Almería despierta a golpe de siete manifestaciones de los sindicatos
Desde el 19 de febrero hasta el pasado miércoles miles de almerienses han reclamado en las calles la paralización de la política de recortes sociales y laborales llevados a cabo por el Gobierno
Los asistentes a las convocatorias sindicales en Almería se contaban a cientos, cuando no por decenas. Cada vez que los dos sindicatos mayoritarios se atrevían a lanzar una movilización o el calendario les acercaba a la tradicional Fiesta del Trabajo, Almería era de lejos la última provincia en las estadísticas que la Delegación del Gobierno emitía esa misma tarde con el número de asistentes a la misma. Desde el 19 de febrero las cosas están comenzando a cambiar, de tal forma que la última manifestación que congregó a más de 4.000 en el manifestódromo en el que se ha convertido el paseo de Almería, casi ha sido vista como un "éxito relativo" por sus organizadores, a pesar de que se trataba de un día laborable y que a las ocho de la tarde, las ganas de reclamar mejoras sociales y laborales, chocaban con unos comercios todavía abiertos.
Ojalá se hubieran concentrado tantas hace poco más de un año cuando el 2 de mayo, Diario de Almería titulaba en su portada, Los sindicatos, casi solos en el 1º de mayo. En páginas interiores, se daba cuenta de que la Policía Local de la capital cifraba en poco más de 700 las personas que asistieron a una protesta que ya había sido convocada para protestar por unos recortes sociales que ya comenzaban a dar sus primeros coletazos en las nóminas de los trabajadores y dos días después de que se conociera la mayor cifra de parados jamás alcanzada por la provincia.
El 20 de febrero de este año, los titulares eran radicalmente distintos: Los sindicatos ganan la calle en el pulso contra la reforma. Más de 7.000 asistentes abarrotaron las calles en la primera contestación que Almería daba a una modificación de la legislación laboral que abarataba el despido al recortar de una manera drástica la indemnización en caso de cese de actividad y daba más opciones a las empresas para considerar dichos despidos como procedentes. Era la mayor manifestación sindical en muchos años. Los precedentes se perdían en el laberinto de una memoria que no daba para recordar la última fecha en la que tantas personas pedían más derechos laborales y tal vez había que remontarse a la Almería en blanco y negro de la transición, donde también las peticiones políticas jugaban en favor de la movilización general.
Unos días después, el 29 de febrero se vivía el segundo asalto. De nuevo la reforma laboral protagonizaba los lemas de la pancarta y tras ella, 4.000 personas abarrotaban la plaza de las Velas. Lo tardío de la hora de convocatoria y lo desapacible del tiempo fueron unas excusas que no eran necesarias. Para ser Almería, no cabía otra calificación que éxito.
Once días después se producía el ensayo de lo que iba a ser la primera huelga general contra el Gobierno socialista, convocada para dos semanas después. Los sindicatos sabían de la importancia de la misma y ese domingo recabaron todo el apoyo que fueron capaces de lograr. Los políticos del PSOE e IU cuya presencia había sido casi simbólica en las citas precedentes, se volcaron en apoyo de unos sindicatos a quienes dejaron el protagonismo principal. Su presencia apenas se hacía notar en los momentos previos a la marcha para posteriormente ocupar un discreto lugar entre todos.
Lo de la huelga general fue simplemente histórico. Si en el seguimiento del cierre de los comercios, las valoraciones difieren dependiendo de quien las pronuncie, la manifestación del mediodía fue simplemente la mayor concentración vivida en la capital almeriense desde la repulsa generalizada que se produjo tras el asesinato por ETA del concejal Miguel Ángel Blanco. Cuando la cabecera de la marcha llegaba a la plaza de las Velas, aún había personas en la Puerta Purchena. Nunca se vivió una convocatoria semejante.
El 29 de abril y el 1 de mayo volvieron a llenarse las calles con 6.000 y 4.000 personas respectivamente en apenas tres días y con media Almería de puente. La última fue el pasado miércoles después de un mes y medio de silencio.
A todas estas hay que añadir las protestas sectoriales o las llevadas a cabo por otros sindicatos (CSIF es el más activo que elevan el número de concentraciones a una diaria.
Sobre las motivaciones y las causas que han sacado a los almerienses de las tertulias de las terrazas a los carteles y las pancartas son tan variadas como la fuente que las proporciona. Se habla del hartazgo de miles de parados, hasta unas cifras jamás conocidas en los tres últimos lustros en los que ha pasado de cifras próximas al pleno empleo, a convertirse en una de las provincias con más paro de todo el país; la estacionalidad de sus fuentes principales de riqueza, así como un nivel de economía sumergida próximo al 30% hace que la situación se aproxime a lo insostenible.
A esto cabe añadir la toda de conciencia de una sociedad demasiado poco acostumbrada a la protesta, a la reivindicación, ya sea de derechos laborales o, por ejemplo, para reclamar unas infraestructuras que llevan años de retraso. ¿Cuántas manifestaciones se han convocado en Almería por la tardanza en la llegada del AVE, o del soterramiento, o en su momento de la A-92? ¿Porqué no se ha movilizado la sociedad por el deterioro del Cortijo del Fraile, del Cable Inglés o de la ya en fase de rehabilitación iglesia de Las Salinas?
Tal vez haya habido que esperar a que los recortes en materias tan sensibles como la sanidad, la educación, las políticas de dependencia o las que vienen en forma de pensiones o subsidios de desempleo sean percibidas por la sociedad como próximas, para que esta comience a reaccionar y exprese uno de sus derechos más básicos: la protesta.
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