre su afición

UD ALMERÍA | Contracrónica

El equipo sigue sin transmitir buenas vibraciones, con concesiones en defensa y un ritmo de juego cansino que aburre a sus seguidores

La UD Almería y Castore separan sus caminos

Luis Suárez, alma mater de este Almería con sus 25 dianas, protesta una decisión de Lax Franco ante el Racing de Ferrol / Javier Alonso

La situación que atraviesa la Unión Deportiva Almería es endiablada, tal vez porque las expectativas depositadas en el equipo nunca han ido acordes con la realidad futbolística. Con el objetivo prioritario del ascenso directo abortado desde hace varias jornadas, el Levante (segundo clasificado), está a 7 puntos de distancia con 15 por disputarse, el discurso del vestuario fue girando poco a poco hacia la meta de mínimos de meterse en la promoción, posiciones que lleva ya diez jornadas consecutivas sin pisar, pese a que el reciente triunfo ante el Racing de Ferrol ha permitido alcanzar al Granada en la tabla, si bien los nazaríes tienen el gol average particular ganado, al igual que ocurre con otros rivales directos como Real Oviedo o SD Huesca.

Los números, al menos hasta la fecha, cuadran, respaldados por un calendario benévolo en esta recta final, pero las sensaciones distan mucho de ser las mejores para luchar por volver a Primera División. El reciente encuentro ante el conjunto gallego fue la enésima constatación de que el equipo anda muy justo en todos los sentidos. La principal anomalía que salta a la vista es el escaso ritmo de juego con el que la UDA se desempeña en los partidos, un trote cansino que ante rivales de mayor nivel se hace insostenible. Desde la desafortunada lesión de Baba el centro del campo no funciona con ninguna de las combinaciones que ha probado Rubi hasta la fecha. La dupla Clua-Melero fue otro claro ejemplo de ello. Dominaron la media porque enfrente no había rival, pero ni distribuyeron con criterio ni frenaron las acometidas contrarias con solvencia. Hay varios compañeros dentro de ese vestuario que alucinan incluso con el escaso nivel del pivote catalán, único refuerzo del mercado invernal junto con el retorno de Lázaro Vinicius de su cesión.

Tal vez de aquellas tierras, de no reforzar la demarcación clave como la situación requería en el mes de enero, vengan estos lodos. El equipo no transmite sobre el césped y eso ha originado una brecha con su afición que empieza a ser insalvable. Dos señales no pueden pasar inadvertidas para los gestores del club: los poco más de ocho mil espectadores que asistieron a un choque clave para abrochar el play-off, en la que supuso la peor entrada del curso (muy baja pese a ser día laboral y venir de una suspensión), y el hecho de que los seguidores ya no le pasen ni una a jugadores que tienen señalados por su ínfimo rendimiento esta campaña. Entre los casos más paradigmáticos figura el de Lucas Robertone, uno de los capitanes del plantel, que fue silbado cuando entró al campo en sustitución de Nico Melamed. A lo largo del año tampoco se ha salvado del sonido de viento el extremo catalán ni el brasileño Lázaro.

A trancas y barrancas, con un esfuerzo titánico desde el cuerpo técnico para cerrar cicatrices entre un grupo que no se caracteriza por su gran unidad (Rubi dixit), la sensación que queda es que la agigantada figura de Luis Suárez, que por su carácter agrio no comulga con muchos compañeros de fatigas, es la que está sosteniendo al equipo hasta la fecha. Sin sus 25 dianas (con tres dobletes y un triplete ya facturado) a estas alturas el equipo estaría peleando probablemente por no pasar apuros clasificatorios. Es algo que escuece a algunos ahí dentro, pero con lo que tienen que convivir día a día.

Restan cinco jornadas para el término de la competición y tres de ellas (Eldense, Racing de Santander y Tenerife) se disputarán en el Estadio de los Juegos Mediterráneos, un fortín que da pie a la esperanza de al menos disputar ese ascenso vía promoción. La pregunta es, ¿dará el equipo entonces la de cal o la de arena? La respuesta se atisba imprevisible, dependerá en gran medida del pico de forma en el que se encuentre Luis Suárez y del grado de paciencia infinita que Rubi mantenga con unos futbolistas que siguen sin dar lo mínimos en función del salario que perciben.

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