Horas inolvidables de recreoEl Patio

La primavera ya se viste de verano y un año más, y ya suman cuarenta, los gorriones picotean cuanto encuentran entre las sillas de mimbre y las mesas de madera de El Patio. A breves saltos avanzan sobre las desiguales baldosas de terrazo que se mimetizan con el color de la arena hasta que, alertados por los pasos de algún cliente, alzan el vuelo para posarse en las ramas de los ficus, las palmeras de yuca o las vigas de madera que conforman la estructura del local.

Enfrente, el amarillo y azul intensos de las tumbonas y sombrillas coronadas por trenzados de caña, y un poquito mas allá, las perezosas olas de un Mediterráneo que toma prestados los colores de un cielo inmenso y siempre distinto.

Si a la descripción del lugar le añadimos el buen hacer de su cocinera y el ambiente desenfadado que consiguen crear quienes atienden el local, se comprende como a lo largo de estos cuarenta años El Patio ha conseguido convertirse en un lugar de encuentro en el que, siempre con cariño y respeto, todo el mundo es aceptado.