La Caridad Universal: Leyenda y realidad

Crónicas desde la ciudad

Los 158 litros caídos en 3 horas en la mañana del 11 de septiembre de 1891 se cobraron una veintena de víctimas. Más allá de historias increíbles, la estatua de la Rambla rinde fiel homenaje a estas

Antonio Sevillano / / Historiador

18 de septiembre 2011 - 01:00

LAS fiestas septembrinas en honor del Stmo. Cristo del Bosque es la coartada perfecta para ausentarse 4 o 5 días de la capital y recalar en Bacares, el pueblo serrano bautizado, de manera precisa y preciosa, como la Perla de los Filabres. Perla que aguarda a quien desee gozar de uno de los paisajes más bellos y agrestes de la geografía almeriense del interior. Permítanme ahora un consejo publicitario (bula de columnista): el que decida visitar Bacares dispone del confortable hotelito de montaña Las Fuentes, remanso de paz y titular de una oferta gastronómica, recia y proteica, ante la que es difícil sustraerse.

Al regreso, lo primero -puro vicio- fue repasar la prensa semanal y ver lo publicado sobre La Caridad tras volver a su emplazamiento habitual una vez restaurada. Antes de marchar, el pasado lunes pude observar de lejos el folclórico despliegue del equipo de gobierno popular y de la oposición socialista. La Rambla evocaba un estreno de "La verbena de La Paloma", coros y orquesta incluidos; aunque la mayoría, alcalde y ocho concejales, desconociera el libreto y música de la zarzuela. ¡Qué diferente a aquella tarde dominguera de finales del XIX en que la escultura se encaramó por primera vez a su pedestal sin que apareciese por allí ni un humilde alguacil municipal! Claro que entonces casi no existían las cámaras fotográficas ni se había inventado la Televisión… Trascurridos 113 años de silencio familiar, sorprendió asimismo la presencia en el acto de don Pedro y don José Muñoz, nieto y bisnieto de Miguel Romera Álvarez, viudo de una de las fallecidas en los tristes sucesos del 11 de septiembre de 1891 y vuelto a casar en segundas nupcias con Rosa Castillo

FÉMINA AHOGADA

Aunque se parta de un hecho cierto, es notorio que las historias transmitidas de generación en generación suelen finalmente alejarse del agente causal, desvirtuarse en el tiempo hasta hacerse irreconocible. Sin naturalmente cuestionar la buena fe de sus relatores, el tema cobra vuelo cuando en un periódico, por ejemplo, lo editan aguerridos reporteros "tras ardua investigación"; con el riesgo añadido de que lectores proclives a lo novelesco admitan como cierto algo que no lo es. Llama la atención que de aquella primera esposa de Miguel Romera solamente indiquen el nombre de pila. Por si fuera de su interés les amplío información. Se trata de María Manuela Segura Roba, natural de Viator y de 19 años de edad cuando el 16 de agosto de 1888 el cura los casó en San Sebastián (ambos feligreses de esa parroquia). Él, fontanero de profesión, había cumplido los 25 (Registro Civil de Almería, sección 2ª, tomo 13, página 216).

Afirman que fue arrastrada al mar y que el mar la devolvió días después llevando en brazos a su bebé. No fue exactamente así: aunque madre e hijo (Felipe Leoncio, de 14 meses) sí murieron ahogados en la riada, sucedió en tierra firme ("Asfixia por inmersión en la nuve (sic) del día 11"), siendo sepultados al día siguiente, por separado, en el cementerio de San. Lo de que estaban tan "fuertemente abrazados que no pudieron separarlos y tuvieron que ser enterrados juntos la madre y el hijo, además del pequeño que estaba a punto de nacer", no deja de ser una licencia no sé si literaria o tremebunda, pero en cualquier caso carente de rigor. Salvo que el juez del citado Registro -al que nuevamente remito al lector- mintiese en el acta inscrita al tomo nº 52 de Defunciones. También he escuchado que eran naturales de Tahal o que fueron rescatadas del fango en la calle Las Tiendas…

La historia -prosiguen- impactó tanto que los Talleres Oliveros cubrieron los gastos de esta escultura, en la que el niño en brazos representa al nonato. Rematando que "hay historiadores que ponen en duda esta historia… ". Sin ánimo de entrar en polémicas (yo soy el historiador al que aluden), el investigador, tras contrastar las fuentes archivísticas o hemerográficas, se atiene a los hechos fidedignos, al documento oficial. Y, lamentablemente, la familia vuelve a estar confundida. El conjunto monumental, incluida la estatua de hierro fundida en Almería por Francisco Oliveros y Compª, según reza en la base, estuvo sufragada en su totalidad por la Comisaría Regia a través de fondos propios de la Suscripción Nacional encabezada por la Reina Regente María Cristina de Habsburgo-Lorena, dada la minoría de edad de Alfonso XIII. Los interesados pueden acceder a la "Memoria Consuegra-Almería", editada (1905) por Manuel de Eguilior y Llaguno, segundo comisario. Allí verán que el presupuesto (tras un reajuste al alza de 168,85 pesetas) ascendió a 5.126,98 ptas. Por tanto, los trabajadores de Oliveros no la pagaron de su bolsillo, en absoluto. En cuanto a que el escultor se inspiró en María y Felipe Leoncio (más el supuesto feto) es tal la bibliografía en sentido contrario que no merece la pena insistir en ello. El que crea en leyendas está en su derecho, pero errados como en tantos otros desafueros respecto a la Historia de esta ciudad. La silla episcopal del coro catedralicio de Almería es bastante explícita en cuanto al icono de La Caridad Universal. Visítenla. A propósito, la persona que desde hace bastantes años deposita cada 11 de septiembre (no el día 12) docena y media de rosas a los pies del monumento, soy yo.

HEROÍNAS EN PANTALÓN

En medio de tantas desgracias sobrevenidas, lo único reconfortante, a mi juicio, fue el arrojo mostrado por decenas de paisanos que no dudaron en exponer sus vidas para salvar las del prójimo. Por muchas páginas que dispusiera en Diario de Almería estas no serían suficientes para glosar a cada uno de ellos. El Ayuntamiento prometió homenajearles, peso se quedó en proyecto. Valga como tributo a la valentía de todos, el ejemplo de las adolescentes y primas Carmen y Rosa López, puesto de manifiesto en la prensa local:

"… Con motivo de la reciente catástrofe que ha sufrido esta ciudad, ninguno revela más valor físico y moral que los actos llevados por Rosa y Carmen López, hijas de diego y Juan…

Estas dos hermosas jóvenes, asustadas al empezar la horrorosa tormenta, se encerraron en el nº 34 de la calle Regocijos entregándose a la oración y la súplica en demanda de piedad y clemencia divina. Más en medio de esta religiosa tarea, sintieron pedir socorro en las casas inmediatas... vistiéronse con un viejo traje de hombre cada una y en la imposibilidad de abrir la puerta, cubierta por la corriente, saltaron por las tapias del descubierto al terrado de la casa vecina en donde sentían los ayes y lamentos… sacando por el techo amarradas por una cuerda a María Padilla Gómez y a su esposo Joaquín. En seguida y de igual forma, a pulso, a Francisca Pomedio y a sus dos niños de dos y tres años. Los tres (se sumó su tío Luis) continuaron tan arriesgada empresa auxiliados por Tomás Sánchez salvando a varios infelices que se veían ya con el agua al cuello…

¡Coronas España agradecida os mande

y el bronce heroico su dureza ablande...!

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