Evasión costera

Desde Garrucha hasta Carboneras, pasando por Mojácar, se convierten en los municipios que se pueden ver por mar. Playas y patrimonio histórico se convierten en los mayores atractivos

Evasión costera
Evasión costera

04 de noviembre 2011 - 01:00

Los pantalanes del puerto deportivo de Garrucha son un hervidero de trajín náutico. Los amantes de la mar madrugan, hay que aprovechar al máximo la jornada soleada. Los navegantes revisan el barco, mientras los acompañantes se encargan del avituallamiento. Los veleros enfilan la bocana del puerto con el motor auxiliar a medio gas, en tanto las embarcaciones a motor esperan su turno de abastecimiento de combustible. La flota deportiva navega en paralelo al dique de abrigo en dirección a mar abierta.

A estribor, la fisonomía de Garrucha se perfila en las distintas alturas de los edificios que dan al Paseo Marítimo. A modo de frontera la imagen de la Virgen del Carmen separa las instalaciones del puerto de la playa del Pósito, una playa de arena lisa con islotes de palmeras. Más adelante, ya sin abrigo, el barco deja estela frente al Castillo de Jesús Nazareno, una fortaleza del siglo XVIII que alberga el Centro de Interpretación de la Pesca, también conocido como el Museo del Mar o Nautarum, para inmediatamente situarnos en la aún no regenerada playa de la 'Jarapa' en cuyo comienzo se instala todos los veranos un chiringuito recomendable por la calidad y frescura de sus pescados.

La proa del barco abre las aguas que rompen en las playas de Marina de la Torre ya en el municipio de Mojácar. Kilómetros de parajes semi desiertos, excepto en la zona de los hoteles, y que es un tramo de costa muy frecuentado por aficionados a la pesca.

Una tras otra se suceden las playas mojaqueras: 'El descargador', 'El Cantal', 'Villazar', 'La Rumina', 'La Cueva del Lobo', 'El Sombrerico', Las Granatillas', 'Macenas'.

La torre del 'Pirulico', una torre vigía de época nazarí, se nos presenta rehabilitada y magnífica en el promontorio desde la que domina el horizonte.

Al avanzar un par de millas la costa enseña pequeñas calas inaccesibles a no ser por mar. Minúsculas ensenadas apenas pisadas por el hombre con escasa flora, abundantes especies marinas y rocas calcinadas por un sol inclemente. Imposible aproximarse con el barco, la naturaleza ha protegido estos oasis con una pequeña muralla de rocas puntiagudas. Alguna embarcación neumática se acerca hasta estos recónditos lugares para disfrutar de la soledad, la tranquilidad.

La playa de 'El Algarrobico', ya en costas carboneras, se abre a la vista con toda su inmensidad rota por la construcción de un mastodóntico hotel. Sólo un camino permite el acceso a esta playa por su parte norte. Suficientes kilómetros de arena en los que clavar la sombrilla a decenas de metros de la más próxima.

Y próxima a 'El Algarrobico', en su extremo sur, la desembocadura del río Alías, zona de campistas y caravanas. El fuerte viento que azota a la zona es perfecto para deportes náuticos sobre tabla.

El barco asoma su amura de estribor a la población de Carboneras. Buenos restaurantes con excelentes pescados, entre ellos el afamado 'gallopedro', y menos actividad pesquera de la que los pescadores locales desearían.

Las playas de Carboneras se exhiben al paso de la embarcación con gran belleza: 'Los Cocones', 'El Lancón', 'Las Martinicas', 'La Galera'. A babor, la isla de San Andrés, excepcional para la práctica del submarinismo por la riqueza de su fauna y flora.

Si el tiempo da para ello y, además, lo permite, ponemos rumbo a una de las playas emblemáticas de la costa almeriense: 'La playa de los Muertos' en el límite del Parque Natural Cabo de Gata-Níjar. Una ruta donde la brisa del mar se convierte en su rasgo principal.

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