Almería

ADRA Y PEDRO DE MENA. Un escultor nace donde quiere

  • ¿Granada o Almería?. La procedencia de uno de los grandes maestros escultores del siglo XVII se rebate a día de hoy por varios factores históricos

ADRA Y PEDRO DE MENA. Un escultor nace donde quiere

ADRA Y PEDRO DE MENA. Un escultor nace donde quiere / José Luis Ruz (Almería)

Antonio Gala, tan sultán oriental y carmesí, hizo un ejercicio de fantasía y logró "nacer" en Córdoba y no en la villa ciudadrealeña de Brazatortas, tan calatrava pero infinitamente menos sugerente, dicho sea con todos los respetos para ella, que la ciudad de los omeyas. Y es que los artistas, como los de Bilbao, tienen la potestad de nacer en el lugar dónde les plazca y nosotros encantados de que además elijan nuestra tierra pues si con orgullo llevamos el ser vecino de un famoso, es ya un gozo pleno la paisanía con uno que además es célebre… Pongamos por caso con Pedro de Mena, después de Alonso Cano el mejor escultor español del siglo XVII y del que no voy a entrar en su obra, en lo que andan muchos, sino a aportar unas notas sobre su lugar de nacimiento que nunca es poca cosa en la biografía de un hombre.

Si alguien se interesa por la naturaleza de Mena comprobará, como yo hace cincuenta años, que su bautizo tuvo lugar en 1628 en la iglesia granadina de Santiago. Relacioné entonces su partida con la obra "Museo Pictórico..." de Palomino de Castro, publicada entre 1715 y 1724 y vi que en ella se aseguraba que Mena había venido al mundo en Adra; a lo escrito se oponía lo impreso abonando la ilusión de que la intensa luz abderitana fuera la primera que llenó los ojos del artista. Este enfrentamiento de la partida bautismal granadina con la obra de Palomino -hasta el siglo XX la más prestigiosa de la historiografía del arte- me llevó a investigar en el archivo de la iglesia de Adra al que hallé completo, solo a falta del libro de la época del acristianamiento de Mena… un vayapordios de doble filo, malo y bueno, que no me podía certificar su nacimiento abderí... pero tampoco me lo podía negar: dentro de la desgracia una pequeña alegría junto a otras como la de ver entre los demás libros sacramentales revolotear a sus familiares; luego supe que su madre, era natural de Adra, y tuvo allí unas viñas.

Ilustración Ilustración

Ilustración / (Almería)

El escultor Alonso de Mena, el padre de Pedro, casó con doña Juana de Medrano y Cabrera en 1619 a un año del asalto a Adra; por muy poco los cañonazos turcos no apagaron el tolón de los cencerros que siempre se tocaban, brutos, a la viudez que decidía nuevo casamiento, dobles en esta ocasión por ser los cónyuges reincidentes. Al año de la cencerrada vió Alonso la iglesia reducida a ruina ahumada, como toda Adra, por aquella indeseable visita, y sintió una tristeza enorme solo aliviada cuando en 1623 se vió el artista entregando en el templo reedificado, su Cristo de las Penas.

En la obra de Palomino de Castro se aseguraba que Alonso de Mena había nacido en Adra

La naturaleza abderitana de Pedro de Mena será sostenida desde el siglo XVIII, por Palomino y Ceán Bermúdez y luego por Oliva, Madoz, Roque Barcia... y hasta en el siglo XX en cuyos inicios, 1911, hallamos un artículo en el que su autor, “Abdera”, da a entender haber visto la partida del artista en el archivo parroquial de Adra.

No faltará quien piense que este cambio de naturaleza se deba a algo interesado y habría que preguntarse: ¿interesado en qué? No eran aquellos tiempos de radio, tele, ni redes sociales ni, por supuesto, existía entonces el complejo de ser de pueblo que es catetada moderna. Por tanto hay que pensar en que en algo habría de basarse Palomino para hacer al artista natural de Adra y lo hacía, nada más ni nada menos, que en el escultor José de Mora, su anfitrión e informante en la visita del historiador a Granada en 1712 y el cual había sido discípulo de los Mena con lo que entonces aquello tenía de confianza; cuando Mora dijo que Pedro de Mena era nacido en Adra fue por haberlo oído del propio maestro del que además era primo.

Adra le tiene de antiguo dedicada una calle a Mena y curiosamente el viejo callejero de nuestra capital, tan cicatero con los artistas, ya le había dedicado una vía pequeña y paralela a otra similar, mira por dónde, dedicada a su maestro Alonso Cano tan cercanas ambas que con el derribo de la manzana de casas que las separaba dio origen a una plaza, la de El Lugarico, luego desde 1964 llamada de Masnou.

El escultor José de Mora, discípulo de Mena, asegura que supo de su procedencia por boca de su propio maestro

Se me podrá argumentar que nada tiene de particular que Almería dedicara calle a dos grandes artistas pero no parece que el motivo de haber elegido a estos fuera en honor al arte, que también, pero no sólo, pues de deberse a ello le hubieran faltado a la ciudad vías públicas para cumplir con la legión de pintores y escultores que ha ido pariendo el arte en España. Más parecen dedicadas por su condición de "paisanos", eso sí, con muy poca firmeza pues cuando apareció documentación que la negaba, nada hizo el ayuntamiento de Almería, convertida las dos calles en plaza, por recuperar los nombres para su callejero... y aquello sonó como a abandono, a desistimiento: a lo mismo que sonó, y suena, nuestra actitud indolente.

Quiero creer que hay en esto mucho de verdad, no a medias que siempre es una mentira, sino a mitades: compartida, salomónica, al imaginar a Mena viniendo al mundo en 1628: no hay nada de extraño que la madre acudiera a su casa, a su pueblo de Adra junto a los suyos para que la animaran en el parto ¡y qué parto doña Juana! el de aquel llorón, anuncio de artista, llevado en el regazo por su merced, vendado en trapos como el Niño Jesús pintado por Velázquez, a Granada a acristinarse que no siempre era el bautismo inmediato al nacimiento, de no haber peligro de muerte.

Quiero creerlo abderitano y así lo dibujo aquí con la Adra de su tiempo al fondo, imaginado, que un artista, al igual que nace donde quiere y pone cara a Dios y a los santos tiene también el rostro que se le antoja o el que le ponemos nosotros sus admiradores… Sea como sea, celebramos todos su venida al mundo y si los papeles siguen empestillados en llevar la contra, yo voy a seguir creyendo paisano a Pedro de Mena y animo a la ciudad de Adra a que, a seis de cumplirse su cuatrocientos aniversario, lo reconozca y aún lo declare hijo predilecto… oficialmente porque predilecto-predilecto para el Arte ya lo es. Y una "jartá", como dicen en mi tierra sevillana.

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