¡Ay Campanera, por qué será!

Perera se hizo el amo y señor de un festejo en el que cosechó tres trofeos.
Perera se hizo el amo y señor de un festejo en el que cosechó tres trofeos.

30 de agosto 2014 - 01:00

UNA faena que vale toda una tarde. Que vale mil tardes. Que justifica mil búsquedas como aficionado de toros. ¡Cuanta desolación de otras tardes, tapó ayer la torería de Miguel Ángel Perera con ese manso sexto! Un toro que terminó encumbrándole como triunfador de un festejo y posiblemente de más cosas.

Hay que tenerlos como el caballo del Espartero para plantar tanta soberanía torera con la que se despachó ayer el de Puebla de Prior. Pedirle paciencia al tendido, llevar la lidia hasta el límite lógico que demandaba el toro.

Hay que sentirse por dentro, desafiar al mundo y además, importante, cuajarle esa soberana faena a un toro que no valía un duro y al que Perera hizo valioso. Valioso para el público y un tesoro para el buen aficionado que ayer paladeó lo que es una lidia y lo que es el toreo de un profesional que jugó con terrenos y querencias, hasta que el temple terminó encadenando uno de los capítulos más intensos de la feria de la Virgen del Mar en esta bendita tierra.

Fue el sexto un manso 'declarao' en los dos primeros tercios, sin querer saber nada de capotes, huidizo, sin celo, que provocó que el tendido desparramase todas las iras contra todo lo que se movía, y lo que se movió fue el palco cuando a petición de Perera largó el pañolazo blanco reglamentario para cambiar de tercio. Y ahí le arrearon injustamente al hombre. Estuvo serio el palco y aguanto un tirón de padre y muy señor mío. Pero lo aguantó, y también es mérito grande. Sobre todo porque hay una virtud en el buen aficionado que debe ser la de saber esperar. Ver hacerse al toro y no protestar la mansedumbre, porque esta es una condición que en cualquier res de lidia puede darse. Para eso está la lidia, para corregir.

Perera marcó ayer la máxima temperatura de la feria. Con gusto, despacio, asumiendo el riesgo y toreando sin ninguna mentira ni argucia hasta que el toro, mansito siempre, tiró para delante y rompió entonces esa faena que lleva por dentro mucha clase.

¡Ay Campanera! ¿ por que será que aveces nos puede la impaciencia?

Cuando remató la tercera serie con la derecha, Perera alzó la vista al tendido y se encontró una plaza rendida. Sin rencores. Con la dulzura de esta buena afición que siempre le entrega a los toreros el aval de esa generosa ovación al romperse el paseíllo.

Pero Perera ya había dicho a que venía a esta feria cuando paseó la primera de las tres orejas de su particular tarde.

Una faena intensa, bien planteada con mucha torería desde el comienzo por bajo a ese tercero de la tarde de embestida rebrincada y protestando en cada viaje, pero tragándose los muletazos mandones del torero, fenomenal en esa primera tanda por la izquierda. Después llegaron los cambios de mano, ninguna duda ante el toro, templanza y dominio. ¡Joder como estuvo ayer Perera!.

La rotundidad del extremeño tapa muchas cosa buenas de una tarde que tuvo cosas hermosas. Hermosas de torería, como ese quite, grande, torero y providencial de Jesús de Almería cuando el toro ya hacia presa en los alamares de Joselito Gutiérrez. Toda la tarde en su sitio. Tan solo el agradecimiento de un compañero vestido de seda y oro con el 'vestio' intacto, que le agradece en plena tronera del burladero el lance salvador. Cosas íntimas de toreros, que valen mucho más que el que nadie le haya dado la oportunidad de abrirse de capote en la tarde.

Cuesta contar el resto del festejo cuando lo que te pide la razón es echarle cuenta al corazón y no dejar que se olvide lo de Perera, pero entremedio de todo eso anduvo Pablo Hermoso de Mendoza con dos toros de semejante condición. Dos zambombos del hierro de San Mateo, que terminaron aquerenciados y reservones para el toreo a caballo.

Resolvió el navarro en su primero, sin agobios. Son ya muchos años montando a caballo y una buena cuadra salva sin duda cualquier papeleta. Por mucho que los caballos tengan que llegar cerca como llegó Pirata en el ocaso de la faena al cuarto, cuando Hermoso marcó un perfecto muletazo con la grupa del caballo. Después se quedó aun mas templado y valiente metiendo a su jinete en las cercanía de los pitones al dejar un par a dos manos que fue de lo mas intenso en la actuación del Mendoza.

Antes también habían dejado estela de temple Disparate con el adorno de las hermosinas, y Habanero, quebrando con acierto y presto en el adorno de las piruetas para el remate de la suerte.

Pablo forzó la máquina con Chenel a dos pistas, llevando cosida la embestida de un burel nada lucido y sin mucha clase. El navarro le dio fiesta por donde pudo, y a veces, por donde quiso.

Pero no fue gran revulsivo de otras tardes el navarro. Fácil, pulcro, pero muy solo.

¡Ay Campanera, por que será!

En el otro apartado de la tarde estuvo Juli. Honesto gesto el de lucir capote de premio mañanero con la imagen de la Virgen del Mar.

Lo que no fue nada honesto, es el torillo que lidió el madrileño en primer lugar. Un platerillo de Juan Ramón....pequeño, peludo y suave. Poco enemigo para demostrar todas esas cosas que quiere demostrar Julián en su temporada. Estuvo pulcro y aseado Juli, pero no me pidan que hable de hondura porque se me viene a la mente Perera. Le pegó una estocada y tumbó sin puntilla.

En el quinto sí apareció el toro en presencia. Y en esencia apareció también el torero que anduvo con mando y poderoso para llevarle muy toreado por el pitón derecho en tres series donde Juli le bajó le verdad la mano en muchos muletazos y aquello echó otro humito. Mas verdad y con el carbón ardiendo, el torero lo intentó por el izquierdo pero ahí había mas aspereza y al toro le costó trabajo entregar la embestida. Juli volvió a resolver con torería por el derecho. Había enemigo y el conjunto merece la pena contarlo desde la dignidad de torero que puso Julián. El poco acierto con la espada dejó sin premio una faena que al menos tuvo verdad.

Perera, no solo triunfador. Perera torería y grandeza de una tarde de la que también me quedan esas notas del pasodoble Campanera, sonando bonito en una tarde para recordar.

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