La Casa de Correos (I)

Desde el siglo XV existen noticias de un servicio de Postas establecido por los reyes Isabel y Fernando. Entre los sucesivos espacios ocupados por las Estafetas destaca el primitivo Colegio de Jesús

La Casa de Correos (I)

09 de julio 2011 - 01:00

EL mejor escribano echa un borrón. Aunque esta injustificable mancha -céntrica y llamativa; en uno de los proyectos señeros de Trinidad Cuartara- no sería la primera ni desgraciadamente última aberración de las cometidas en el entramado urbano almeriense ya en franca decadencia y que -mediada la década de los Sesenta de la pasada centuria- aceleró una irreversible carrera especulativa en la que primó el interés de unos pocos en detrimento de sus habitantes; edificando desde la fealdad y el adocenamiento artístico salvo aplaudibles excepciones. Mientras tanto, las autoridades provinciales no sólo permitieron el desaguisado si no que lo alentaron mirando sospechosamente para otro lado. La ciudad armónica dentro de su sencillez, de sabor colonial y decimonónico, comenzó a despojarse del encanto heredado: de la Almedina a la plaza San Sebastián, con el Paseo y Bulevar como área más castigada.

En el punto y hora de 1965, al compás de las excavadoras, el sólido inmueble de correos que nos ocupará el fin de semana exhaló su postrer suspiro. Las postales en sepia no muestran su esplendor verdadero para que los jóvenes se hagan una idea de cómo era el original Colegio de Jesús, sólido y de ajustados sillares de piedra extraída de las cercanas canteras de Bayyana; sin embargo, son muchos los lectores de cierta edad que sí lo recuerdan ya reconvertido en sede de Correos y Telégrafos. El actual -en esto estaremos todos de acuerdo desde su inauguración en 1970- es escasamente atractivo, como inacabado y visualmente feo -Tapia Garrido le llamaba la Casa de las Viseras-, máxime si establecemos comparaciones. Aunque pequemos de chauvinismo, nos queda el flaco consuelo de que su autor al menos no pertenece a la nómina de arquitectos locales de la época: Langle, Peña o Góngora. Hace un lustro la actual Dirección General de Correos, o como se llame el ente estatal, anunció para un futuro que se eterniza su intervención radical. Veremos en que queda todo y para cuando. Aunque bien mirado, podían seguir esperando a economías más boyantes para demolerlo y alzar en su lugar uno de nueva planta más bello y funcional.

DE PERSIA A HISPANIA

El servicio de mensajería entre localidades creció en asimetría con el conocimiento de la escritura, dejando así atrás a bardos y trovadores correcaminos que llevaban y traían buenas nuevas o malas noticias de acá para allá. Había nacido el Correo. Pero como no viene al caso, orillamos las tablillas, estelas y papiros de persas, tebanos o egipcios para plantarnos en la España del siglo XII de la mano del Espasa; diccionario-enciclopedia que para estos menesteres historicistas es infinitamente más fiable que wikipedias o anónimas páginas en Internet. Y puesto que no se trata de una ponencia congresual, solo anotaremos un ramillete de noticias o perfiles llamativos hoy pasto exclusivo de especialistas en el tema y curiosos de un pasado lejano.

La historia del Correo en España cabe encuadrarla en tres periodos: formativo o de la Corona; de arrendamiento a empresas civiles y de exclusiva responsabilidad estatal a partir de los siglos XVIII y XIX. El primer dato referido al servicio postal se remonta a Barcelona (1166) con la cofradía de los llamados "troters", fundadores gremiales de la capilla de Nuestra Señora de la Guía; la siguió en Valencia otra bajo la advocación de Ntra. Sra. de los Ángeles y una más en Sevilla. De fecha posterior se conocen itinerarios, tiempo necesario para conducir el correo a distintos lugares y coste del servicio. A comienzos del s. XV se reconoció oficialmente el principio de "secreto de la correspondencia", legislando y castigando severamente a quien cometiese tan grave infracción.

Tras la conquista del último enclave nazarita, los reyes Isabel y Fernando crearon el cargo de "Maestro mayor de hostelajes y correos de Granada" y contrataron los servicios de un conductor particular de la correspondencia a Alemania. Su hija y yerno, Juana la Loca y Felipe el Hermoso, ampliaron la ruta a los Países Bajos, Papado y corte de Francia. En 1610 establecieron las primeras estafetas en Madrid, Valencia, Zaragoza, Barcelona y Lisboa; conectadas entre sí por largas cabalgadas a través de caminos polvorientos y peligrosos; con relevos y descanso en casa de postas -existentes a regular distancia- de caballos, diligencias y conductores de valijas con la correspondencia real, administrativa, eclesiástica y privada.

ALMERÍA INTRAMUROS

La antigüedad en Almería del necesario servicio público coincide precisamente con los ínclitos monarcas. Con la firma de Bernardo Martín del Rey el entonces único diario local publica en 1970:

"Las más antiguas notas que encontré corresponden al año 1500. En esta fecha los Reyes Católicos mandan al Alcalde Mayor de Almería Don Hernando de Cárdenas (sobrino del Comendador Mayor Don Gutierre de Cárdenas) que expida nombramiento de contratista de Postas al mercader Hernando de Ávila, que ha de hacer la comunicación entre Granada y Almería. "Item, sea nombrado para los mismos servicios por todas las poblaciones de la costa y Lorca hasta el Reino de Murcia al maestre de Navíos Francisco Hidalgo, llevando ambos como adalid a Alonso de Segura, asistidos de 50 peones con lanzas". Correos en aquellos tiempos cumplía misión militar, y estaba bajo la protección de la guarnición de la Ciudad y sus Fortalezas… ".

El inédito e importantísimo documento tiene todas las trazas de autenticidad. El peculiar personaje alpujarreño -autotitulado Archivero del Ayuntamiento pero era ayudante no cualificado, dotado de un sueldo de tres mil pesetas anuales- no especifica número de legajo ni cualquier otro signo indentificatorio. Según cotejamos en el Libro del Repartimiento los nombres y apellidos son reales: adalid (escudero) Alonso de Segura; Francisco Hidalgo, capitán y maestre de marinos, y el mercader Fernando de Ávila. Y aquí surge la incredulidad, indignación y recelo: la cédula, carta u obligación Real no se halla en el AMAL; está desaparecida desde 1972, fecha en la que tomó posesión Dª Adela Alcocer como responsable titular, quien puso orden en aquel maremagnum archivístico. Naturalmente no pudo incluirlo en su recopilatorio "Catálogo Documental del Archivo Municipal de Almería: siglos XV-XVI". Desapareció, sí, pero quién robó el legajo?

El propio Martín del Rey, citando al cronista de la Ciudad, D. Joaquín Santisteban, prosigue: "… He leído que el año 1660 el corregidor Don Pedro Pacheco de Zúñiga ordena que todos los despachos, cartas y provisiones se depositen en el Concejo y entreguen al contratante de Posta en su propia mano por seguridad; y que así lo hagan también los vecinos de la Ciudad y sus suburbios". Falso de toda falsedad. Ni en esa fecha Pacheco de Zúñiga era Corregidor ni Santisteban y Miguel Flores Grano de Oro lo publicaron (Imprenta Peláez, 1927) en "Historia Cronológica y Biográfica de Almería".

Mañana prosigo el relato epistolar desde la parroquial del Sagrario y la calle Toledo, en el corazón de Las Perchas.

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