El valle de la Alcazaba se desnuda de la basura histórica
La Hoya de Almería
Cinco meses de limpieza, y aún no ha acabado, ofrecen una estampa bien distinta de este valle a transformar en un parque mediterráneo, que ya recupera los elementos de la cultura agrícola
La histórica escombrera del principal monumento de la Alcazaba ha desaparecido, dejando al desnudo el valle de La Hoya, donde se trabaja desde hace cinco meses en la creación del parque Jardines Mediterráneos. Un proyecto minucioso que se asemeja a la creación de un vestido encargado por un cliente exigente –el patrimonio arqueológico–, que hay que ajustar como un guante con las puntadas diarias del topógrafo y arqueólogo a pie de obra, y la sabiduría de una cuadrilla centrada en los trabajos artesanales de antaño para recuperar los elementos de la cultura agrícola como las parapas, que están siendo reforzar y reconstruidas como se hacía antes.
Con el acto de colocación de la primera piedra, el alcalde daba en diciembre el pistoletazo de salida a una de las obras más esperadas de las últimas décadas, la creación de un parque en los 42.600 metros cuadrados de La Hoya con el que acabar con la imagen tercermundista que han venido ofreciendo estas vistas desde la Alcazaba: un vertedero descontrolado, sitiado por el aparcamiento ilegal.
Pero estas miserias hoy ya han desaparecido. Quien espere ver mucha maquinaria en movimiento, no la va a encontrar, por distintos motivos que desgranan en este reportaje la concejal de Urbanismo, Ana Martínez Labella, y los arquitectos Juan Antonio Sánchez y Vicent Morales –del estudio Kauh, ganador del concurso de ideas de 2010–. Podrá observar, sin embargo, una estampa bien distinta con un valle liberado de basuras y reverdecido por las últimas lluvias.
En este tiempo, los trabajos se han concentrado precisamente en desnudar el espacio antes de confeccionar el diseño de los arquitectos mediante las tareas previas de limpieza y desbroce. Entre un 30 y un 40% corresponde a un cactus invasivo y se han llegado a retirar 1.400 metros cúbicos de todo tipo de vertidos, sobre los que ironizan los autores del proyecto porque, en sí, constituyen un vertedero histórico “de muchas épocas distintas”, comentan justo al lado de una desenterrada bolsa de Pryca, que “no es precisamente de ayer”, bromean.
Los trabajos de limpieza, que no han concluido pues se prosigue de forma manual en las laderas de la Alcazaba, son también importantes para conocer la realidad geométrica y topográfica, y adaptar el proyecto. “El lugar es lo primero. No lo adaptamos al proyecto, sino el proyecto al lugar. Es como si te pruebas un vestido y hay que ajustarlo, por lo que el topógrafo siempre está en la obra”, comentan los arquitectos.
No es el único. Un arqueólogo supervisa a diario todo movimiento y está pendiente de cualquier excavación. La Hoya es una reserva arqueológica, enmarcada, además, por el principal conjunto monumental de la provincia, por lo que el respeto al subsuelo y a las murallas son religión en este proyecto. “Hace sus sondeos y lo que va apareciendo, lo comunica a Cultura, se protege, se continúa con los trabajos y se verifica que las obras no afectan a ningún resto arqueológico”. Entre ellos, un pequeño tramo de muro medieval que ha quedado al descubierto.
Juan Antonio Sánchez, arquitecto
"El proyecto se adapta al lugar, y no al revés, como un vestido que se debe ir ajustando”
“Este lugar tiene su propia historia y hemos podido apreciar la cultura del aprovechamiento y el sistema de urbanización medieval”, explican. Al retirar los escombros del antiguo Cortijo del Cura, demolido en el siglo XX, y al continuar con las limpiezas han ido apareciendo muros sobre muros hasta llegar al medieval y la roca madre, que quedará como parte del parque.
Se encuentra en la ladera de San Cristóbal, justo por dónde se ha empezado a trabajar, ya que allí es donde se intercalan las parapas y balates. Están siendo restaurados y reforzados aquellos tramos que lo precisan con la creación de nuevas murallas colocadas delante, de forma artesanal, empleando las mismas técnicas y piedra natural de Almería, semejante a la antigua. A simple vista se diferencia ahora rápidamente por la tonalidad. “A la piedra le falta el curado. El tiempo, el sol y las calimas, vendrán a darle ese tono añejo”, detallan.
Los trabajos que quedan por delante recobrarán los caminos en los itinerarios peatonales planteados y los sistemas de riego, mediante la restauración de las dos albercas aún existentes (alta y baja), en una zona en la que se concentrará la mayor parte del arbolado. Y he aquí donde la colección botánica elegida por los proyectistas está de igual modo supeditada a la reserva arqueológica. “Los hemos ubicado en esta ladera, donde en el pasado había árboles frutales, y en los bordes del valle, haciendo pequeñas islas donde hemos podido en función de la información que aportó el georradar que se hizo”.
Este escáner del subsuelo detectó las zonas de probabilidad arqueológica y su profundidad, donde es “incompatible plantar un árbol porque puede suponer una amenaza a los restos arqueológicos; no así con las herbáceas o especies que tienen raíces débiles. Hemos puesto –aclaran– zonas de sombra donde podemos”. De hecho, el arqueólogo supervisará cada hoyo y si lo considera necesario... “El árbol tendrá que cambiar de sitio”.
La actuación en datos
2,6 millones
Es el coste de las obras adjudicadas a Jarquil-Copsa, que abarcan 42.600 m2 de superficie sobre la que se ha retirado ya 1.400 m3 de vertidos.
21.048 plantas
De baja necesidad hídrica, se plantarán más de 21.000 herbáceas, arbustos y árboles (122), de especies elegidas para que la estampa cambie según la estación.
Itinerarios
Con una intervención de mínimos, se crearán senderos entre la vegetación y zonas estanciales, así como una plazuela central.
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