Almería

La Bayyana de Gómez Vivancos

  • El empresario inauguró la gasolinera el 4 de marzo de 1972 y desde entonces da nombre al lugar

  • Una persona con tantas acciones diligentes no ha sido reconocida como se merece

La Bayyana de Gómez Vivancos

La Bayyana de Gómez Vivancos

EN Almería hay dos “Bayyanas”. La histórica nomenclatura de Pechina, entre los años 891 y 955, y la de Ramón Gómez Vivancos. Sí, la Bayyana estación de servicio bajo el Castillo de San Telmo. Toda una referencia, desde hace medio siglo, entre los automovilistas por su estratégica situación. Tiene un peso específico tan enorme que el túnel es de Bayyana, su rotonda anterior es la de Bayyana, la salida de la autovía es la de Bayyana y todo el entorno es Bayyana. Si volviendo de un viaje te interrogan por teléfono móvil por dónde vas y respondes con el “manos libres” que ya vas por Bayyana, el interlocutor se queda tranquilo porque Bayyana es Almería. Ha llegado.

Cuando un nombre comercial bautiza a un entorno geográfico es una señal extraordinaria de que el negocio ha calado en la sociedad. Se obtendrán más o menos beneficios, pero si el argot popular asume como propio la designación que, un día, un empresario otorgó a una actividad es que en algún momento aquello fue un éxito. Y desde luego que lo fue. La estación de servicio Bayyana la ideó Ramón Gómez Vivancos hace medio siglo, en 1971, como un punto clave para que los automovilistas que salían o entraban a la capital por la Nacional 340 tuvieran la oportunidad de repostar.

El nombre le gustó por su grafía y sus connotaciones históricas, diseñó un logotipo de una bocina antigua y con Bayyana se quedó. Pero fue más allá. Junto a los surtidores dotó al centro de otros servicios eficientes y complementarios para el conductor: apertura 24 horas, limpieza, engrase, neumáticos, gasolina y gasoil microfiltrado, alineación de ruedas, venta de accesorios, arreglos eléctricos, chapa y pintura, reparaciones de emergencia y un restaurante-bar con esmerado servicio y calidad en los productos. Y, claro, aquello funcionó desde que el sacerdote Carlos Fernández Revuelta lo bendijo el 4 de marzo de 1972 a las siete de la tarde. Mítica fue la imagen del primer coche que llenó el depósito ante el gobernador civil y otras quince autoridades. Era un hilo de modernidad en la Almería de hace 50 años.

Y es que daba gusto detenerse en Bayyana para echar gasolina. Los trabajadores iban pulcramente uniformados y mientras te lavaban el coche te invitaban a café. Había musiquilla ambiental, amabilidad en los operarios, aire acondicionado en el interior, grifos de agua y espacio de sobra para estacionar, revisar el maletero y sentar más cómoda a la suegra en los asientos traseros. Gómez Vivancos, además, estrujó sus argucias comerciales e insertó en la prensa unos anuncios do de nde instaba a los ciudadanos a citarse en la estación de servicio.

“No diga hasta mañana, despídase hasta Bayyana” requería su publicidad. Y el almeriense respondió. Cuando varios amigos organizaban una excursión automovilística a Enix, a Aguadulce o a Castala, el punto de encuentro era Bayyana. Los domingos se veían filas de Seat 850, Renault 4, Simca 1000 y, por encima de todos, los robustos Seat 1430 con incontables cabecillas en su interior. Una familia esperaba a las demás y cuando estaban todas, con el depósito del automóvil lleno, partían desde Bayyana en caravana, en fila india. Como es lógico, Gómez Vivancos se percató del asunto y dotó a su estación de servicio de pequeños productos de última necesidad que los excursionistas podrían necesitar: pan, cubitos de hielo, patatas fritas de bolsa, chicles para que los niños no dieran la lata y aquellas tiras de goma que se instalaban en el guardabarros trasero y que, por el roce, provocaban un efecto mágico impidiendo que los ocupantes del coche se marearan en las curvas de El Cañarete.

