Cárceles, traición y Norton

Coincidieron hace nueve años en una película que resultó ser célebre por una cuestión colateral, como fue ser el último trabajo en la pantalla del mítico Marlon Brando. Desde entonces sus carreras han seguido líneas distintas. Hablamos de Edward Norton y Robert De Niro. En 2001, el primero era uno de los más prometedores actores jóvenes de su generación y el segundo era uno de los grandes, sin lugar a dudas. En esta década que acaba las cosas han cambiado. Aunque parecía increíble, De Niro está pasando por una mala racha bastante insólita en un actor de su carisma. Papeles como los de El escondite, El enviado, por no hablar de su deplorable colaboración con otro mito al que la vejez está sentando fatal, Al Pacino. Tras la tomadura de pelo de Heat, donde se vendía que los dos colaboraban cuando en realidad no compartían plano, ambos divos si salieron juntos en una película tan deplorable como Asesinato justo, indigna de este dúo. Con decir que el mejor papel de De Niro ha sido el reciente senador ultra de la incomprendida Machete, queda claro la triste deriva de su carrera.

En cambio Norton, actor de gran talento, ha sabido madurar y hacer bien el paso de actor joven a estrella consagrada. A pesar de su carácter, que le lleva a discusiones -la última, pelearse con los productores de Hulk tras la secuela que protagonizó-, ha optado por una carrera donde juega con lo independiente y lo comercial. Así, ha participado en La última noche de Spike Lee, en la Frida de Salma Hayek o El velo pintado de John Curran, a la vez que ha encontrado tiempo para trabajar en Hulk o An italian job. Precisamente es Curran el director del filme que casi diez años después lo vuelve a unir a De Niro.

Stone esta basada en una exitosa obra teatral de Angus McLachlan, que encontró el hueco para su producción tras el éxito en circuitos independientes del guión que escribió para Junebug, triunfadora en Sundance. Stone tuvo el apoyo de una joven empresa productora que buscaba su primer filme y ellos involucraron a John Curran, quien a su vez, tras la experiencia de El velo pintado, quería repetir con Edward Norton. El reparto se complementó con dos mujeres de altura: Milla Jovovich, que deja las armas de Resident Evil para intentarlo con un papel dramático, y la gran Frances Conroy, la matriarca de los Fisher en la serie A dos metros bajo tierra.

La trama presenta a Robert De Niro como un oficial de libertad condicional a punto de retirarse. Tiene un último caso, el de un hombre que intentó encubrir el asesinato de sus abuelos con un incendio. Intenta demostrar al oficial que está rehabilitado y merece salir antes de tiempo. Entre ellos empieza un juego del ratón y el gato, sobre todo cuando el recluso capta el aburrimiento vital y que el matrimonio de su contrincante está más bien muerto. En este punto la esposa del preso puede jugar un importante papel en sus planes de abandonar la cárcel.