Los Vélez,un viaje al pasado

Los Vélez,un viaje al pasado
Los Vélez,un viaje al pasado
Almeríavivela

22 de octubre 2009 - 01:00

La diversidad de espacios naturales confiere a Almería su personalidad y le proporciona el encanto que hace que turistas de todo el mundo no duden a la hora de trasladarse a las playas vírgenes de cabo de Gata- Níjar, de realizar senderismo en Sierra Nevada o de admirar a las águilas imperiales desde los más rocosos miradores. Pero sin duda para el almeriense esto es una realidad, a un paso, cada fin de semana es un momento propicio para descubrir Almería y su provincia, un encanto abierto para descubrir y redescubrir sensaciones.

Multitud de entornos naturales, cada uno con sus características específicas, se configuran en uno de los principales reclamos turísticos de la provincia de Almería. Los grandes parques naturales de Sierra Nevada, Cabo de Gata-Níjar o Sierra María-Los Vélez, más conocidos, no dejan atrás, sin embargo, a algunos de los parajes naturales más espectaculares de la Alpujarra Almeriense. Muestra de ello son la Sierra de las Estancias, la de Gádor o la Sierra de Los Filabres, considerada como el pulmón verde de Almería, y que sirve de enclave al Observatorio Astronómico de Calar Alto. Desde el Peñón Negro, el Refugio de Arroyo Verruga o el Mirador de las Víboras se puede contemplar una gran vista en la que destaca la masa forestal de pinares, sobrevolada por rapaces tan bellos como el águila real o la calzada. La Sierra de Cabrera-Bédar, extiende por la costa sus masas forestales de encinares, alcornocales y pinares, un hábitat en el que el turista puede encontrar ejemplares de una especie amenazada como es la de la tortuga mora. Otras especies con las que, sin duda, disfrutarán los aficionados a las aves, se pueden contemplar en los humedales que se forman tanto en la Desembocadura del río Antas como en las Salinas de Guardias Viejas.

Aunque se encuentra a una distancia considerable, las buenas comunicaciones hacen que sea agradable el desplazamiento a Los Vélez, mucho más si la mirada y el pensamiento está a la espero de lo que nos va acontecer. Es el Parque Natural más septentrional de la provincia, que limita con Murcia y Granada y al cual se puede acceder desde la autovía del Mediterráneo. Su espectacular belleza, donde se combinan agrestes relieves, la frondosidad de sus bosques y sus cumbres nevadas, rompe con la aridez típica del paisaje de la zona. Los encinares se configuran como las formaciones vegetales más representativas, aunque la mayor mancha vegetal la ocupan los pinares. Sobre ellos sobrevuelan las rapaces, no siendo difícil distinguir la silueta de algún águila real o azor. Los mamíferos también están bien representados en estos bosques por el gato montés, la gineta o el zorro. El área forma parte del Marquesado de los Vélez, lo que explica la riqueza de su patrimonio artístico y documental, con yacimientos prehistóricos tan relevantes como los de la Cueva de los Letreros o la Cueva Ambrosio.

El pueblo, asentado sobre una colina rodeada de vega, es un conjunto de varios estilos y orí­genes, según el momento histórico de la población. Lo más representativo corresponde a los Siglos XVIII y XIX, coincidiendo con los momentos de auge económico: la Iglesia de Nuestra Señora de la Encarnación, Monumento Histórico-Artí­stico; la Iglesia de Nuestra Señora del Carmen; y un buen número de edificios que forman parte de la arquitectura doméstica: mansiones señoriales, viviendas de grandes propietarios y viviendas modernistas. Todo ello produce un conjunto de enorme interés arquitectónico.

Los Vélez es cuna de figuras esquemáticas rupestres que son símbolo de la provincia, como el Indalo o el Hechicero. Ésta es sólo una muestra del rico patrimonio y bagaje monumental de poblaciones como Vélez Blanco o Vélez Rubio, reclamo para el turismo.

Pero es que, además, Los Vélez, por su particular situación geográfica, en plena serranía, es capaz de ofrecer a los visitantes la estampa de pueblos de montaña típicos como Chirivel o María, de pequeñas casitas blancas, donde el tiempo parece detenerse.

A más de mil metros de altura, al amparo del Monte Maimón, y en la falda de una colina coronada por su impresionante castillo, se alza majestuoso y monumental Vélez Blanco, localidad almeriense que ha visto pasar por sus tierras a pueblos como los iberos, romanos, visigodos o musulmanes.

Los vestigios más antiguos se remontan a la Prehistoria, destacando las Cuevas de Ambrosio, importante yacimiento del Paleolítico Superior, o el Cerro de las Canteras, donde se encuentran los restos del mayor poblado y la necrópolis del Neolítico que existe en toda la Península.

Las mansiones señoriales de piedra y ladrillo, de influencia barroca, se sitúan en las principales calles de la ciudad, destacando la Casa de los Bañones o Casa de los Arcos, construida entre los siglos XVIII y XIX.

