La Roza, barbacoas bajo unas cumbres nevadas
A ocho kilómetros de Abrucena, el complejo dispone de unos merenderos para disfrutar de un día inolvidable · Columpios, pistas, caminos para senderistas...
Localización: Abrucena. Recorrido: Complejo natural situado en la ladera de una montaña, con muchos caminos y rutas que conducen a él. Accesibilidad: Una pequeña carretera asfaltada conduce desde el pueblo al merendero. Hay que tener cuidado en época de lluvias porque puede haber desprendimiento debido a que se encuentra en plena motaña.
"Sigan ustedes rectos por el camino asfaltado y a unos ocho kilómetros encontrarán La Roza", nos dijo servicialmente u abrucense calzado con su boina para protegerse del frío aire que soplaba de la sierra, mientras charlaba apaciblemente con un hombre montado en su tractor. ¡Cuánto tiene que envidiarle la azarosa y estresante vida de una ciudad a la tranquilidad con la que se vive en los pueblos!
Una serpeteante y estrecha carretera, muy propia de la ladera de una montaña, conduce al Área Recreativa La Roza. Pérdida no tiene. Pero si en algún momento le surgieran las dudas al conductor, basta con agudizar el olfato y oler el apetitoso aroma que desprenden las primeras carnes que los turistas asan en las barbacoas bajo un manto de nieve que cubre las montañas colindantes. De repente, tras sortear algunas piedras desprendidas de la ladera y después de haberte metido en el arcén para que pasara un coche que ya bajaba, te das de bruces con un complejo rural, atractivo, lúdico y, sobre todo, muy limpio. No lo duden, esto es tarea de todos los que lo visitan.
Una vez que has aparcado el coche en un párking que no es otra cosa que un costado del camino, es el momento de estirar unas piernas que comienzan a entumecerse por el viaje. La vereda de pinos, que dejan su rastro con las piñas que al suelo caen, conduce a unos merenderos donde dejar las provisiones. Un trago de agua o un refresco nunca viene mal antes de investigar la zona. Barbacoas, columpios, pistas de fútbol, senderos para los más atrevidos, un pequeño río que, por lo menos, lleva agua para mojarse la cara y espabilarse... Todo ello con un marco tan idílico como unas montañas cuya nieve ensalza y hace más fuerte todavía los rayos con los que el sol baña a los turistas. Sólo falta Heidi y su inconfundible perro Niebla, para que el lugar sea de fábula.
Mientras los cocineros echan leña a los fogones, hay quien se da una vuelta, otros deciden sentarse y jugar a las cartas, incluso los más entendidos recolectan el fruto que algún árbol regala a los allí presentes. ¡La carne está a punto, lista para comer! Ya sólo me queda desearles buen provecho.
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