Madrid es el Nueva York europeo
Un misionero aterriza en Almería para atestiguar los proyectos de Manos Unidas
Ramón Pardina está en la capital y alaba a la organización por su implicación en los programas de ayuda · El sacerdote relata sus experiencias en distintos países y cómo surgió su vocación solidaria
Apuntado con una metralleta en Guatemala. El misionero maño Ramón Pardina vivió una de las experiencias más terroríficas cuando desempeñaba su labor de misionero alrededor de los 80. Son muchos los momentos vividos por parte de un hombre que en su principal voluntad se encuentra la Después de su labor de misionado durante 35 años en Latinoamérica, el sacerdote ha llegado a Almería para atestiguar la buena labor de Manos Unidas y verificar que la ayuda que la ONG manda a los países desfavorecidos está llegando en condiciones óptimas.
Isabel Mendizábal, integrante de Manos Unidas, explica la visita de Ramón Pardina: "Al iniciar la campaña anual de la ONG contamos siempre con misioneros que nos apoyen. Hemos colaborado con su consagración, Sagrado Corazón".
La delegada de Manos Unidas, María del Carmen Torres, asegura que el trabajo desarrollado está dando sus frutos: "Hemos financiado proyectos de la consagración de Ramón y con su llegada podemos ver cómo se vive en otros países que no están desarrollados y que la aportación de todos está llegando".
El misionero alabó la campaña del cincuenta aniversario de Manos Unidas, Contra el hambre, defiende la tierra, que trata de sensibilizar a la población almeriense.
Ramón Pardina señala que problemas como el hambre son debidos a una serie de defectos que hay en la sociedad: "La tendencia es ser egoísta, individualista. El hambre propicia que se produzcan crímenes, robos...".
Desde pequeño, Pardina sintió la atracción de ayudar a los demás: "Me empezó a atraer con siete u ocho años por la educación que recibí. La idea de ir de misiones iba creciendo y como no sabía donde debía formarme, me ordené como sacerdote diocesano. A los 15 años tomé la decisión y concreté mi deseo".
Su vocación se perfiló a base de formación: "Estuve en Valladolid, Canet de Mar, realicé Filosofía y teología en Logroño y a los 25 fui ordenado sacerdote".
Su primera experiencia fue en Guatemala en 1970: "Estuve en una zona rural con indígenas puros. Lo más difícil fue el contacto con la gente por el idioma y la mentalidad. Mucha gente los ha querido engañar, pero vieron que iba a ayudarles. Poco a poco se hizo el trabajo más fácil".
El misionero señala que es lo que le aportó a los guatemaltecos: "Los educábamos y formábamos religiosamente. Trabajábamos en el desarrollo de sus vidas, enseñándoles a cultivar sus tierras, abonar la tierra, construcción de la vivienda, cuidado de la salud y de los niños... siempre con el respeto a sus costumbres".
Pero esa época vivida en Guatemala predominó por la presencia de los militares: "Eran dictaduras disfrazadas de democracia. El Gobierno perseguía al pueblo y a la Iglesia para controlar su ideología. Mataron a sacerdotes".
Por la mala situación que se estaba viviendo en Guatemala, el misionero tuvo que regresar a España y después de una breve en este país se desplazó hasta Nicaragua que estuvo desde 1980 hasta 1994. Tras esta larga estancia, cambió de residencia y, por la mala salud de su madre, Málaga fue su destino.
Después de varios años, sobre el 2000, Ramón Pardina volvió a Latinoamérica. En esta caso, Argentina fue el país que acogió la bondad de este hombre que trabajó para que el destino donde se encontraba fuera más habitable. "Trabajamos para 1.400 alumnos en la Escuela de Nuestra Señora de Fátima. Ahora estoy en una parroquia de Gran Buenos Aires en acción sacerdotal".
El misionero se solidariza con los sucesos transcurridos en Haití: "En todos estos años, he sufrido terremotos, un maremoto y un huracán. Es una experiencia horrorosa".
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