Crónicas desde la Ciudad

Casa Puga, siglo y medio (II)

  • Capilla. El sobrio y restaurado edificio aledaño a Casa Puga –propiedad de Antonio Navarro Berenguel- acoge, en penumbra, a un oratorio privado desconocido para los almerienses: el Cristo del Portal

Casa Puga, siglo y medio (II)

Casa Puga, siglo y medio (II) / Diario de Almería (Almería)

Me comentaba Antonio Lao, director de Diario de Almería, que el 1º artículo dedicado a Casa Puga fue de las páginas más leídas el pasado domingo, interés que agradezco sinceramente. El lector necesita informarse puntual y verazmente a través de medios serios y solventes, pero al mismo tiempo ansía “desintoxicarse” en cierta medida con temas bien alejados del maldito virus. Ello, junto a la curiosidad que despierta el histórico establecimiento, justifica, en mi opinión, el halagador índice de lectura. Seguimos por tanto la senda dominical con una segunda entrega.

Dejábamos el tramo alto de la calle Real convertido en un descampado irregular después del proceso de demolición de la populosa ermita de San Gabriel, en la que el contratista –después de varias subastas fallidas- se cobró con el material de derribo aprovechable; piedras de cantería, mármoles y maderas. El lienzo de viviendas multifamiliares frente al solar lo presidía el antecesor de Casa Puga y el Cristo del Portal, único oratorio privado que se conserva en la ciudad.

Carmen de Burgos Seguí recoge en La Malcasada la leyenda del patrón de los carboneros

CRISTO DEL PORTAL

Entre las calles Lope de Vega/ Emilio Ferrera, se enseñoreaba la casona del regidor Alonso de Solís que inspiró la leyenda del Stmo. Cristo del Portal. Nacida merced a la bondad de su esposa: una lírica tradición almeriense a la par que desconocida entre el común del vecindario. Este edil era al parecer propietario -mediado el s.XVI- de la céntrica hospedería a la que cierta noche acudió a pedir posada un peregrino de pobre aspecto y raídos ropajes. A su vista, los sirvientes le impidieron la entrada, pero aquella cristiana mujer, se compadeció y mandó acomodarlo discretamente en el hueco de las escalera principal. A la mañana siguiente el incógnito personaje había desaparecido sin dar noticia de su nombre, condición o motivo de la venida a la ciudad. En muestra de agradecimiento dejó un valioso presente.

Cristo del Portal Cristo del Portal

Cristo del Portal / Diario de Almería (Almería)

Una inexplicable claridad inundaba el rincón ocupado por el jergón de paja en el que yació y, ante el asombro de todos, sobre la pared un resplandeciente crucificado pintado con carboncillo. La noticia se adueñó de la ciudad, siendo desde entonces lugar de peregrinaje y devoción. El Cristo dio nombre a este trecho superior de la calle y pasó al acervo popular como patrón gremial de los carboneros. A imitación de la imagen cristífera luce un óleo de considerable tamaño, restaurado tras la guerra por Jesús de Perceval.

LÓPEZ DE SAGREDO

El caserón-hospedería de Álvaro de Solís lo mantuvieron sus descendientes (y otros taberneros) hasta avanzado el s.XIX, en que Fernando López de Sagredo Ruiz -abogado de los colegios oficiales de Madrid, Granada y Almería, rico propietario agrícola y de fincas urbanas- compró el inmueble. Cuatro inquilinos lo habitaban en 1854: Antonio Castillejo (fondista) y Francisco Florido (tratante de ganado), entre otros; en la planta baja Castillejo regentaba la posada Santa Clara y Florido un despacho al público de carnes. A través de su secretario -el abderitano Juan Lirola-, López de Sagredo presentó sucesivamente (marzo-julio, 1867) sendos planos para la construcción de una nueva vivienda familiar, firmados por los arquitectos municipal y provincial Joaquín Cabrera y José Mª Baldó, siendo aceptado el del último.