Anuncio de la estación de servicio Bayyana Anuncio de la estación de servicio Bayyana

Anuncio de la estación de servicio Bayyana

Bayyana era la repera. Su restaurante de tres tenedores cada día funcionaba mejor y explotó la fórmula desconocida de los platos combinados y los conciertos en directo con “Los Salteños” o Ángel Barceló. Había cenas de gala y lista de espera para celebrar bodas, bautizos y comuniones; las empresas mandaban a sus comerciales a la cafetería a cerrar tratos con los clientes como si el hechizo de Bayyana asegurase el negocio. En la feria de 1979, Bayyana estableció un menú festivo de diez platos y tres bebidas por 680 pesetas. ¿Y las copas? Pues en la “Discoteca Bayyana” que estaba allí mismo bajando una cuesta. Luego, Vivancos entendió que era más cómodo acceder a la sala de baile desde la cafetería y desde 1977 abrió un camino directo a la música que pinchaba Manuel Redondo Palencia.

Hasta mil personas llegaron a disfrutar cada noche en aquel lugar de lujo. Y, claro, su fama sobrepasó los límites provinciales; tanto que obtuvo el primer premio a la mejor gasolinera nacional que otorgaba el gremio de empresarios del sector. Los almerienses, siempre remilgosos en el orgullo de lo propio, tenían argumentos para exponer que teníamos la estación de servicio más chula de España. En el Mundial de fútbol de Alemania 1974 Gómez Vivancos fue pionero e instaló un televisor Telefunken “pal- color” de “Electro Altamira” para que los aficionados pudiesen presenciar en el bar el partido Argentina-Italia mientras comían algo. El boxeo tenía cabida y los premios de las innumerables galas se entregaban allí, entre tapas y cervezas. En su afán emprendedor, Gómez Vivancos instauró unos premios con el nombre de la gasolinera destinados a personas que hubiesen engrandecido a la provincia.

Los “Bayyana” marcaron una época y los recibieron, entre otros, Dino de Laurentis, José Barrionuevo, Tico Medina, el arzobispo José Méndez, el doctor Miguel Garrido Peralta, el futbolista internacional Antonio Biosca, el humorista Martín Morales o el empresario Marín Rosa. También se celebraban conferencias, como la de Joaquín Garrigues Walker, que se cerraban con un vino español. Hasta los opositores a plazas de maestros de 1977 se concentraron en un almuerzo de hermandad. Pero Bayyana no fue el único éxito en la gestión de Gómez Vivancos. Siendo directivo del Automóvil Club organizó el Rallye “Costa del Sol” (hoy Costa de Almería que va por su 46ª edición), la “I Vuelta automovilística a España” y el “Rallye femenino de automovilismo” y, sobre todo, trajo al Paseo las salidas del famoso Rallye de Montecarlo.

En aquellas ediciones de los setenta partía de pocas ciudades europeas y terminaba junto al Palacio de Raniero III y Grace Kelly. Y allí, de forma osada, los coches aparcados mostraban un enorme adhesivo en la puerta con la inscrpción: “Almería”. Su tenacidad por inventar cosas por la provincia le llevó, en 1958, a plantar miles de pitas en El Toyo para extraer el sisal del ágave y fabricar hilos; a crear el Instituto para el Desarrollo de Almería (AINDAL); a ser cónsul de Suecia o a la presidencia de la Cámara de Comercio donde ideó el actual Palacio de Exposiciones de Aguadulce e impulsó el nacimiento de la Feria “Expo Energía” y “Expo Agro Almería”, que llegó a ser la segunda feria agrícola más importante del mundo. Por eso, no se entiende que una persona tan dinámica y con tantas acciones diligentes en pro de la provincia no haya sido reconocida como merece por las instituciones públicas.

Ni calle, ni pin de plata, ni medalla de oro, ni placas, ni reconocimiento del área de deportes de la Diputación. Nada. Como si hubiese sido un ciudadano anónimo. El almeriense padece el jodío defecto de olvidarse de la buena gente de su ciudad, de quienes sudaron y sufrieron por engrandecerla en décadas pasadas. Y así nos va, señor alcalde.

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