El escritor Claudio Cerdán posa con los participantes de la actividad y miembros del equipo directivo de la prisión.

La literatura expande y libera la mente. Imaginar los mundos e historias de los protagonistas de los libros que caen en las manos del lector permiten que escape de su rutina y pueda conocer un mundo de que otra forma sería inalcanzable. Algo perfectamente aplicable a los internos del centro penitenciario de El Acebuche, que desde desde hace más de una década colabora con la huercalense ‘Candil Radio’ para llevar a cabo una actividad pionera que permite que los presos compartan experiencias junto a sus obras favoritas.

El director de la prisión, Miguel Ángel de la Cruz, explica a Diario de Almería que tras un pequeño “descanso”durante la temporada estival, esta iniciativa se ha retomado con fuerza. “Contempla divulgar y difundir la cultura entre los internos, en concreto la lectura. Se elige un tema, un libro, un autor... Se les da a leer un libro en concreto y una vez finalizado se hace una tertulia con comentarios sobre el mismo. Muchas veces se intenta que el propio autor participe en el debate. Se graba y se reproduce en diferido en ‘Candil Radio’. Es una actividad que ha despertado mucho interés”, señala De la Cruz.

Se trata de una actividad abierta, sin internos predeterminados, en la que participan a la vez entre 6 y 8 personas, “en función de los interesados”, que mantiene esta restricción por su formato de tertulia.La experiencia literaria de El Acebuche ha gustado tanto que el propio Claudio Cerdán, escritor de novela negra español, no dudo en compartir vivencias con los internos recientemente. Con su primera obra, ‘El país de los ciegos’, Cerdán ganó en 2012 el Premio Novelpol a la Mejor Novela Negra del año. Un género que, sin duda, debe ser de gran interés para los residentes del centro penitenciario.

Además de compartir momentos con ellos, Cerdán no dudo en relatar su visita a El Acebuche en la página ‘Zenda Libros’, creada, entre otros, por el famoso Arturo Pérez-Reverte. En esa ocasión, los presos estaban leyendo, precisamente, ‘El prisionero de zenda’. Cerdán traslada de forma certera lo acontecido en esta “mole de hormigón, rejas de acero forjado y alambre de espino donde se cuela el aroma a salitre del mar” junto a unos internos que tenían “los libros marcados” con “notas sobre la larga mesa”.

“Acabar una novela de este calibre deja un vacío palpable y un murmullo empieza a sonar tras las alambradas: ¿y la segunda parte? Les interesa leerla. Rupert de Henzau sigue libre y saben que trama algo”, relata el literato, quien tras una tarde “tras los barrotes”, se hace eco de la propuesta de unos de los participantes para llevar a cabo una representación teatral de Alatriste si Arturo Pérez-Reverte los acompaña como él. “Suena a amenaza, por lo que hay que tomarlo en serio”, concluye su crónica el escritor.