El diablo cuenta su historia
Keith Richards, guitarrista y alma en la sombra de los Rolling Stones, publica 'Vida', la autobiografía en la que narra su historia y sus miradas al abismo de las drogas
A sus 67 años, cumplidos el pasado 18 de diciembre, sigue echándose al gaznate una botella diaria de vodka, durmiendo a deshoras, pasándose la noches en blanco o encerrándose en un estudio durante días enteros para seguir el impulso primario de la música. Quizá eso es lo que lo mantiene vivo y en activo: el rock and roll que corre por sus venas como si fuese heroína (sustancia que también las recorrió durante muchos años). Ahora, Keith Richards, el guitarrista y alma en la sombra de los Rolling Stones, hace ajustes con el tiempo y narra su autobiografía en Vida(editorial Global Rhythm). Detalla los pormenores internos de la banda, sus amores y su pasión por toda clase de drogas. A los 67 años, el diablo cuenta su historia.
"Nací en el huracán de un fuego cruzado". Así reza el verso que abre la canción Jumpin' Jack Flash, una de las más emblemáticas de los Rolling Stones, imprescindible en los conciertos de la banda. Y nada más cierto: Keith Richards nació el 18 de diciembre de 1943, durante la época en que Inglaterra sufría los bombardeos continuos de la aviación alemana. El músico se crió entre bombas y entre el recuerdo de las bombas, algo que no ha olvidado todavía. Ésa es una de las partes que narra en Vida, aunque no la más sustanciosa, porque el libro está lleno de multitud de anécdotas, de guiños al lector.
Y el libro comienza no por la infancia, sino por una anécdota que le ocurrió a Keith Richards en Arkansas, Estados Unidos, en 1975, durante una gira de los Rolling Stones. El guitarrista, acompañado por unos amigos, se perdió en una carretera secundaria y fue a parar a un pequeño pueblo. El coche en el que viajaban iba repleto de drogas. Al llegar al pueblo, lo policía norteamericana, que buscaba el motivo que fuese para terminar con los Stones, decidió detener a Richards y sus compañeros para colgarse una medalla. Rápidamente se puso en marcha la máquina burocrática de abogados y consejeros para conseguir la inmediata liberación del guitarrista. De lo contrario, habría que suspender una actuación de la banda con decenas de miles de entradas vendidas.
Finalmente, la policía liberó al guitarrista pero le requisó el coche, sin saber que estaba lleno de drogas. "Y todavía me pregunto qué demonios pasó con el coche: se quedó en el garaje de la comisaría cargado hasta arriba de drogas. Me encantaría saber qué sucedió con aquel material. Quizá alguien siga conduciendo ese coche aún repleto de mierda". Richards narra su amistad infantil con Mick Jagger, su vecino de barrio, y el reencuentro, en un tren de Londres, cuando tenían 19 años. Jagger iba con un puñado de discos de música negra, la favorita de Keith Richards. A partir de entonces, se harían inseparables. Unos años después, junto al guitarrista Brian Jones, el batería Charlie Watts y el bajista Bill Wyman, formarían los Rolling Stones, la banda más longeva de la historia del rock.
Keith Richards no habla mucho del grupo ni de sus discos, consciente de que los fans se conocen la historia al dedillo. Sí hace hincapié en su pasión por sus héroes negros del rhythm & blues, aquellos que le abrieron los ojos a una música que no solía escucharse en la Gran Bretaña de comienzos de los años sesenta y en la actitud rebelde del grupo, que pronto se convirtió en un símbolo para la juventud inglesa. También en la sorpresa que le produjo ganar grandes sumas de dinero cuando, poco tiempo antes, no tenía dinero ni para comprarse una estufa. Tras el éxito de la primera canción que compusieron Jagger y Richards, As tears go by, interpretada por Marianne Faithfull, el guitarrista descubrió la facilidad del dinero. "Mick y yo nos decíamos: '¡Qué manera más fácil de hacer pasta!'".
Y es ahí cuando el guitarrista comienza a narrar su descenso al abismo de las drogas, primero, con la marihuana, luego con las pastillas, más tarde con el LSD y, finalmente, con la heroína y la cocaína. El abuso de las drogas sería determinante para la expulsión del otro guitarrista del grupo, Brian Jones, que moriría ahogado en la piscina de su casa el 3 de julio de 1969, después de haber visto cómo el propio Richards le birlaba su novia, Anita Pallenberg. Unas drogas que serían una constante en la vida de Richards.
