Los chumbos reviven el paisaje característico del Campo de Níjar
Agricultura
La cochinilla del carmín arrasó con miles de chumberas en Almería, pero agricultores de Níjar apuestan por recuperar su cultivo con técnicas ecológicas y nuevos modelos de producción

La cochinilla del carmín llegó en 2007 a los campos de Almería para acabar con una de las plantas más icónicas de su paisaje. La plaga, que afectó a miles y miles de chumberas o paletas de toda la provincia y que provocó que disfrutar de un buen chumbo sea casi parte del pasado.
La situación no ha mejorado, porque la cochinilla llegó y lo hizo para quedarse. Por suerte, cada día son más los agricultores que la desafían y que apuestan por el cultivo del chumbo, que se ha convertido ya en un producto más de la producción de la agricultura almeriense.
Entre Jose y Martina suman en total más de 8 hectáreas y media plantadas de chumberas en San Isidro (Níjar), donde las cuidan con mucho mimo, incluso bajo el sol que abrasa los primeros días de julio, a la espera de que en un par de semanas terminen de madurar los chumbos y arranque la campaña.
Para Jose es su primer año de cultivo y, aunque es algo inusual ya que la producción empieza normalmente a partir de los tres años, espera recoger una buena cosecha de chumbo rojo ‘sanguíneo’ con una estimación de 4.000 kilos. Las chumberas, desde luego, están a tope. Esto se debe a un cuidado que guarda como secreto el “estrés de la planta”. “Quise hacer la prueba de tratar las pencas como si fueran sandías, y para conseguir un buen cuaje tuve que castigar la planta dejándola sin riego, así cuando ella detecta que va a morir empieza a echar chumbos que son sus hijos. Las plantas son como las personas, se acostumbran a lo bueno”, explica Jose.
Y es que, aunque tradicionalmente las chumberas son plantas de secano, estas ya están acostumbradas a recibir agua por riego. Desde mitad del pasado verano hasta el mes de enero estuvieron sin agua. Después empezaron a recibir agua de contenido salino y, más tarde, la de las primeras lluvias que fueron las causantes de la floración.
El trabajo del día a día en este cultivo “es muy sencillo y básicamente se trata de evitar que tenga cochinilla para que no se sequen”, según el agricultor. Agua, materia orgánica, y limpieza de las pencas con lavados de presión son algunas de las claves para que estas 450 pencas de cultivo ecológico luzcan a las mil maravillas. Además, se ha implementado la lucha biológica, que le está resultando muy eficaz en este último tramo.
Al cuidado de ellas, varios trabajadores -aparte de su dueño- que se encargan de limpiar y gestionar el terreno y que son parte del germen de este cultivo. Jose comenzó en esta andadura para mantener en activo durante el verano a parte de la plantilla que trabaja en sus invernaderos el resto del año, de manera que estos conserven su trabajo durante los 12 meses. “Los meses estivales la agricultura en esta zona está prácticamente parada y muchos trabajadores van a la calle”, explica.
Lo verdaderamente impactante llega con la visita a la finca de Martina. Más de 10.000 chumberas en ocho hectáreas, que forman un paisaje impresionante con el mar de plástico al fondo. Entre ellas espera su padre, José, que es un auténtico experto de la materia y el verdadero precursor de esta plantación. “Este proyecto lo tenía mi padre hace más de 11 años, y por fin decidimos hace tres hacerlo realidad para poder pasar más tiempo juntos”, explica Martina.
Hasta cinco variedades distintas, que van desde las más tardías como la mejicana Rojo Perón, a la italiana ‘Moscareda’ de color verde, pasando por el chumbo Rojo Real y el Blanco Real que son autóctonos de la zona de Cádiz y Huelva, hasta llegar al chumbo naranja que es el típico de la comarca de Níjar. Todos en líneos muy bien organizados “para no perderse”. De todos ellos, la campaña pasada -primera de la plantación- salieron un total de 8.000 kilos, y para esta cosecha se estiman en torno a los 20.000.
Lo más difícil, sin duda, es comercializar los frutos. “Es un producto de temporada que dura aproximadamente un mes e introducirlo de forma tan efímera en los mercados es complicado”, apunta Juan. “Es un fruto muy desconocido, sobretodo para gente joven, y la forma de comerlo también juega en su contra”, explica.
Por estos motivos, encontrarlos en los lineales de los supermercados es algo inusual. Eso sí, donde los hay, se venden a precio de oro.
Una guía para pelar los chumbos y no llenarse de espinas
Para pelar los chumbos, casi es necesario una guía o manual de instrucciones. Primero se deben cortar los extremos del fruto. Luego, se realiza un corte a lo largo de la piel, de un extremo al otro. Con cuidado, se abre la piel y se separa completamente del fruto. Finalmente, se retira la pulpa comestible, que ya está lista para ser disfrutada. Es importante manipularlo con cuidado o usar guantes de cocina, ya que tienen pequeñas espinas.
El precio es otro de sus grandes ‘handicap’. Hasta once euros el kilo paga el consumidor, mientras en el campo se compran al agricultor a menos de dos euros. “No es un mercado muy claro que esté bien establecido, hay mucho que viene de importación y eso hace que los precios se devaluen”, explica Martina.
A pesar de ello, la apuesta sigue siendo firme por un producto tan típico de la zona, y que tiene unas grandes propiedades. De esta forma, este pasaje nijareño se ha convertido en la resistencia de una especie tan típica y peculiar del paisaje almeriense y que en estos últimos años estaba totalmente desaparecida.
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