Los gloriosos años del despelote

En 'Cine erótico a la europea' (T & B Editores), Luis Miguel Carmona ofrece un completo (y alegre) recorrido por el erotismo cinematográfico de los años 60 y 70

1. Lo que excitaba a la generación de los sesenta y setenta puede resular hoy en día demasiado light. 2. 'Y Dios creó a la mujer' (1956) contaba con una radiante e incendiaria presencia, la de Brigitte Bardot, "una rubia de aspecto angelical y cuerpo demoníaco". 3. 'Emmanuelle' (1974) es un bodrio que significó todo un fenómeno social y que convirtió a su protagonista en un icono sexual.  4. 'Garganta profunda' (1974) contó con un ridículo presupuesto de 25.000 dólares y consiguió recaudar más de 6 millones. 5. José Luis López Vázquez, José Sacristán y Alfredo Landa, protagonistas del erotismo más castizo. 6. 'Historia de O' (1975)  otro de los grandes títulos de la historia del cine erótico.
1. Lo que excitaba a la generación de los sesenta y setenta puede resular hoy en día demasiado light. 2. 'Y Dios creó a la mujer' (1956) contaba con una radiante e incendiaria presencia, la de Brigitte Bardot, "una rubia de aspecto angelical y cuerpo demoníaco". 3. 'Emmanuelle' (1974) es un bodrio que significó todo un fenómeno social y que convirtió a su protagonista en un icono sexual. 4. 'Garganta profunda' (1974) contó con un ridículo presupuesto de 25.000 dólares y consiguió recaudar más de 6 millones. 5. José Luis López Vázquez, José Sacristán y Alfredo Landa, protagonistas del erotismo más castizo. 6. 'Historia de O' (1975) otro de los grandes títulos de la historia del cine erótico.
José Abad

24 de marzo 2011 - 01:00

Hoy, cuando el sexo está más a mano -no es chiste- que en ninguna otra época; hoy, cuando ese pozo sin fondo llamado Internet pone a nuestro alcance un menú erótico de lo más variado, y quien esté libre de pecado que tire la primera piedra; hoy, cuando los recursos del hard-core se están incorporando a algunas producciones de distribución normalizada -o sea, no restringidas a salas X-, a las generaciones que han adquirido recientemente la madurez biológica suficiente para interesarse por estos asuntos, seguramente se le saltarán las lágrimas -lágrimas de risa, por supuesto- al ver qué ponía cachondo a las quintas de sus mayores. No obstante, a quien tiene ya sudadas más de cuarenta canículas, además de un suspiro de nostalgia, un libro como Cine erótico a la europea (T&B Editores) le hará exclamar, como si estuviera acuñando él la frase, ¡pero cuánto ha llovido desde entonces!

El cine nació con la pretensión de que el mundo cupiera dentro y el sexo no tardó en hallar acomodo en la pantalla. La filmación de besos, achuchones y cuerpos despelotados fue temprana; también las historias de temática exclusivamente sexual. El historiador Ado Kyrou señala A l'ecu d'or (1908) como la película pornográfica más antigua de la que exista noticia, lo que no significa que fuera la primera. Al hablar de película no nos referimos a la mera filmación/grabación del machihembramiento, sino a un desarrollo dramático del acto en sí y a la voluntad manifiesta de contar una historia por peregrina que sea; en A l'ecu dór, un soldado entra en una posada y pide comida pero, como no tienen qué ofrecerle, lo consuelan como buenamente pueden, acudan en mi auxilio unos puntos suspensivos… Hablamos, naturalmente, de productos realizados y exhibidos en la clandestinidad, al margen de los habituales circuitos de comercialización, y asimismo de un género que ya entonces movía importantes cantidades de dinero, quintuplicadas apenas ha contado con sus propios espacios de difusión; ahí tenemos el ejemplo de Garganta profunda (1972), una película con un miserable presupuesto de 25.000 dólares que recaudó más de seis millones de dólares en Estados Unidos. Durante mucho tiempo, el sexo en la pantalla fue elíptico, verbalizado, no visualizado, hasta la década de los 60 y 70, cuando una mayor permisividad, o un mayor sentido común, dieron un portazo en las narices a los mojigatos y melindrosos de siempre. En su libro, Luis Miguel Carmona habla justamente de aquellos años. Su libro está dividido en diversos capítulos, profusamente ilustrados, dedicados al erotismo que se cultivó en Alemania, Francia, Inglaterra, Italia y España en aquellos entonces.