Lo heredó su hermano Juan -concejal Síndico y en dos ocasiones gobernador de la provincia- y sucesivos descendientes, hasta que en junio de 1943 fue adquirido por María Berenguel Andujar, casada con Luis Navarro Rodríguez. La superficie de “la casa llamada del Santo Cristo” -inscrita en el Registro de la Propiedad en 1887- es de 432,91 m2, tasándose su valor en 53.980 de las antiguas pesetas. Prevista como domicilio particular, los bajos siguieron destinándose preferentemente a uso comercial en régimen de alquiler. Hoy su dueño es Antonio Navarro Berenguel y “Bar Casa Puga, S.L.” inquilino.

De 1860 a 1906 cabe destacar la casa de pupilos, mesón, confitería y fonda de Antonio Lorenzo “El Malagueño” y de su viuda. Veamos un anuncio de la época:    

Fonda del Malagueño, viuda de Lorenzo. Santo Cristo, 2, Almería. Establecimiento situado en un punto céntrico de la población, con magníficas habitaciones, gran comedor y excelente trato. Almuerzos de 10 a 12 de la mañana. Comida, mesa redonda (sic) a las 6 de la tarde: precios convencionales

En junio de 1862 llegaron al Malagueño dos visitantes ilustres. El escritor francés Charles Devallier y el también galo Gustavo Doré, grabador e ilustrador de El Quijote. Ambos nos dejaron un testimonio de estimable valor sociológico. Presumiblemente el primero sobre la bondad y calidad culinaria de los productos ahí elaborados. Viajeros por Andalucía, aseveraron: “Las camas de la fonda Malagueña nos parecen excelentes, y la cocina de aceite, suculenta”.  

Charles Devallier y Gustavo Doré ponderaron en Almerìa los fritos del Mesón el Malagueño

JUAN PUGA ANTEQUERA 

Procedente de Albuñoz (Granada), Juan Puga Antequera arribó a Almería en 1909, empadronándose en la calle Almedina. Al año siguiente, María López Romero, su esposa, trajo al mundo a la primogénita de ocho hermanos; trasladándose el matrimonio a c/. Lope de Vega. Ahí falleció en junio de 1963, a los 78 años de edad. El cambio de domicilio llevaba aparejado el arrendamiento del bar entonces regentado por Luis García Romero, quien luego abriría en la propia calle Real la acreditada Bodega el Patio. Al igual que su céntrico negocio, Juan Puga adquirió notoriedad entre el gremio de taberneros, del que llegó a ser secretario en la década de los pasados años treinta.

Tras superar serios problemas económicos contraídos durante la guerra incivil, Puga Antequera traspasó el primitivo establecimiento a Leonardo Martín López, también paisano y sobrino de su mujer. Paralelamente otro sobrino abrió las puertas del acreditado Bar Montenegro, en la plaza Castaños, a cargo de Pepe Iborra, antiguo empleado suyo.

 “Quien emprenda una ruta gastronómica por su centro (de Almería) y no visite al menos uno de sus establecimientos de toda la vida, con cincuenta años de historias de bar a sus espaldas, el que menos, que no vaya diciendo luego que ha estado tapeando por estos lares. Quizás pueda empezar por Casa Puga (Jovellanos, 7), con sus azulejos andaluces y sus gambas con gabardina que los más entendidos acompañan con un chato (vaso de corta estatura) del vino de la casa: cada principio de temporada, el propietario se va con un grupo de clientes a catar en varias bodegas de aquella zona (La Alpujarra) y se trae el que más le guste…”. Así lo firmaba y afirmaba Elena Sevillano en las páginas de Turismo España. Atinado juicio al que ahora añadimos la génesis y desarrollo histórico antes de llegar a la espléndida realidad de nuestro referente capitalino.

La tradición de adquirir en la Contraviesa granadina el tinto a granel que se consume (vino “costa”) fue instaurada por Juan Puga en 1929:

Ha regresado de Albuñol el industrial de esta plaza don Juan Puga Antequera, donde ha permanecido varios días haciendo sus compras y eligiendo el rico vino que le sirve a su distinguida clientela.

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