Pese a que cualquier supondría que el guitarrista viviría desde aquel momento en una neblina de fantasía y olvido, Keith Richards insiste en que se acuerda todos aquellos años. "Esto es Vida", dice en la solapa del libro. "Aunque os cueste creerlo, no he olvidado nada".
El juego de Richards con la heroína, entre 1969 y 1977 hizo que Mick Jagger se hiciera con el control absoluto del grupo. El guitarrista se dedicaba a componer y grabar sin cesar, mientras Jagger organizaba las giras, el orden de las canciones en los discos o cómo debían producirse. Eran años locos en los que el grupo tuvo que exiliarse de Gran Bretaña para evitar el fisco y en los que, curiosamente, se gestaron los mejores discos de los Stones: Sticky fingers, Exile on Main Street, It's only rock and roll...
La detención en Canadá, en 1977, de Keith Richards y la consciencia de que, esta vez, sí, podría pasarse una larga temporada en la cárcel, lo empujaron a rehabilitarse de la heroína después de otros intentos fallidos. El juez le dio una oportunidad y permitió que Richards quedara libre con la condición de que demostrase que se había rehabilitado. Y el músico lo hizo: dejó la heroína para convertirse en un alcohólico, algo socialmente más llevadero.
Curiosamente, fue la recuperación de Richards lo que creó las primeras crisis internas con Mick Jagger. El cantante se había acostumbrado tanto a llevar las riendas de los Rolling Stones que ya no soportara que el guitarrista interfiriera en sus proyectos para el grupo. Eso hizo, según cuenta Richards, que Mick Jagger comenzara a plantearse una carrera en solitario, algo que fastidió mucho al guitarrista. "Hace más de 25 años que Mick Jagger y yo no somos amigos", llega a confesar en el libro.
Vida no deja nada bien parado a Mick Jagger. Richards salda todas las cuentas pendientes con el cantante a veces con críticas feroces. Durante una época, todos en el grupo decidieron referirse a Jagger como 'Brenda' por su divismo. Y hablaban de 'Brenda' delante de sus narices sin que el cantante supiera a qué se referían. Fue en la época, según cuenta Richards, en la que el grupo entró en las macro-giras con escenarios de fábula y decenas de miles de espectadores ante ellos. Sin embargo, el músico admite que, pese a todos los desencuentros fuera del escenario, cuando los Rolling Stones pisan las tablas y oyen el rugido del público, vuelven a sentirse vivos y fuertes. Ésa es la razón por la que los Rolling Stones no se separan: necesitan esa adrenalina a diario.
El músico incide también mucho en su peculiar forma de tocar la guitarra empleando la afinación abierta (un tipo de afinación que hace sonar un acorde, por lo general, el de Sol, tocando todas las cuerdas al aire, sin necesidad de pulsar en los trastes), que es la causa del sonido peculiar de los Rolling Stones, la relación musical con el batería, Charlie Watts, que es la que ha hecho que el grupo siempre suene distinto a todos los demás y el hecho de que sólo en tres o cuatro canciones en toda la historia de la banda emplease el distorsionador para la guitarra (un efecto que hace que se sature el sonido al máximo y que utilizan todos los grupos para dar más potencia al sonido de ese instrumento).
Richards habla también mucho de su vida personal, de las parejas que tuvo a lo largo de su vida, de sus hijos y de la relación que tuvo con sus padres hasta la muerte de éstos. Desvela secretos como la famosa caída del "cocotero", que no fue tal, sino un accidente que sufrió al querer sentarse en la rama de un árbol, o la realidad del mito de que se había esnifado las cenizas de su padre. En realidad, están enterradas junto a un roble.
Richards desmiente mitos, deshace leyendas urbanas en torno a él, confiesa que ya no consume cocaína porque se lo prohibió el médico debido al tratamiento que debió seguir tras la caída del "cocotero" y se muestra como un afable padre y orgulloso abuelo. También revela que aprendió a tocar la guitarra interpretando Malagueña y que con Jagger mantiene ahora la misma relación que con un hermano al que no se soporta. Entre tanto, debajo de todo, subyace su enorme pasión por la música, por la creación y la curiosidad por la vida.
También te puede interesar
Lo último