Crónicas desde la ciudad

Carnaval de Almería (I): Orígenes

  • Cuando todavía la ciudad se hallaba ceñida por recias murallas, la parte inferior del hoy Paseo tomaba el nombre de La Alameda, prado sombreado de árboles y plantas ornamentales

José Sorroche y Niño de las Cuevas.  Comparsa “La ley Seca”, 1º premio en 1991

José Sorroche y Niño de las Cuevas. Comparsa “La ley Seca”, 1º premio en 1991

Ya me gustaría tener buena voz y un oído afinado. Y saber tocar la guitarra o instrumentos que le son propios. Pero soy un negado, pese a mi añeja afición. ¡Ay, aquellas veladas del Cervantes con nuestra cajita de medianoches, pasteles y cava! Por ello mi acercamiento al Carnaval se centró en investigar los orígenes del fenómeno social, antropológico, histórico, lúdico y cultural de secular raigambre en Almería capital y provincia. Momentos de transgresión previos a la devoción cuaresmal. De ahí, quizás, la invitación en los años noventa a presidir sendas ediciones del concurso en el Maestro Padilla, aunque delegué tal honor en Domingo Gálvez, a la sazón director de la banda de música municipal. Y el de ser invitado en 2007 al único Curso de Verano de la UAL dedicado a la fiesta de Carnestolendas, coordinado por el amigo Nicolás Castillo. 

A comienzos del s. XIX tuvieron lugar doce funciones de máscaras en el solar del antiguo Bulevar

Amén de charlas en Radio, Tv y peñas carnavaleras -caso de <Yunque y Copla>-; o en artículos en Diario de Almería y <Guía Fiestas y Rituales Singulares> (IEA, 2013), mi participación teórica en el ciclo laico-festivo de febrero tuvo su remate en al Archivo Histórico Provincial que dirige Mª Luisa Andrés, quien tuvo a bien dedicarle en marzo de 2012 uno de los llamados “Documento del mes”, con exposición de libretos de comparsas y murgas correspondientes a los pasados años Veinte. Regreso al tema pese a la tristeza de su suspensión a causa de la pandemia que nos aflige, con la esperanza de recuperarlos más adelante con algún tipo de actividad. 

Anónimo 

A diferencia de las festividades religiosas en que la asistencia del Ayuntamiento cobraba especial protagonismo (proclamación de Bulas y Votos, Epifanía, La Candelaria, Semana Santa, Corpus, San Indalecio, Virgen del Mar, San Esteban, Navidad), las civiles (paganas en el argot curialesco) no eran tratadas con pareja pompa. Si acaso, y en épocas de libertades públicas (escasas), el Carnaval y el homenaje a los Mártires de la Libertad. 

Entre los documentos inéditos en el AMAL figura uno sin signatura. Transcribo lo sustancioso del <chivatazo> –febrero de 1806- de un vecino al Capitán General del Reino (Granada) y el subsiguiente auto dictado por el marqués D´Aigremont, gobernador Político y Militar de Almería y su jurisdicción: 

(…) El desorden que en esta ciudad se experimenta desde la noche del 17 (de enero) en que empezaron a salir infinitas cuadrillas de personas de uno y otro sexo, de máscaras, con alboroto y ruido por las calles hasta las dos y las tres, de las que no puede estar ignorante esta Justicia; estando estas prohibidas por reales órdenes, sin duda por los daños y perjuicios que de ellas resultan… 

Y el farragoso edicto de la máxima autoridad provincial, reiterando la prohibición de disfraces y máscaras en fechas anteriores a la Cuaresma, con “alboroto y ruido”: 

(…) Que aunque no merece crédito dicho papel anónimo (…) Habiendo tenido algunas noticias sobre el mismo particular, he procurado tomar los debidos conocimientos, practicando por sí mismo las rondas y encargándolas a los dependientes del Juzgado para averiguar la verdad de ellas y castigar a los contraventores a las reales pragmáticas publicadas... Y para evitar el que, sin embargo, puedan olvidar salir en cuadrillas o de otra manera prohibida, debía mandar y mando se haga saber por medio de bandos y edictos que se fijen en los sitios públicos acostumbrados de esta Ciudad, a todos los vecinos de ella sin distinción de clase ni fuero que por ningún pretexto se le permite andar de noche ni de día con máscara a persona alguna. En su defecto serán castigadas con la pena que previenen las reales órdenes… 

