Barbate huele a Grecia

El próximo alcalde de la localidad gaditana gobernará bajo la asfixia de una deuda que parece impagable

Una mujer pasa ante la pancarta reivindicativa de los trabajadores municipales de Barbate, en el Ayuntamiento.
Una mujer pasa ante la pancarta reivindicativa de los trabajadores municipales de Barbate, en el Ayuntamiento.
Pedro Ingelmo

12 de mayo 2015 - 01:00

No hay día que el Meteoro no lance desde Facebook una andanada contra el alcalde. "Todos los días lo pongo vestido de limpio", dice en plan gamberro. El Meteoro es un hombre de 63 años que lleva en silla de ruedas desde los ocho por culpa de la polio. El apodo, se lo pusieron cuando trabajaba en la base de Rota por su destreza con la silla. Dice que es una de las treinta personas impedidas en Barbate que cada día se enfrenta a la carrera de obstáculos que es el callejero. Y sí: la calle principal, la avenida del Mar, lo demuestra.

El alcalde, Rafael Quirós (PSOE), quisiera arreglar las calles. Pero no puede hacerlo porque no tiene un duro. Es uno de los pocos socialistas que sobrevivieron a la debacle del partido de 2011 pese a no poder pagar la nómina de los trabajadores municipales, gobierna una ruina cercana a los 80 millones de euros, una deuda estructural cuyo origen ya nadie recuerda. Hace treinta años se dejó de pagar la Seguridad Social de una plantilla municipal inmensa, unos 400 empleados, y hubo un momento en que el Estado lo demandó para saber qué pasaba con ese dinero. Barbate se convirtió en la Grecia de Cádiz. Un municipio pegado a una deuda.

La casa consistorial está coronada aún por uno de los pocos símbolos que quedan del franquismo, su propio escudo. El pueblo se llamó Barbate de Franco porque el dictador lo independizó de Vejer. Lo primero que se encuentra quien entra en el edificio es un cartel: "Esperamos su comprensión. El trabajador que le atiende lleva siete años cobrando mal..." Lo han puesto los funcionarios. En Barbate está todo el mundo muy cabreado.

Ha surgido un movimiento que se llama Somos Barbate, un Podemos que no es Podemos, pero le ronda. En su presentación, hace unos meses, pusieron como preámbulo un reportaje de La Sexta sobre el pueblo de Torrelodones, en Madrid, endeudado hasta las trancas. Una agrupación de electores desbancó al alcalde de turno y en sólo cuatro años, recortando gastos superfluos, lograron superávit.

El candidato de esta formación es Nicolás Muñoz, que aspira a ser arqueólogo y sabe de turismo cultural, pero sobre todo está muy metido en la plataforma para recuperar El Retín, el terreno militar que impide la expansión de Barbate. Manuel Relinque, investigador social, los observa con simpatía desde la competencia. Él trabaja para los andalucistas en una campaña que se desvincula del PA y que propone lo de "defender Andalucía". "Pero de qué", dice Relinque en la sede del partido, donde esperan que llegue el despertador que va a ser el símbolo de su campaña local: "Despierta, Barbate... ¿te gusta?". Relinque ve en miembros de Somos Barbate una biografía parecida a la suya: "Gente preparada que salió de Barbate y con la crisis tuvo que volver , en muchos casos para vivir con sus padres". Él volvió de Sevilla. "Pensé que ya que volvía tenía que hacer algo. Esto no puede seguir así".

El apellido Rendón es muy conocido en Barbate. Venden muebles y viviendas, aunque pocas. En su promotora, junto a cajas de patatas y tomates, cuelgan los mismos 29 planos de viviendas que hace muchos meses. Nadie compre ni una y eso que en los planos parecen acogedoras. Aún así, los Rendón han diversificado y tienen más negocios. Montaron pistas de pádel que, dentro de lo que cabe, tienen éxito. Quizá porque pegar raquetazos alivia la tensión. Los Rendón son de los empresarios que, de tanto en tanto, contribuyen a pagar los salarios de los trabajadores municipales, aunque no se sienten especialmente bien tratados por el Ayuntamiento. "Que si piensas en lo de yo te ayudo y tú me ayudas, olvídate, y te lo demuestro. Se hace porque esos trabajadores son vecinos tuyos", comenta un empleado.

Al polígono industrial El Olivar, donde está el museo del atún, se le llama el polígono fantasma, dice Iván, que se quita la mascarilla con la que se protege de una pistola tóxica con la que maquea una embarcación de recreo. Es un astillero pequeñito cuya obra maestra es una especie de arca de Noé de madera que se está levantando en la zona sur de la nave. Se construyen pocos barcos. "Vivimos de las reparaciones. No se parece en nada a lo que fue esto".

En el mercado de abastos ya bostezan cuando les hablan de remodelarlo. Es una promesa tan escuchada que es llovizna. "No hacen nada contra la venta ambulante, van a hacer algo en el mercado...", lamenta un pescadero. Pepi, pescadera vivaracha, resume: "Lo que quieren es supermercados, pero en el supermercado no dan fiao. En el mercado vivimos del fiao. Mira, Barbate no tiene solución. Cuanto antes nos demos cuenta, mejor".

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