Adra, bastión para los marineros que ganaron la batalla de Lepanto
Tres grandes expediciones desembarcaron en las costas abderitanas con material y soldados para acabar con el levamiento alpujarreño entre los años 1578 a 1570
Al cumplirse en estos días el 460 Aniversario de la muerte de San Juan de Dios, viene a colación un hecho histórico apenas tratado y, sin embargo, de enorme importancia para la memoria no sólo de Las Alpujarras, sino de manera extraordinaria para constatar los inicios de la asistencia sanitaria en la Armada Española. Los precursores de los enfermeros tuvieron en la guerra de Las Alpujarras (1568-1570), su bautismo de fuego. Andaba Felipe II consolidando el forjado del imperio dejado por su padre, Carlos V, y quiso encargar a su hermano, Juan de Austria, el duro papel de apaciguar las luchas en las tierras andaluzas.
Casi setenta años después de la entrega de Granada por Boabdil, los castellanos no habían sido capaces de erradicar ni la lengua, ni la cultura ni las costumbres andalusíes, que aún se practicaban y crecían en algunas comarcas del Reino de Granada. Las Alpujarras eran el principal foco de resistencia, generalmente pasiva, a la imposición lingüística y religiosa de los castellanos.
Felipe II, no satisfecho con el resultado de las incursiones de los nobles, que perdían el tiempo en constantes fricciones por el poder en sus jurisdicciones, ordenó acabar con esos focos de resistencia, en sucesivos enfrentamientos liderados por el Marqués de Mondéjar, el de los Vélez y por último el propio Don Juan de Austria, quien batalló en las tierras alpujarreñas.
Pero el monarca no se quedó ahí. Ordenó a Luis de Requesens, Comendador Mayor de Castilla y Capitán General de la Mar, que desplazara su impresionante flota hasta el puerto de Adra, en cuyas aguas fondeó el 1º de mayo de 1568.
Aunque la orden era que los tripulantes de sus veinticinco galeras desembarcaran en Adra, apenas estuvo una hora en el lugar, porque inmediatamente la flota puso rumbo a las costas malagueñas, para acabar con la presencia morisca en el peñón de Frigiliana.
Terminado ese conflicto, la flota, reforzada con otros buques de Santa Cruz y Colonna, se hizo la dueña del litoral granadino desde Málaga a Adra. Hay constancia de una permanente comunicación entre los distintos puertos, siendo los de Motril y Adra los que mayor actividad tuvieron en la guerra alpujarreña. Tres grandes expediciones desembarcaron en las costas abderitanas, con material y soldados para acabar con el levantamiento alpujarreño y cerrar el frente marítimo a los 'rebeldes' en los dos años de guerra.
En esos viajes es donde debió producirse, a las órdenes del Cirujano Mayor de la Flota, Dionisio Daza, el embarque de los primeros enfermeros de la nueva orden de San Juan de Dios, nacida en Granada y aprobada como tal por Pio V, en noviembre de 1568.
Mucho tuvo que ver el Comendador Mayor de Castilla en el reconocimiento papal de la labor humanitaria emprendida en torno a San Juan de Dios. Aquellos primeros hermanos atendieron a los soldados castellanos en la flota y acompañando a la comitiva del propio Don Juan de Austria en las tierras alpujarreñas.
El resultado de su benéfica aportación fue tal que el hermano de Felipe II pidió, tras la victoria en Las Alpujarras, los hermanos de San Juan de Dios formaran parte definitiva de los hombres embarcados en la Armada. Pocos meses después, el ensayo de fuerza naval practicado entre Adra y Motril sirvió para formar la Santa Liga entre España y los Estados italianos que lucharon y vencieron en la memorable Batalla de Lepanto, tal como se recogen en las crónicas de la época: "Para la Liga que se hizo contra el Turco este mismo año, que se acabó la rebelión de Granada, pidió el Serenísimo Señor Don Juan de Austria, frayles nuestros, para que fuesen en su Armada, a entender en la cura de los enfermos y heridos". El príncipe recordó a su hermano Felipe II "lo provechosos y convenientes que fueron los servicios de los padres hospitalarios en la Guerra de los Moros en Granada". Los hermanos de San Juan de Dios embarcaron tanto en la flota de Requesens como en la de Marco Antonio Colonna.
Desde entonces, la relación de los hermanos hospitalarios de San Juan de Dios ha sido estrecha, fructífera y permanente con la Armada Española, pero, además, su labor humanitaria se extendió no sólo en la península, sino por Europa y, especialmente, en Iberoamérica.
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