Buen arquitecto, mejor escritor

Gonzalo Hernández Guarch atesora a sus espaldas un total de 13 obras históricas publicadas. Compagina su pasión por la literatura con su actual trabajo

Gonzalo Hernández Guarch junto a su último libro en su despacho.
Juan R. Belloso / Almería

21 de octubre 2008 - 01:00

En un amplio apartamento de dos plantas, a sólo unos metros de la Plaza Juan Casinello, vive y trabaja el arquitecto, urbanista y escritor catalán Gonzalo Hernández Guarch.

Las portadas de sus libros, trece en total, cuelgan como lienzos en las blancas paredes de su despacho, al que sólo se accede atravesando una aparentemente interminable escalera de caracol. Trece obras históricas que hablan por si solas, trece libros que narran la brillante trayectoria de un hombre capaz de compaginar las dos pasiones su vida y, lo más importante, de poder vivir de ellas. Quizás estaba predestinado a hacerlo, quizás el destino quiso alargar aquella sombra que nació cuando sólo era un crío, cuando leía las novelas de los malditos, los innombrables, los genios literarios censurados, en aquella época, por la Iglesia Católica o porque, al mismo tiempo, ilustraba sobre el papel los primeros trazados de una carrera, la de arquitecto, donde, al igual que sucede en la literatura, el don prima sobre la práctica.

Sólo había cumplido los 25 años y su biblioteca lucía su primer libro: Los Espejismos. Una llave de oro que abrió las primeras puertas del mundo árabe y judío, y que originó, posteriormente el nacimiento de otras publicaciones de la misma línea editorial. Tierra Prometida (novela histórica sobre la creación del estado en Israel); Las Puertas del Paraíso (recibió el premio de Narrativa Francisco Blasco Ibáñez 97 y donde refleja la realidad del Egipto de Nasser); Shalom Sefarad (la historia de la expulsión de los judíos sefardíes de España); El legado kurdo (una narración histórico novelada sobre la situación del pueblo kurdo); El testamento armenio o Ibn Jaldún son algunas de las obras históricas que, a sus 50 años casi recién cumplidos, atesora a sus espaldas.

Para Guarch su estilo pertenece a una literatura de minorías. "La verdad es que escribo sobre temas que la mayoría de la gente desconoce. Aun así están teniendo una gran acogida. Los jóvenes cada vez leen menos libros y acuden más a Internet. Son más cultos de lo que nosotros éramos antes, pero las nuevas tecnologías han provocado que acudan antes a la realidad que a la ciencia ficción", explica.

La relación entre arquitectura y literatura queda desenmascarada con una sola frase: "La arquitectura también nace de un lenguaje interpretativo. Cuando diseño empleo un tipo de lenguaje diferente: el literario. Para mi la literatura es magia. Cuando escribo y publico mis obras no me estoy ganando la vida; me estoy ganando el cielo", indica, en referencia a una labor social que sólo encuentra su fruto, su satisfacción, en las impresiones de sus lectores, de quienes leen y valoran sus obras.

Aunque presume, con razón, de poseer una capacidad innata para escribir, también es de los que apuestan por la literatura de los jóvenes que, ya sea por miedo, pasividad o respeto, no se atreven a adentrarse en la aventura sólo por falta de voluntad. "El que quiere escribir un libro es lo mismo que el que pretende criar un huerto. Nadie sabe la potencialidad ni qué cualidad posee hasta que comienza a escribir su primera obra", aconseja.

En estos instantes continúa trabajando en su despacho manejando las dos plumas: escribiendo, dibujando; haciendo lo que siempre quiso hacer.

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