El aguinaldo y la Navidad

Una costumbre que se fue extendiendo por todo el país y que aún hoy prevalece

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Alumnado del Aula Creativa junto al concejal Diego Cruz
Alumnado del Aula Creativa junto al concejal Diego Cruz / D.A.

La tradición de obsequiar a las personas con ocasión de la Navidad y Año Nuevo, está bastante extendida por muchas culturas. El aguinaldo es la práctica navideña muy arraigada en muchos países y que es muy recibida por todos y tiene su origen antiquísimo.

El siglo XIX fue la época de esplendor del aguinaldo y según ciertos historiadores y eruditos su procedencia se remonta a la antigua Roma. Etimológicamente, la palabra “aguinaldo” proviene del vocablo celta “eguinand”, que significa “de Año Nuevo”.

Según algunos estudiosos fue Rómulo, el primer rey de Roma, quien popularizó la costumbre, en el antiguo imperio romano, ya que en el año 744 a. de C. regaló al rey Tacio y a sus ayudantes unos ramos cortados de los árboles frutales del bosque de la diosa “Estrenia”, que significa la fuerza, presagio o pronóstico. Este obsequio fue recibido como un indicio de buen augurio para el año venidero. De aquí proviene su etimología latina “strenna”.

Posteriormente se extendió la tradición de regalar dátiles y miel a los amigos como símbolo de cosas agradables y placenteras, con los mejores deseos para el resto del año. Más adelante, este gesto, esta “strenna”, se transformó en un rito que se celebraba el primer día del año.

Esplendor

Con el descubrimiento de América el aguinaldo comenzó una época de esplendor. Los presentes navideños aumentaron de valor como consecuencia de la abundancia de oro, plata y piedras preciosas que los españoles traían del Nuevo Continente. Sin embargo, durante los reinados de Felipe III y Felipe IV esta costumbre fue decayendo a pesar de las ostentaciones y lujosas fiestas palaciegas que tanto caracterizaron a dicha época.

Con la llegada de los Borbones en España, el aguinaldo retomó su posición y, siguiendo las costumbres francesas, los monarcas obsequiaban a sus plebeyos favoritos con valiosos presentes.

Desde hace muchos años, la tradición de obsequiar a familiares, a amigos, empleados, etc, con ocasión de las fiestas navideñas o del nuevo año esta bastante extendida en diversas culturas. Se creía que los mejores augurios para el año que empezaba se atraían creando un flujo de generosos regalos.

La primera constancia que se tiene de ello en nuestro país nos lleva hasta el año 1832, cuando los trabajadores del Diario de Barcelona decidieron que con los repartos del diario se entregara a todos sus suscriptores una felicitación navideña. Esto fue tan bien acogido que la gente le daba a los repartidores un aguinaldo a cambio, y una acción puntual como esta acabó quedándose como una costumbre de cada Navidad en la que los trabajadores esperaban ansiosos aquellas gratificaciones que les daba la gente por el trabajo que habían realizado cada día.

Un caso curioso de aguinaldo –que algunos de ustedes, mis lectores recordarán con cierta nostalgia- era el que hasta aproximadamente finales de la década de los sesenta practicaban todos aquellos trabajadores que atendían servicios públicos en contacto con la gente de la ciudad: basureros, barrenderos, carteros, repartidores y los guardias urbanos. Estos iban por las casas del centro de la ciudad y de los barrios donde ofrecían sus servicios repartiendo una felicitación –generalmente en verso- alusiva al servicio que daban durante todo el año, a la Navidad y al derecho que tenían a recibir el aguinaldo y recibían muestras de agradecimiento en forma de regalo o propina, entonces generalmente la señora de la casa que era la que se quedaba en casa, correspondía el anual servicio con algún dinerillo que significaba un sobresueldo. En los años del hambre y miserias de la posguerra y años venideros, los sueldos era más bien magros, y el aguinaldo suponía un ingreso siempre agradecido.

La trayectoria del aguinaldo, según recoge Vicente Vega en su libro “Diccionario de rarezas, inverosimilitudes y curiosidades”, dio lugar a lo que actualmente se conoce como “paga extra” de Navidad, que el patrón daba a sus trabajadores y regalos a sus clientes más especiales.

Una de las formas más populares de aguinaldo –y que lamentablemente se está perdiendo, como tantas cosas buenas antigüitas- es la que practicaban los niños y jovencitos, yendo por las casas, de puerta en puerta, cantando villancicos y canciones alusivas al aguinaldo acompañados con panderetas, zambomba y botellas de anís vacías para rascar con un cubierto. Como recompensa o aguinaldo, recibían unas monedas y algunos turrones y mantecados. Una de las cancioncillas de estas visitas “esperadas” decía así: “El aguinaldo pedimos, señora, para el niño de Belén: chorizos y longanizas y otras cosas de comer”.

En Almería “reinaba” el aguinaldo

También en aquellos años, en el lugar donde los puestos elevados de los guardias urbanos controlaban el tráfico (lo olvido de mi niñez, los guardias en el centro geográfico de la Puerta de Purchena, rodeados de regalos y presentes navideños), los conductores iban dejando sus regalos que se amontonaban de forma espectacular, hasta por las marcas comerciales, una imagen típica ya en el olvido más remoto, cuando aún a Almería no habían llegado los semáforos.

He podido rescatar una felicitación del barrendero; y dice así: “Aunque es mi labor oculta / dentro de la gran ciudad / de mi deber os resulta / una gran utilidad./ Los jardines, los paseos, / las calles y las aceras / al cumplir vuestros deseos / las dejo limpias y bellas. / Recojo los restos vanos / de vuestra vida diaria / para con ello evitaros / molestias innecesarias, / y tengáis el rostro alegre / al salir por la mañana. / Al llegar la Navidad / con su escoba y con su pala / os desea el barrendero /unas felices pascuas”.

En semejantes términos se expresa el basurero. Este dice así: “Soy factor imprescindible / de higiene y salubridad; / protector indiscutible / de toda la vecindad. / Humilde, trabajador, / os defiendo todo el año / de suciedad y de hedor / que pueden causar gran daño. / Y si os pudiera librar, igual que de la basura, / del llanto o la desventura, / lo haría sin vacilar. / Una feliz Navidad / y un bienestar duradero / con toda sinceridad / os desea el barrendero.

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