Campanario de la Encarnación (VI)

Torre. En febrero de 1613, durante la prelatura de Juan de Portocarrero, se remató la defensiva mole ciclópea sacada de cimientos por el obispo Diego Fernández de Villalán

Campanario de la Encarnación (VI)
Campanario de la Encarnación (VI)
Antonio Sevillano

26 de octubre 2014 - 01:00

De almenas y cubos cercada

y una torre campanario

que atrae todas las miradas

NO es cierto que la catedral de Almería terminara de construirse en 1562 (o en años próximos a éste) como con contumacia digna de mejor causa se reitera en los "corta y pega". La última en la chapucera "musealización" de calle Las Tiendas. Es cierto que antes de esa fecha ya prestaba cultos diarios a los feligreses, pero aún le faltaba dos cuerpos de edificación básicos para su normal desenvolvimiento interno y externo: el claustro -proyectado por Juan Antº Munar en el último tercio del s.XVIII- y la torre concebida como "del homenaje", rematada en febrero de 1613 y a la que más adelante se incorporó el cuerpo de campanas y la espadaña protectora. El obispo Diego Fernández de Villalán, su promotor, la dejó sacada de cimientos aunque no sería hasta el mandato de Juan de Portocarrero cuando la fortaleza se cerrase por su ángulo de Poniente. Pero no es mi intención adentrarme en el tan estudiado monumento ni en su torre fortaleza -de sólida sillería y ausente de adornos- ya que poco podría aportar, máxime cuando, a diferencia del resto de archivos públicos, todo fueron dificultades para acceder a su fondo documental. Mi intención es la de reeditar aspectos semiolvidados del campanario de la Encarnación a partir de la hemeroteca y otros cauces informativos.

Vean al hilo de la actualidad una apresurada definición de Pedro Antonio de Alarcón -del que acaba de clausurarse una magna exposición en el patio de luces de Diputación Provincial- de cuando el accitano realizó su segunda visita a Almería en julio de 1861:

"… Tampoco dejéis de ver la Catedral gótica, de las postrimerías de este orden arquitectónico, y la cual, por fuera, más parece fortaleza o castillo que templo cristiano. Fortaleza es, efectivamente, construida ex profeso por tal arte que sirviese, como sirvió largos años, al propio tiempo para el culto de Dios y para defenderse de los hombres; quiero decir, para rechazar a los piratas berberiscos y turcos, dueños del Mediterráneo y azote de sus costas cuando se empezó a erigir esta iglesia, lo cual fue con alguna anterioridad a la batalla de Lepanto y a la consiguiente decadencia de la piratería musulmana".

JERÓNIMO MÜNZER

Tratada en extenso la campana de la Vela, conviene dedicarle espacio a las eclesiásticas, ejemplarizadas en las catedralicias, quienes a su vez cumplían una doble función civil: alertar sobre incendios y señalar con sus toques el horario oficial de la ciudad. La inicial noticia la proporciona Jerónimo Münzer, médico centroeuropeo que en 1494 arribó a Almería con fines no aclarados. Entre sus visitas en la ciudad incluyó a la primitiva mezquita de la Almedina (hoy iglesia parroquial de San Juan), erigida por los RR.CC. en la seo urcitana con el título de la Encarnación. Extasiándose ante su esplendorosa magnificencia:

La mezquita, esto es, la catedral de Almería, es una de las más bellas de todo el reino de Granada (…) Aquel templo resulta fantástico y soberbio, bellísimo. Tiene más de ochenta columnas. En tiempos de los sarracenos ardían en él más de cien lámparas todo el día (…) Ahora está dedicada a la bienaventurada Virgen María y tiene obispo y quizás veinte canónigos (…) En la parte más alta del interior de la mezquita, en muchos sitios, había colgadas campanas robadas a los cristianos en las guerras; que habían perforado por todas partes, y haciendo en su concavidad muchos círculos con pequeños candelabros, ponían en ellos lamparillas, hasta tener alguna vez una sola campana trescientas lamparillas…

SACERDOTES HISTORIADORES

Lógicamente, han sido clérigos y no laicos (que también los ha habido) quienes más y con mayor conocimiento de causa se han ocupado de la fundación y vicisitudes catedralicia, arquitectura, personajes, secuencia iconografía, etcétera. El sacerdote-historiador José Ángel Tapia Garrido -del que este año se celebra el centenario de su nacimiento con un intenso programa de actividades- dedicó al principal templo diocesano un amplio capítulo en "Almería piedra a piedra" (Unicaja, 1992). Transcribo lo más sustancioso del tema que nos ocupa:

"El reloj lleva el compás al tiempo, a veces con algún despiste, aunque en los últimos años, por pique con el del Ayuntamiento, marcha a tiempo. En el 1558 el Cabildo encarga a Juan de Orea que traiga de Sevilla "un maestro para que adobe el reloj que está en la Iglesia vieja, para así proveer a la necesidad que tiene la Iglesia (nueva)". El reloj y campanas, que se trajeron de la Almedina, se colocaron en una espadaña que se construyó sobre el cuerpo de la catedral y junto a ella hicieron un cobertizo para que se guareciera el campanero. En el 1597 trajeron un relojero de Vélez Blanco para que lo compusiera.

Llegado el obispo fray Juan de Portocarrero, se preocupó enseguida de continuar la construcción de la torre, que en el 1562 había quedado varios metros sobre los cimientos, y cerrar con ella la fortaleza por este lado. Había traído ocho mil ducados para la obra; el 24 de enero de 1604 se reúne con el Cabildo y acuerdan hacer la torre "pues la obra es de tanta utilidad y provecho para esta Iglesia y la ciudad". Terminada la torre en 1613, pusieron en ella las campanas y el reloj. En el 1780 se arregló el campanario, se levantó la espadaña y se pusieron la campana y el esquilón… ".

CORONANDO LOS CIMIENTOS

En el diario La Independencia, el Dr. José Álvarez Benavides editó varios artículos sobre fechas y hechos de la Almería antigua y de la seo metropolitana de la que era su deán. Nos interesa ahora el titulado, precisamente, "La torre de la Catedral". Tras ensalzar la feliz iniciativa de fray Juan de Portocarrero de rematarla de cimientos ("por esta razón el escudo de armas de tan insigne Obispo campea en uno de los costados de tan cíclope mole", frente al convento de Las Puras), se extiende en detalles:

"Aunque posterior a la construcción del Templo, casi en un siglo, supo, no obstante, su autor conformarlo maravillosamente al plan general de todo el edificio. Por eso aparece tan severa e imponente su mole cuadrada y maciza (…) Un tal Mancio Infante, maestro de cantería es el que va a ponernos en auto de los susodichos pormenores. Copiamos de sus mismas palabra: "Beso a sus Señorías las manos, y digo que por mandato de los señores Deán y Cabildo truje cantidad de piedra de cantería (suponemos que de las canteras de San Roque, por proximidad) para la obra de la torre de esta Santa Iglesia, y prosiguiendo con la obra he sentado cantidad de piedras y subido cantidad de mezclas… para lo cual se me ha ido dando por libranza cantidad de doscientos ducados… Y para continuar el servicio es necesario se vea lo que en la dicha obra he hecho y mando se tase su valor y se me pague". Tasado por los maestro albañiles Juan de Parases y Francisco Salcedo, se le abonaron a Mancio Infante a razón de siete reales diarios; 3.514 reales por 639 varas de piedra de cantería "calzada, sentada y por asentar" y otras cantidades por distintos conceptos.

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