Además del merecido tributo a una generación de actrices de físico portentoso, ninguneadas por historiadores y críticos, el autor dedica no poca tinta a desvelar las coartadas empleadas por la industria para introducir el género en el mercado. El objetivo era el mismo, invocar al dios Eros sin inhibiciones, pero las estrategias variaron de un país a otro. Hubo, por desgracia, mucha impostura, mucha tontería, en algunas apelaciones a la libertad de expresión. En verdad, la libertad les servía únicamente para ampliar el negocio.

En Alemania, por ejemplo, gozó pues sí, el verbo más acertado quizás sea éste, gozó de enorme popularidad Schulmädchen report, una serie de trece películas rodadas entre 1970 y 1980. Bajo el burdo pretexto del reportaje de educación sexual, el productor Wolf C. Hartwig manufacturó unos productos descaradamente subordinados a los abundantes encantos de sus protagonistas femeninas, aireados con la mínima excusa argumental. Francia, con mayor tradición en este campo, no necesitó tales ardides; de hecho, le debemos a un francés, Georges Melies, una de las primeras filmaciones con desnudos de la historia: Aprés le bal (1897). En el país vecino, la revolución (¿revelación?) sexual explotaría a mediados de los años 50 con un film mediocre, Y Dios creó a la mujer (1956), que contaba con una radiante e incendiaria presencia, la de Brigitte Bardot, "una rubia de rostro angelical y cuerpo demoníaco", en palabras de Carmona. Del filme pronto se olvidaron todos, pero B.B. fue durante muchísimos años un icono de primera categoría.

Habría que esperar casi veinte años y otro bodrio, Emmanuelle (1974), para encontrarnos con un fenómeno social de similar envergadura. El filme fue un bombazo y catapultó a los altares a otro oscuro objeto del deseo, Sylvia Kristel, una holandesa de sólo veintidós años, con un atractivo lánguido, que se lo montaba con todo quisque, abanderando sea la libertad sexual, sea una absoluta falta de remilgos. El director, Just Jaeckin, que había empezado como fotógrafo de modas, le dio un look relamido a la historia con intención de hacerlo pasar por elegancia o sofisticación. No creo que engañara a nadie, pero convirtió Emmanuelle en uno de los títulos más taquilleros de la historia en Francia; en el cine Paramount City de París estuvo la friolera de diez años en cartel. Ahí es nada.

En Inglaterra e Italia, el género se abordó con menos ínfulas. En el reino de Su Graciosa Majestad, quien jamás vería con buenos ojos tales afrentas contra las buenas maneras inglesas, se acuñó el término Saucy cinema (Cine descarado) para referirse a esas comedias chuscas con mucha carne y poca gracia. Un tema recurrente en este subgénero era el aburrimiento de mujeres de mediana edad y los previsibles modos con que lo combatían mientras sus maridos estaban en el trabajo (Eran, desde luego, otros tiempos).

En Italia, apostaron por la hibridación de géneros y la parodia, aliñando con desnudos y chistes (más agradecidos los primeros que los segundos) toda clase de historietas: las hubo ambientadas en la prehistoria, Cuando las mujeres tenían cola (1970), otras que se fueron a la Roma imperial, Las cálidas noches de Popea (1969), y en pleno apogeo del cine de muertos vivientes, incluso, ofrecieron una inenarrable variación cómico-erótica de dicha temática: Io zombo, tu zombi, lei zomba (1979).

Los españoles, como suele ser costumbre, llegamos tarde a la fiesta. Con el Generalísimo en el balcón y los salvadores de almas en la plaza, durante años tuvimos que conformarnos con minifaldas y blusas oportunamente desabrochadas, observadas con expresión cazurra, ora por Alfredo Landa, ora por José Sacristán, hasta que la doble caída de la Dictadura y la Censura permitieron bajarnos del tren de la fealdad para subirnos al de la celebración de la belleza y los dones que la naturaleza tuvo a bien regalarnos. Luis Miguel Carmona no se engaña, ni engaña.

Hubo muchísimo mal cine entonces. Cine rematadamente malo. Pero también cierta alegría, mira por donde, que hizo de aquéllos unos años gloriosos.

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