Casa Puga. Amigos para siempre
Crónicas desde la ciudad
Referente. Hasta el pasado miércoles en que sus puertas, el histórico establecimiento mantuvo la calidad que la convirtió en un clásico irrenunciable de la hostelería almeriense
Víctima de la nueva Ley aplicada a alquileres de casas y negocios antiguos, su muerte estaba anunciada, aunque nos resistíamos a aceptarla. Casa Puga echó el cierre el miércoles y las banderas debieron en la ciudad ondear a media asta y con crepones de negro luto, pero faltó sensibilidad. Insensibilidad de la que hizo gala el señor alcalde con su no-presencia durante la jornada. En cambio sí que desembarcó –aunque no le correspondiese protagonismo alguno con toda una cohorte de cámaras y fanfarria cuando en la fachada del local la AA.VV. Casco Histórico tuvo a bien colocar una placa de mármol en homenaje a tan distinguido vecino.
Nuevamente don Luis Rogelio salió muy bien librado en los comentarios de la barra. Allá él y su “almeriensismo acendrado”. En cualquier caso, allí estábamos clientes y amigos (sinónimos) para acompañarlos en tan histórica como triste jornada.
Como esta Semana Santa no será igual sin Puga, nada mejor en la despedida que extractar de lo publicado en Diario de Almería el año pasado por las mismas fechas.
Quien emprenda una ruta gastronómica por su centro (de Almería) y no visite al menos uno de sus establecimientos de toda la vida, con cincuenta años de historias de bar a sus espaldas, el que menos, que no vaya diciendo luego que ha estado tapeando por estos lares. Quizás pueda empezar por CASA PUGA (Jovellanos, 7), con sus azulejos andaluces y sus gambas con gabardina que los más entendidos acompañan con un chato (vaso de corta estatura) del vino de la casa: cada principio de temporada, el propietario se va con un grupo de clientes a catar en varias bodegas de aquella zona (La Alpujarra) y se trae el que más le guste…Tal que así firmaba Elena Sevillano en la página Web de Turismo España. Atinado juicio que debemos ampliar
desde su génesis hasta llegar a la espléndida realidad del que fuese nuestro referente capitalino. La tradición de adquirir vino “costa” en la Contraviesa granadina, único caldo a granel que se consume, la impuso Juan Puga en 1929. Sus hoy propietarios, Leo y José Martín, acompañados de un grupo de amigos, se desplazan en primavera al cortijo Los Salas donde tras la oportuna selección se apalabran las 800-900 arrobas que se consumen anualmente. Así lo reflejaba la prensa del momento: Ha regresado de Albuñol el industrial de esta plaza don Juan Puga Antequera, donde ha permanecido varios días haciendo sus compras y eligiendo el rico vino que le sirve a su distinguida clientela.
LÓPEZ DE SAGREDO
La primitiva hospedería (s.XVI) del regidor Álvaro de Solís se mantuvo en pie hasta que en el XIX la compró Fernando López de Sagredo Ruiz, abogado y rico hacendado agrícola. Entre los inquilinos que la habitaban en 1854 se hallaban Antonio Castillejo (fondista) y Francisco Florido (tratante de ganado): en la planta baja Castillejo regentaba la posada Santa Clara y Florido un despacho al público de carnes.
En 1867 López de Sagredo presentó al Municipio sendos planos para la construcción de una nueva vivienda familiar firmados por los arquitectos Joaquín Cabrera y José Mª Baldó, siendo aceptado el del último.
Dicha casona la heredó su hermano Juan -en dos ocasiones Gobernador de la provincia- y sucesivos descendientes hasta ser adquirida en junio de 1943 por María Berenguel Andujar, casada con Luis Navarro Rodríguez.
Finalmente, tras la muerte de ésta, el local que ocupa Casa Puga pasó por herencia a un hijo. La superficie de “la casa llamada del Santo Cristo” -inscrita en el Registro de la Propiedad en 1887- es de 432,91 m/2 y fue tasada en 53.980 pesetas. Prevista como domicilio particular, los bajos se destinaban a uso comercial, en régimen de alquiler. De 1865 a 1906 cabe destacar la fonda, mesón y confitería de Antonio Lorenzo “El Malagueño” y de su viuda: Fonda del Malagueño, viuda de Lorenzo. Santo Cristo, 2, Almería. Establecimiento situado en un punto céntrico de la población, con magníficas habitaciones, gran comedor y excelente trato.
Almuerzos de 10 a 12 de la mañana. Comida, mesa redonda (¡) a las 6 de la tarde: precios convencionales.
JUAN PUGA
Procedente de Albuñoz (Granada), en 1909 arribó a Almería Juan Puga Antequera, avecindándose en la calle Almedina. Al año siguiente, María López Romero, su esposa, dio a luz a María, primogénita de ocho hermanos;
trasladándose el matrimonio a Lope de Vega (esquina a Santo Cristo). El cambio de domicilio supuso asimismo el arrendamiento del bar entonces regentado por Luis García Romero, quien luego estableció en la propia calle Real la Bodega el Patio. Al igual que su negocio, Juan Puga adquirió notoriedad entre el Gremio de taberneros, del que fue su secretario en la década de los treinta.
En esa época, su sobrino, Francisco Puga Sabio, abrió El Parralillo en la calle Concepción Arenal, bar con espacioso patio a la plaza Flores. Tras serios problemas económicos durante la guerra incivil, Puga Antequera
traspasó el primitivo establecimiento a Leonardo Martín López, paisano y sobrino de sumujer; al tiempo que con el carnal puso enmarcha el Bar Montenegro de la plaza Castaños, hoy propiedad de Pepe Iborra, antiguo
empleado suyo.
NUEVA DIRECCIÓN
Desde 1947 la razón social Casa Puga tuvo en Leonardo Martín a su nuevo responsable. Ya en Almería, matrimonió con Dulcenombre López y fueron padres de Leo, José y Dulce. Con el inestimable apoyo de su mujer, logró sacar adelante a la prole y al oneroso traspaso. Infinitas horas de trabajo, honradez acreditada, trato correcto al cliente y una oferta de garantía pese a las dificultades del mercado.
Ahí residieron las claves del éxito, beneficiada además por su enclave físico. En el vértice de las calles Real, Tiendas y la semanasantera Lope de Vega (donde se asoma la cocina y anteriormente existía una puerta
de acceso); próxima a la Plaza Vieja, a espaldas de sus vecinas las monjas Clarisas.
A la muerte del pater familia en octubre de 1986 (y aún antes), los hijos varones toman las riendas. Leo y José han tenido el acierto, ami juicio, demantener las tradiciones de la Casa incorporando paulatinamente una
oferta gastronómica al gusto de los nuevos demandantes. Satisfaciendo a los clientes veteranos (Manolo, practicante de la plaza Pavía es, con 92 años el decano), jóvenes y extranjeros (en aumento) que pueblan mostrador y mesas. Como ya los ocuparon Anthony Quinn, Claudia Cardinale, Antonio Gala o Paco Rabal. Y otros más cercanos: el radiofonista Juanjo Pérez (diseñador de su anagrama), Ricardo Pérez y Narciso Espinar o los vendedores ambulantes Fernando Mora “El Malagueño” y El Piripi.
Todos forman parte del anecdotario de Casa Puga. Tanto como los dos premios mayores de la Lotería, las bebidas gratis et amore cada 31 de diciembre o los bocadillos de jamón preparados para el viaje a Madrid de los hijos de Adolfo Suárez (veraneantes en Almería) cuando fue nombrado presidente del Gobierno en julio de 1976. Por cierto, un mes antes de que asesinaran al joven Javier Verdejo.
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