AGR I Entrevista a Enrique Enríquez, agricultor jubilado

“Es un orgullo que después de jubilarme todavía pregunten por mis pimientos”

  • Más de cuarenta años trabajando bajo plástico, principalmente en La Mojonera, el pueblo Enrique donde se hizo empresario

  • El prestigio se gana a base de mucho esfuerzo, de ser concienzudo y estar encima del cultivo

n Enrique, en el que era su invernadero, recién estallada la crisis de la COVID-19. Como tantos en su sector, iba a trabajar esos días tan duros.

n Enrique, en el que era su invernadero, recién estallada la crisis de la COVID-19. Como tantos en su sector, iba a trabajar esos días tan duros.

No hay mejor trabajo que en el que uno disfruta. Y Enrique disfrutaba en el invernadero. Sufría y trabajaba como pocos, puesto que no hace falta explicar lo sacrificado que es el sector, pero ver crecer a sus plantas y observar la calidad de los frutos que producían, le reconfortaban. Así estuvo durante más de 40 años, con su mujer mano a mano, hasta que vendió la finca del pueblo donde formó una próspera familia: La Mojonera.

–¿Por qué la agricultura?

–Trabajaba con el camión hasta que su dueño lo vendió. Estuve parado un tiempo y empecé en una cuadrilla de construcción de invernaderos. Me casé, me fui de viaje de novios y a la vuelta, me surgió la oportunidad de coger una finca a medias en Roquetas. Posteriormente di el salto y compré una propia en Vícar, en La Canal. En 1990 dejé la arrendada y me hice con una en La Mojonera, el pueblo donde yo vivía. Cinco años después, lindando con la mía, me surge la opción de comprar otro terreno y así me hice con la finca en La Mojonera donde he trabajado la mayor parte de mi vida como agricultor. Tenía muy claro que no me quería poner una trampa económica y vendí la de Vícar. Tuve la oportunidad de seguir creciendo, pero yo soy así, prefería la seguridad a tener que pedir un gran crédito.

–Quien le conoce, sabe lo que significaba para usted su finca.

–A mí siempre me han gustado las cosas bien hechas y creo que eso ha sido muy bueno para mi trabajo. Ahora que estoy jubilado, la gente todavía pregunta por mis pimientos y eso es un orgullo. He tratado de estar muy encima siempre de la finca, tener muy controladas a todas mis plantas para evitar plagas o que les faltara agua. Cada día, visitaba todos los rincones.

“Mi mujer nunca había trabajado en la agricultura y estuvo toda la vida hombro con hombro conmigo”

–Ese modus vivendi implica un gran sacrificio.

–Si en su día me hubieran preguntado si quería trabajar en la agricultura, hubiera dicho que no. Si ahora me dicen que si que me ha ido bien, la respuestas es que sí. Iba para camionero y al final he sido agricultor. Le pongo mucho ahínco a todo lo que hago, he pasado frío, calor y cansancio, pero estoy orgulloso de todo lo que he trabajado y de la vida que he dado a mi familia.

–Su mujer estaba codo con codo.

–Somos muchísimas familias las que hemos trabajado así. Cuando nacieron mis niños, yo me iba al invernadero a las siete de la mañana, me volvía a por mi mujer a las nueve que había llevado a la guardería a los niños y nos íbamos los dos a trabajar. Luego, cuando mi hijo Enrique era grande y responsable, llevaba a Chari y a María del Mar a la escuela. ¡Qué decir de mi mujer! [se emociona, pero aguanta las lágrimas] No había trabajado nunca en la agricultura y ha estado toda la vida arrimando el hombro. Me sorprendía todos los días, había cosas incluso en las que me mojaba la oreja.

Sus pimientos california amarillos. Sus pimientos california amarillos.

Sus pimientos california amarillos.

–¿Siempre pimientos?

–Al principio sembraba de todo. En los 80 los precios eran más regulares y como la finca era pequeña, no me lo podía jugar todo a una carta. Luego ya me especialicé en el pimiento, cuando las empresas de investigación habían conseguido una gran evolución de las diferentes variedades.

–Lleva jubilado casi un año, ¿echa de menos su finca?

–El otro día pasé por La Mojonera, no había estado en mi finca desde que la vendí. El muchacho que me la compró siempre me había dicho que me pasara para ver cómo iba la campaña. Había cambiado la fisionomía de la finca, estaba distinta, me dio un vuelco el corazón de tantos recuerdos. Un vecino me tuvo que ver por la zona y al día siguiente me llegó una foto al móvil de todos los pimientos ya plantados en el invernadero.

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