Pero si hay una visita obligada es la del Castillo Palacio del Marqués de los Vélez. Construido a principios del s. XVI, fue encargado a arquitectos italianos por el primer marqués de la villa, D. Pedro Fajardo. Fue declarado Patrimonio Histórico-Artístico (1931). De la fortaleza sólo se conserva el exterior, ya que la ornamentación interior fue vendida (hoy se puede contemplar en el Museo Metropolitano de Nueva York). Está dividido en dos partes: la estructura rectangular de ladrillo de la antigua alcazaba y el cuerpo principal de mampostería.

Especial interés posee en esta localidad la arquitectura doméstica y de casas señoriales que, en Vélez Rubio presenta distintas tipologías que van desde las Mansiones Señoriales con influencia barroca de fachadas robustas y forja en balcones y ventanas, hasta las viviendas modernistas o historicistas de vistosa decoración y alegre colorido.

Las viviendas de los grandes propietarios de esta localidad hicieron que se creara un estilo propio, el llamado estilo clásico velezano, de fachadas blanqueadas y sumamente simétricas, construcciones en las que se le daba el lugar apropiado a cada balcón y ventana.

El patrimonio de Vélez-Rubio se enriquece aún más si se tienen en cuenta los yacimientos y restos de civilizaciones que alberga, así como los edificios religiosos. De los primeros son destacables el Yacimiento neolítico del Cerro de los López y los restos de la fortaleza islámica del Cerro del Castellón, de la cual se conservan restos de una alcazaba y un aljibe interior.

La iglesia de la Encarnación, templo del s. XVIII, es el máximo exponente del barroco religioso almeriense. Fue declarada Monumento Nacional en 1982 y de ella destaca su fachada ornamentada, concebida como un retablo, coronada por dos altas torres cuadradas y el retablo interior con motivos rococó. El Convento de la Inmaculada y su iglesia también son buenas muestras del Barroco.

Pero esta localidad ofrece, además, una gran variedad gastronómica que varía, singularmente, según las épocas del año. A los productos autóctonos como el cereal, la carne de caza, las verduras, legumbres y materias primas como la harina, se le unen platos típicos de Navidad como el arroz con pavo. Las tortas de bacalao es un exquisito plato que se degusta casi en época de carnaval, al igual que el potaje de garbanzos con bacalao de Cuaresma.

Parte de la localidad de María forma parte del Parque Natural que lleva su nombre, lo que condiciona que en esta localidad, situada en una altiplanicie, los inviernos sean gélidos y nevados y los veranos calurosos y cortos.

A más de mil metros de altura, María ofrece a los visitantes espectáculos visuales tan imponentes como el de sus campos de cereales, ya que es la mayor productora de la provincia, cambiando de color según las estaciones del año. Sin duda un buen escenario para la tradicional Romería de la Virgen de la Cabeza.

Sus famosos embutidos se complementan con un interesante patrimonio, del que destacan las pinturas rupestres de la Cueva de Haza y el poblado ibérico de El Pasico. Como ejemplo de arquitectura religiosa se encuentra la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Encarnación. Este templo es del s. XVI y es de reseñar su artesonado mudéjar y su portada con pilastras, arco de medio punto y alfiz enmarcando un reloj de sol. Tiene una torre cuadrada, rematada por una veleta con cuatro campanas y un reloj del siglo XIX.

Por Chirivel discurría la calzada romana Vía Augusta que unía Cartagena con Cádiz, lo que hace ver la importancia que el pueblo romano tuvo para el desarrollo de esta localidad que, por su paisaje, se asemeja más a Granada que al resto de la provincia.

Los huertos, bancales, cañadas, las extensas llanuras y mesetas, muestra de la fertilidad de una ribera que ha atraído a multitud de civilizaciones, son el marco incomparable donde se asienta este conjunto recoleto y tranquilo de blancas casas.

Se mantienen las típicas casas de tres plantas, siendo la última más baja, ya que era el antiguo lugar de almacén del grano y de cura de productos de la matanza del cerdo.

Sus muros gruesos de piedra acogen tradiciones de origen muy antiguo como son su repostería de raíces musulmanas, la artesanía de la miel y el esparto, que se encuentran ejemplificadas en el museo monográfico de la pedanía de Contador.

El yacimiento arqueológico de El Villar es muy importante, habiéndose encontrado en él piezas de origen romano tan valiosas como columnas y capiteles, un mosaico geométrico o habitaciones domésticas. Destacan también la Loma de las Cometas, los yacimientos del Pasillo de Chirivel, la iglesia parroquial de San Isidoro o un antiguo horno árabe en uso.

El envidiable entorno de la comarca, formado por la serranía de María, hace de esta comarca el espacio apropiado para el desarrollo de actividades al aire libre y en contacto directo con la naturaleza.

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