Carnaval. Bando, cabecera Carnaval. Bando, cabecera

Carnaval. Bando, cabecera

Bando pionero 

En la proximidad de Las Almadrabillas se llevaban a cabo paradas militares y “alardes” de la Milicia Nacional. En el interín, y a solicitud del gobernador Político y Militar, Carmen de Cerveto (varón, pese al equívoco femenino), Fernando VII concedió -R. O. de 31 de diciembre de 1815- licencia para celebrar doce funciones de máscaras públicas a beneficio del Hospital Real de Santa Mª Magdalena, “con la precisa condición de que se ejecuten con el buen orden, decencia y moderación correspondiente”, repartidas entre los meses de diciembre y enero y febrero siguiente. Al tratarse del primer Bando impreso conocido, y dado lo inusual de sus nueve enunciados, me ha parecido oportuno darlo a conocer de la manera más ajustada posible y actualizando su ortografía: 

1º) Las personas que quieran salir de máscara en los días prefijados, observarán honestidad, modestia y compostura en su disfraz, palabras y acciones, usando cada sexo los trajes respectivos, sin que el hombre se vista de mujer ni la mujer de hombre ni se ridiculicen o profanen las ropas dedicadas al culto y a los Eclesiásticos seculares y regulares. (La prohibición de vestir uniformes militares o del clero se mantuvo mientras el Carnaval estuvo vigente). Los que de cualquier modo contravinieren esta providencia, o se produjesen con sátiras, injurias o palabras obscenas serán arrestados por las patrullas y rondas encargadas de mantener la quietud y buen orden, y sufrirán irremisiblemente quince días de cárcel, y además diez ducados de multa para las obras públicas, por primera vez. 

En la Casa de Comedias de la ciudad hubo bailes de máscaras y disfraces a beneficio del Hospital

Se establecieron tres categorías de máscaras: generales, privilegiadas y de baile. Previo pago de dos, tres y ocho reales de vellón, las tarjetas de acceso se despachaban en la casa de Comedias. Ubicada aledaña al Hospital, final del barranco de Gorman (calle La Reina) o sobre el solar donde reedificaron el Liceo Artístico (hoy Centro Andaluz de la Fotografía). Con las de dos reales podían andar por cualquier espacio público, pero no entrar en la Alameda ya que estaba reservada a las tarifas preferentes. Las funciones (horario de paseos) daban principio a las 12 de la mañana y cesaban al toque de oración, a la caída de la tarde; a partir de esa hora corrían el riesgo de ser arrestadas y juzgadas (…):           

5º) Las máscaras de ocho reales… a más de poder andar por las calles y entrar en el paseo nuevo, serán admitidas al baile general, que se dará en la casa de Comedias con toda la decencia y decoro que permitan las circunstancias, desde las nueve de la noche, y en esta única clase le será permitido conservar su disfraz hasta la conclusión del baile

9º) Los puestos públicos de vino, aguardiente y licores se cerrarán precisamente a las doce del día en los que se celebren las funciones de máscaras y no podrán volver a abrirse hasta el día siguiente… 

Del buen orden y concierto se encargaron dos “caballeros Regidores” nombrados por el gobernador Cerveto; procurando sobre todo el decoro ante las damiselas. En una aburrida ciudad de apenas catorce mil almas, es fácil suponer que tales diversiones benéficas fueran todo un éxito: la burguesía acudiendo en calesas lujosamente enjaezadas y el común de los mortales a patita. Al parecer la Diócesis no dijo en esta ocasión ni pío. Ignoramos que tipo de música bailable interpretarían (la banda municipal se constituyó en 1852).

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios