Luis Carlos Valero. Gerente de ASAJA Jaén.

"El ecologismo extremo sólo logra que el monte se queme"

  • Defiende la necesidad de que el monte esté habitado y sea rentable para evitar incendios. Su organización propondrá un plan de "bosque sostenible" para que los jóvenes puedan acceder a terrenos para trabajarlos y cuidarlos.

EL reciente incendio de Quesada, que ha arrasado miles de hectáreas -se dice que pueden ser hasta 10.000- y el que quemó otras 5.000 en Cazorla hace unos años han puesto de manifiesto que los montes de la provincia de Jaén corren serio peligro en el momento en que suben las temperaturas. Luis Carlos Valero, gerente de Asaja Jaén opina que estos sucesos se deben en buena parte a la mala gestión que se está haciendo de los montes y propone a las administraciones un cambio en la política de conservación que propicie una gestión de los mismos "que impida que ardan en llamas en cuanto el calor aprieta".

-Ha dicho usted que "un monte rentable no arde". ¿Qué hay que hacer para que los montes sean rentables y no ardan?

-Históricamente, el monte ha sido un bien muy preciado por sus vecinos porque encontraban en él rentabilidad y recursos para sus sustento. El primer interesado en que no ardiera el monte tradicionalmente era el propio vecino del municipio, porque si se quemaba el monte, además del perjuicio ambiental, sufría una grave merma económica. Hoy en día si hay un incendio, no afecta para nada a los intereses económicos de la población. Por lo demás, el monte se rentabiliza consiguiendo los canales adecuados para la venta, especialmente de maderas, y logrando de este modo que se establezcan en el lugar aserradoras y todo lo que acarrea alrededor de esta transformación, junto con labores de ganadería extensiva, leña, recolección de líquenes, piñas, resinas, setas y hongos… Así se consigue crear una economía local como ya se hace en otros territorios. En Jaén hay experiencias anteriores como los montes comunales, en Segura y Cazorla. Este tipo de actividades facilitan que el monte esté limpio de cargas ignífugas (madera, rama, matorral) y abierto a través de la ejecución de carriles y pequeños caminos válidos la extracción de madera. Si un monte se aprovecha así, no arde. Y, en el caso de incendio, éste se sofoca rápidamente. Los cortafuegos tradicionales impedían los grandes incendios como el de Quesada.

-¿Son los montes públicos, los privados o ambos los que están abandonados?

-Ambos. Los públicos, por su mayor dimensión, especialmente en fincas enormes que se prestan más a dicho abandono, donde las labores de limpieza se hacen exclusivamente en los bordes de la carretera para evitar incendios y para que parezca que estas acciones se realizan en todas las zonas. En cuanto a los privados, normalmente el dueño busca un beneficio y lo tiene más adecuado, aunque también se ve tan asfixiado por las prohibiciones extremas que lo obligan a dejarlo abandonado o semiabandonado. Ejemplo: falta de rendimiento en las cortas o talas por un marcaje o herraje de los mismos insuficiente para que sea rentable esta corta.

-¿Por qué se ha abandona la industria maderera?

-Se ha abandonado porque los intereses madereros se concentraron en otros lugares que no fueron las localidades autóctonas donde estaban los recursos. Por ejemplo, la sierra de Segura, que da importantes beneficios en cuanto a riqueza forestal, históricamente ha sido expoliada de esta riqueza. En siglos pasados, por modelos autoritarios como la marina y el negociado de Hacienda. De formas más reciente pudimos ver cómo la explotación maderera para las traviesas de ferrocarriles caían en manos de la Administración (en este caso de Renfe). En la actualidad pasa algo muy similar más allá de casos excepcionales. Los troncos salen casi siempre sin aserrar directamente y son otras personas o intereses los que se favorecen, mermando el desarrollo industrial maderero de las zonas locales.

-En declaraciones recientes ha dicho usted que lo básico es dejar de supeditar la política forestal a la medioambiental. ¿Qué normas medioambientales están propiciando el que los montes se conviertan en pasto de las llamas?

-El ecologismo extremo es lo que ha marcado la política de conservación de montes en los últimos años. Y este ecologismo extremo del "no tocar, no hacer nada" no sólo es un error, sino que realmente no es ecologismo, porque no funciona y sólo logra que el monte se queme. Abandonar el monte cual selva adoptando así el discurso ecologista supone un buen ahorro económico para la Administración, porque no se invierte en él lo suficiente. Por ejemplo, no limpiar los cortafuegos tradicionales.

-Ha propuesto también que Andalucía copie iniciativas como la de los "bosques modelo" que se están llevando a cabo con éxito en Europa. ¿En qué consisten?

-Los bosques modelo y su explotación controlada, que también están funcionando ya en el norte de España, son un buen ejemplo de conservación ambiental y prevención, a la misma vez que crean recursos para las poblaciones autóctonas. De ahí que en Asaja Jaén, hastiados al ver cómo nuestros recursos forestales se convierten en ceniza o se cargan de leña, estamos preparando una propuesta formal para crear un modelo similar, adaptado a las necesidades de la zona. Queremos que sean los jóvenes los que encuentren trabajo en el monte, aprovechando sus recursos y, con ello, mimándolo y cuidándolo como se merece. A través de los ayuntamientos de los pueblos es importante que se pongan en marcha planes para poder ceder (arrendando) estos terrenos forestales a los jóvenes de los pueblos durante un periodo determinado con el fin de que recuperen su aprovechamiento silvícola y pastoril. Los que tenemos ya unos años sabemos que antes no había tantos medios aéreos y terrestres para apagar un incendio y éstos se extinguían enseguida. ¿Por qué? Porque el monte estaba habitado y limpio.

-También se ha quejado de la reducción del presupuesto del Plan Infoca. ¿Qué tareas de prevención se han dejado de hacer por esta causa?

-Pues se ha recortado en todas las labores preventivas de limpieza de montes y creación de cortafuegos. Como dice la sabiduría popular, los fuegos se apagan en invierno. A pesar de todo, desde aquí queremos agradecer el importante esfuerzo de esas personas que se juegan la vida cuando las llamas arrasan el monte. Son unos profesionales maravillosos, cuyo esfuerzo no tiene precio. Ahora bien, su esfuerzo debería haber sido menor (en lo que a jornadas de trabajo se refiere) si el monte hubiese tenido cortafuegos adecuados y hubiese estado limpio y accesible.

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